ㅤㅤㅤㅤUn mes y dos días de vida para mí, fue el tiempo que conte desde que nos vimos por última vez. Estaba sentada sobre el césped a orillas del río Peneo mientras acariciaba a la paloma en mis brazos. Tenía la misma mirada inquieta que siempre, con los ojos bien abiertos mientras deambulaba como fantasma en mis recuerdos sobre él. Para este tiempo ya habría aparecido al menos una vez, pero no tenía noticias de él. La angustia sobre mi pecho era tan grande que me hacía sentir como cuando no lo conocía, ese mismo sentimiento de estancamiento. Mi cabello trenzado no había cambiado, mi vestido era el de siempre y mi cara igual, no había envejecido ni cambiado. Era tan joven y estaba igualita como cuando me vio la última vez.
Murmuré algo entre dientes, ni siquiera me doy el tiempo de recordar de que se trataba pues la imagen de la orilla del río vacío sin compañia de mis hermanas, mi padre y sobre todo de Apolo me deprime. Era como si la vida perdiera impulso. Me puse de pie, el vestido cayo gracilmente cubriendo mis piernas, mis pies descalzos estaban algo sucios por la la tierra mojada a la orilla del agua.
La paloma de mis manos se alejo aleando como una mariposa, la expresión de mis cejas pinto asombro pues sabía que significaba. Mire a mis lados con una cara curiosa y con una urgencia de dislumbrar sus silueta, esperando sus miles de historias sobre héroes humanos y de sus propios logros. Creí que se me iba a salir el corazón cuando no lo vi, quería abrazarme a él y decirle que me encantaba escuchar sus historias sobre humanos y como actuaban, que sus relatos de amoríos no me molestaban. Por entonces era demasiado joven. No me había juntado nunca con mis primos, dioses se hombros anchos y apuesta apariencia, y con mis miles de primas y hermanas, graciles ninfas, cuando hablaban de sus amores.
El pasto se movió, el tintineo de sus joyas en mis oídos y el olor a incienso y limoncillo llego a mis fosas nasales.
— Lamento la tardanza. — Dijo.
Era como si el sentimiento de inconformidad de mi pecho de apagará, como si saber que ya no estaba sola me hiciera más feliz. Corrí a él, con la cara ligeramente ruborizada pero nunca sonreí. Estaba algo enfadada.
Aclare mi garganta y hable, intentando mantener mis sentimientos a raya pues éramos amigos.
— ¿Dónde estuviste?
— Arreglando algunos problemas, no es nada realmente interesante. Siento no poder haber venido a verte pero traje hidromiel y ajuste yo mismo el vestido.
Lo vi sacar de la bolsa que le di lo dicho, una botella de hidromiel seguramente tomada de algún banquete de los dioses y el hermoso vestido que eligió para mí. Si él fue personalmente quien lo arreglo, nunca me lo volvería a quitar.
Tome las cosas en mis manos, la tela suave como la recordaba se deslizaba entre mis dedos, sedosa y con un olor que me recordaba al perfume de Apolo. Estuvo en sus manos, era obvio. Nos sentamos en el suelo, a orillas del río Peneo, mantuve el vestido conmigo mientras bebíamos la hidromiel que me trajo.
Sus labios húmedos por la bebida eran simplemente hermosos, el dorado combinado con su lengua tan rosada como la de un gato. La dentadura perfecta que brillaba por el hidromiel, la mezcla de todo. Negué con la cabeza, resignada.
Era una ninfa no una humana.
— Oye... ¿Te gustan las flores, no?
— Si. — Parpadee repetidas veces. — a todas las ninfas le gustan las flores.
— También los laureles. — asentí. — estuve trabajando en algo todo este tiempo, tal vez en unos días puedas verlo.
Sus palabras avivaron mi alma como una llama que arde en la hoguera, como un rayo de sol contra la piel canela o como los ojos llenos de vida de Apolo. Servi más hidromiel a Apolo y me quedé mirándolo, ¿Habría hecho algo especial? ¿Jacinto y Coronis recibieron cosas así? Pensé, pero simplemente me pareció estúpido. Él y yo no éramos amantes como en los casos de esos mortales, éramos amigos. Aunque si yo tomaba así nuestra relación y él había hecho algo para mí, no me quería imaginar lo que hubiera hecho para Jacinto y la infiel Coronis.
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──𝐃𝐀𝐅𝐍𝐄. «Apolo»
FanfictionEn la era de los dioses, cuando la tierra era joven, Dafne es una dríade, hija del dios del río Peneo. Tal vez hermosa pero sin llegar a opacar a sus miles hermanas, despierta la pasión del Dios del sol que brilla en los cielos, el propio Apolo, qui...