Apolo & Dafne

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Apolo, el dios del Sol, cazaba en el
bosque cuando se encontró con Cupi-
do, el travieso dios del amor temido
por todos. Apolo, cuando vio sus flechas, le preguntó acerca de lo que
podía hacer con ellas. Con esas flechas, podría cazar grandes bestias, que eran dignas de ser suyas. Cupido sólo debía encender amores con su antorcha, no portar esas flechas. Sus victorias no eran las mismas que la del dios del amor. Además, se burló de las habilidades como arquero de Cupido. Estos comentarios enfadaron al hijo de Venus de una manera insólita. «Esto no quedará así», pensó. El engreído Cupido se acercó a Apolo y le amenazó diciendo: «tu arco lo traspasa todo, pero mis flechas te traspasarán a ti». Tras este comentario, sacó de su aljaba dos flechas, una de oro y
otra de plomo. La flecha de oro provocaba amor a primera vista y la de plomo generaba un odio profundo a quien la recibiera. Con la flecha de
oro disparó a Apolo para que se enamorara de la primera persona que viera. La flecha de plomo la usó contra una ninfa que se encontraba en el bosque. Dafne era una ninfa de los árboles,hija del dios del río Peneo.
Apolo se encontró con ella y se
enamoró al instante. Dafne, en cambio, sintió repulsa hacia él, y también miedo. Por eso, comenzó a correr por el bosque. Apolo, ciego de amor, la persiguió con todas sus fuerzas. Ella sólo intentaba huir para pedir ayuda a su padre. Él, muchas veces, le decía que quería un yerno y nietos, pero Dafne le suplicaba proteger su virginidad.
Apolo veía su pelo, sus ojos asustados, su boca pidiendo ayuda, sus ligeros brazos y piernas, sus delicadas manos. Pero no le bastaba con verla de lejos. La ninfa corría cada vez más, pero Apolo estaba a punto de alcanzarla.
Él gritaba que no era un enemigo, y
que así huían las ciervas de él porque
sabían que las iba a cazar, pero insistía
en que él la perseguía por el amor ardiente que sentía. Le decía que no
quería que se hiciese daño y le pedía
que parara de correr.
Apolo intentaba seducirla diciéndole que era un dios y que con él
siempre estaría protegida. Pero el
amor no surtía efecto en ella, y corrió
como una liebre sin terminar de escuchar su discurso. Su huida resaltaba aún más su belleza. Apolo no podía soportarlo más y sacó fuerzas para conseguir, de una vez, alcanzarla. Ciego y cual lobo persiguiendo a su presa, se alzó sobre su tensa espalda. Ella, rendida, se desvaneció y soltó estas palabras en un último aliento de esperanza: «Padre, por favor ayúdame,haz que pierda la forma que agrada tanto a este ser». En ese momento una fuerza se apoderó de ella y su delicado cuerpo se ciñó con una ligera corteza, sus brazos y piernas se alargaron convirtiéndose en ramas y su pelo
en hojas.
Apolo quedó atónito, la preciosa
ninfa se convirtió en un laurel. Ya no
sería su mujer, pero sería su árbol.
Siempre en su cabellera iría y su aljaba la adornaría con ella. La llevaría siempre con el, sería su guardiana, siempre permanecería joven y conservaría su
frondosidad. Él siempre estaría pendiente de ella. Siempre la amó, y ese árbol se convirtió en sagrado para el dios Apolo.

──𝐃𝐀𝐅𝐍𝐄. «Apolo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora