Damon.
Llegué a mi casa y cerré dé un portazo. Cuando había bajado para alcanzar a Ginebra me había sorprendido al ver la casa limpia. Christian y Charlie me ayudaron mucho al limpiar.
Subí las escaleras con pesadez mientras me rompía la cabeza.
No sabía el porqué Ginebra estaba enojada. Tengo la sospecha que fue por mi comportamiento dé la mañana, pero no tenía porqué enojarse con eso. Yo no sabía como comportarme. Jamás había dormido con alguien después del sexo. Prácticamente, Ginebra fue la primera.
Pensé que lo mejor sería comportarme algo distante. Por eso no la detuve cuando se fue. Sí hubiera sido desición mía se podía quedar por el resto dé mi vida. . . que cursi me estoy poniendo.
Solté un suspiro, entre a mi habitación en modo zombie. Me acosté boca abajo en mi cama, respiré profundo. Olía a shampoo dé hombre que no era mío. Olía a Ginebra.
Sonreí por inercia.
Me dejaré dé rodeos y diré, sin importarme las consecuencias, que AMO A GINEBRA COLLINS CON TODA MI ALMA, CUERPO, CORAZÓN Y MENTE.
Anoche sólo me aclaró mis sentimientos: me gusta Ginebra. Deseo a Ginebra. ¡Amo a Ginebra!
Me levante dé la cama con nuevos ánimos. No me importaba porqué se había enojado, ya no. Ahora me importaba que me amará y me perdonará.
Una idea pasó, una fracción dé segundo, por mi cabeza:
Haré a Ginebra mi novia. Tal vez no sería mi primera novia, pero sí la más importante.
Fui a mi armario con una estúpida sonrisa en la cara, busqué unos vaqueros, una camiseta dé manga corta, blanca qué marcaba mis músculos. Lo dejé en la cama y me metí en el baño.
El agua estaba medio tibia, me bañé lo más rápido posible, salí con una toalla alrededor dé mi cintura. Me vestí, me puse unas botas, me eché colonia, me mire al espejo, me guiñé un ojo y con toda la seguridad que me tenía me dijé las siguientes palabras:
- Puedes con ella, campeón. Eres guapo, eres sexy, tienes autoestima; Ginebra Collins te amará con todo su ser y tú le corresponderas. Tendremos cuatro hijos: dos niñas y dos niños. Nos haremos viejitos juntos y moriremos agarrados dé las manos.
La última frase me dio escalofrios, no quería pensar en eso ahora. Faltaban muchos años para eso.
Tomé mi teléfono, las llaves dé la casa y del coche, salí dé mi habitación cerrando por fuera. Dany era muy entrometido.
Bajé las escaleras sin hacer ruido, mamá ya estaba en casa y no quería que me pregunte a donde iré. Abrí la puerta dé la entrada con mucho cuidado, salí, había mucho calor, qué bueno qué traje está camiseta, aparte la traje para qué Ginebra viera mis biceps bien trabajados.
Me subí a mi Ferrari, arranque con dirección a casa dé Ginebra, mi futura novia.
En todo el camino iba nervioso, pensando en qué decir, parecía una colegiala a punto dé perder su virginidad, tamborielaba mis dedos en el volante. No podía estar más nervioso, sentía qué estaba bañado en sudor, y no sólo por el calor qué hacia, prendí el aire acondicionado ya qué afuera no había tanto aire fresco como quería.
Estaba ya en la calle dé Ginebra, sentía qué con cada metro qué avanzaba era un metro hacia el matadero.
Me estacione cerca dé la acera, bajé del auto para dirigirme a la puerta principal dé la casa.
Cuando era niño me encantaba esta casa, aunque era pequeña, se sentía acogedora, siempre jugábamos a los caballeros y dragones. Ginebra y Derek eran caballeros y yo era un teérible dragón, mis robabamos las muñecas dé Ashley, simulabamos qué eran princesas a las cuales debíamos rescatar. Sonreí por el recuerdo. Extraño los viejos tiempos en los qué éramos mejores amigos.
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Mi Rara y Loca Obsesión.
Teen FictionDamon Dale y Ginebra Collins eligieron un mal momento para enamorarse