Un mundo con dragones y un tuerto loco[Lucemond]

Capitulo 7: Amo a Lucerys

El terror y la opresión se apoderaron de King's Landing desde el momento en que Aemond Targaryen se autoproclamó rey en ausencia de su hermano, Aegon, quien sufría continuamente debido a sus quemaduras. En tan solo diez días de reinado, Aemond había dejado claro su carácter despiadado y cruel.

Sin ninguna razón aparente, castigaba brutalmente a aquellos que residían en la Fortaleza Roja y, lo que resultaba aún más escalofriante, había llegado incluso a asesinar sin piedad a las damas que osaban seducirlo con el afán de convertirse en reinas. "Mi único consorte es Lucerys", afirmaba repetidamente Aemond, a pesar de haber confesado su fatal destino. Incluso los traidores que le habían apoyado comenzaban a anhelar la vuelta de Rhaenyra, la verdadera reina, y estaban en proceso de jurarle lealtad y buscar su perdón, con el propósito de que ella pudiera regresar a King's Landing con una fuerza renovada.

No obstante, en lo más profundo de su ser, Aemond todavía albergaba la esperanza de que Lucerys estuviera con vida. Esta esperanza, un hilo tenue que se aferraba a su corazón, le mantenía cautivo en sus pensamientos y alimentaba su oscura y retorcida imaginación. Con el paso del tiempo, esa esperanza se convirtió en una obsesión que amenazaba con desvelar los oscuros secretos que Aemond había tratado de ocultar al mundo. En su interior, luchaba entre aferrarse a su cruel reinado y buscar la verdad acerca de Lucerys, su amado consorte que había perdido.

También se decía que Alicent Hightower, la que había sido la causante de la usurpación del trono de Rhaenyra, estaba planeando escapar junto con Heleana y Aegon, también con sus nietos. Incluso ella había enviado una carta a Rhaenyra según dicen.

Aemond estaba sentado frente a la chimenea, su cuerpo erguido y su mirada fría reflejaba el poder que ostentaba con la corona de Aegon sobre su cabeza. La habitación estaba iluminada por el cálido resplandor del fuego, pero no había calidez en el corazón de Aemond.

De repente, Alicent se acercó lentamente hacia él, su figura temblorosa revelaba el miedo que sentía hacia su propio hijo. Sus ojos se encontraron con los de Aemond, buscando un atisbo de humanidad en ellos, pero solo encontró indiferencia.

"Aemond, las quemaduras de Aegon no muestran mejoría", susurró Alicent con voz temblorosa, esperando que su hijo mostrara algo de compasión. Sin embargo, Aemond permaneció impasible, sin siquiera levantarse para mostrarle respeto.

"Para que recuerde que no debe insultar a Lucerys", respondió Aemond con frialdad, sin demostrar ningún tipo de arrepentimiento por las acciones que habían llevado a su hermano a sufrir aquellas terribles quemaduras.

Las palabras de Aemond cayeron como un golpe en el pecho de Alicent, quien sentía su corazón arder en un vacío árido. No podía creer que había criado a un monstruo capaz de causar tanto sufrimiento sin mostrar ni un ápice de remordimiento.

"¡¿Aemond, cómo puedes ser tan cruel?!", exclamó Alicent, su voz cargada de desesperación y tristeza. Buscaba desesperadamente encontrar algo de humanidad en su hijo, pero solo encontraba una oscuridad fría y despiadada. "¡Cuántos más deben sufrir a manos tuyas!"

Aemond no mostró ninguna emoción, solo pronunció una sentencia con voz impasible: "Faltan los Strong". Las palabras resonaron en el aire, llenando la habitación con una tensión palpable. Alicent sintió un escalofrío recorrer su espalda al darse cuenta de que Aemond planeaba llevar a cabo otra masacre.

"Ahora retiraré al rey, te lo ordena", concluyó Aemond con una voz gélida y autoritaria. Era una orden inamovible, una muestra más de su poder y crueldad despiadada.

Alicent se quedó en silencio, con los ojos llenos de lágrimas y el corazón lleno de angustia. Sabía que no podía detener a Aemond, que su hijo se había convertido en un ser despiadado y sediento de poder. Sin embargo, en su interior, aún quedaba un rastro de amor maternal y de dolor por lo que había ocurrido.