Un mundo con dragones y un tuerto loco[Lucemond]

capítulo 9: Abandono

"¡Qué has hecho, loco!" exclamó Lucerys, retrocediendo con las piernas temblorosas. El miedo se apoderó de él y el arrepentimiento se hizo presente. Se preguntaba por qué había liberado a Aemond y si este le haría daño. Rápidamente, su mirada se posó en la pequeña daga que llevaba en la cintura, buscando alguna forma de protegerse. Sin embargo, antes de poder alcanzarla, Aemond se abalanzó sobre él, haciendo que la espada de Aemond cayera al suelo. El abrazo de Aemond era firme, apretando su cintura con fuerza.

"¿No confías en mí?" susurró Aemond, apartando delicadamente el cabello que Lucerys llevaba más largo de lo usual, ya que en este mundo parecía que a los hombres no les gustaba cortarse el cabello o la barba.

"¿Por qué mataste a Rhaenyra?" logró articular Lucerys con un hilo de voz, sintiendo cómo Aemond apretaba aún más su abrazo, acercándolo más a él.

"No seas estúpido, no he matado a Rhaenyra", respondió Aemond, soltándolo y levantándose. Intentó llevarlo consigo, pero Lucerys se resistió, negándose a moverse.

"No puedo ir contigo a la Fortaleza Roja, mi padre y mi tío aún están allí", dijo Lucerys con determinación, enfrentando la mirada de Aemond. Los ojos de Aemond se desplazaron, mostrando una mezcla de frustración y comprensión, antes de agarrarlo con una fuerza impresionante.

"Escúchame bien. La 'Reina' es una mujer astuta que se acostó con Harwin Strong. No creo que ella le haga daño a él ni mucho menos a otra versión de mí. ¿Lo entiendes?" Lucerys resistió la fuerza de Aemond, golpeando su brazo en un intento desesperado de liberarse, hasta que finalmente fue soltado y Aemond apuntó con su espada hacia él.

"¿Vienes conmigo o vienes conmigo?" desafió Aemond, observándolo con desconfianza. La mente de Lucerys trabajaba a toda velocidad, evaluando las opciones que tenía. Aunque sabía que no podía hacer nada contra su espada y su pequeña daga, no podía dejar de lado su deseo de mantener su libertad.

"Iré contigo", respondió Lucerys, resignado a seguir su camino y enfrentar lo que viniera.

"Ahora debemos irnos, no podemos dejar a Vhagar retenida. Si me ven con ella en los cielos, seguramente la matarán", dijo Aemond en voz baja mientras la oscuridad de la noche los envolvía. Necesitaban encontrar una forma de escapar de allí sin levantar sospechas. Lucerys temía por su vida, pero sabía que Aemond tenía razón. Rhaenyra no le haría daño a su padre y a su tío.

"Podemos disfrazarnos de guardias y así podremos pasar desapercibidos", sugirió Lucerys, notando cómo el rostro de Aemond se iluminaba automáticamente. En forma de agradecimiento, Aemond estampó un beso en los labios de Lucerys.

"No eres tan estúpido como pensaba", dijo Aemond, colocando a Lucerys detrás de él. En un rincón oscuro, ambos esperaron pacientemente a que algunos guardias pasaran a hacer su vigía nocturna, como era de costumbre. Lucerys no podía evitar maquinar algún plan para escapar de Aemond, pero sabía que no podía hacer nada mientras Aemond estuviera tan cerca con su imponente espada.

Mientras esperaban, Lucerys comenzó a compartir algunos detalles sobre su mundo. "En mi mundo, no existen guardias ni reinas. Todo es diferente, moderno. No hay carruajes, sino autos. Allí, no soy un príncipe, solo soy un estudiante normal con amigos y..." Lucerys se detuvo al notar la mirada molesta de Aemond, quien se acercó más a él.

"¿Amigos alfas?", preguntó Aemond de forma posesiva, dejando en claro su dominio a través de sus feromonas.

"Algunos sí", respondió Lucerys, sintiendo cómo Aemond golpeaba el suelo con fuerza y enojo. Lucerys se sintió inculcado por la actitud dominante de Aemond. "Eso se acabó, ahora eres mío. Mi esposo y omega".

"Si, por supuesto", asintió Lucerys, sintiéndose desanimado. Había intentado distraer a Aemond con historias de su mundo para escapar, pero no había funcionado. Ahora, debía encontrar otra forma de protegerse y mantenerse a salvo en ese mundo desconocido.