5

215 20 2
                                    



ㅤㅤㅤㅤMire a mis hermanas, sus voces me resultan encantadoras pero sus temas de conversación me abruman. Hablar de dioses y humanos apuestos, no era algo que no pudiera hacer yo pero no pensaría en tal cosa por el simple hecho de que no estaba interesada en los dioses y mi interés a los humanos estaba más dirigido a sus comportamientos. Recordar la piel flacida de sus cuerpos y como se balancea a cada paso que dan me da escalofríos. No podía encontrar la belleza en tales seres.

Me incline un poco sobre el árbol de laurel a mis espaldas, mi espalda desnuda toco la textura de la madera que se sentía como la frialdad de una piedra y los patrones de aquel piso donde me conocí con él hace meses. Negué con la cabeza para liberarme de esos pensamientos, la sola idea de que una ninfa como yo se fijara en un Dios no era digno. Nosotras somos un banquete eternamente joven y hermoso, muy malas huyendo pero que siempre despertara pasiones, éramos las novias divina. Pero a la vez no debíamos serlo, pues nuestro papel era cuidar nuestro al rededor.

Baje la cabeza para mirar mis piernas, la paloma que Apolo me había dado se quedó conmigo todo este tiempo en su ausencia y apenas él volvía ella volaba. Estaba sospechando que era él convertido en paloma o algún sirviente suyo, pero su animal sagrado eran los cuervos no las palomas.
Sentí un brazo sobre mi hombro y como me retorci bien disimulado por la sorpresa de la presencia de la aparición. Cuando me voltee a ver pude ver a una de mis hermanas, Cora, ella igual de radiante como siempre y con su arco y fechas dados por Artemisa, diosa de la caza, para cumplir con su papel de ninfa parte de su séquito.

Me preguntaba que pensaría Apolo si me uno a el séquito de Artemisa y juro virginidad eterna. Seguramente se reiría y me diría que era mala corriendo o algo, igual, el formar parte de las ninfas de Artemisa nunca me resulto algo interesante pues todas eran ninfas alejadas de los humanos y a mí me llamaban la atención.

Era más como una ninfa corriente, "libre" y con "sus propios" intereses, no una cazadora.

— Dafne, te estoy hablando.

La voz de Cora me hizo salir de mi propia realidad y volver a pisar la que compartía con todas ellas. Las miradas de mis hermanas fueron objeto de mi nerviosismo repentino pues las había estado ignorando por pensar tanto.

— Te preguntamos si ya te enteraste del nuevo rumor. Pero estabas tan en trance que nos preocupamos.

— Ah, no. ¿De qué nuevo rumor hablan?

Pregunté con vagez, acariciando la cabeza de la paloma lechosa sobre mis piernas. Algunas de mis hermanas se rieron pues parecía que yo no me enteraba de nada nunca.

— De Jacinto, era una principe espartano del que Febo se enamoro.

— ¿Febo? ¿Apolo, se enamoro de un mortal?

— Si, pero al parecer acabo mal. Laia es la que sabe más del tema, ella espió toda la situación cuando estaba de caza.

Mis ojos y las del restos se posaron sobre Eulalia, sentí como su expresión se torno roja de la vergüenza por las palabras de Cora. Ella se aclaró la garganta y hizo un ademán, era bien conocida por su destreza en el arco y por su increíble melena de color del fuego que llevaba en un moño alto como el sol.

— Según se, Jacinto y Apolo eran amantes, pero Bóreas celoso hizo que Apolo matara al chico al manipular el disco lanzado por Febo.

— ¡Le dio en la cabeza! Imagina en una muerte tan espantosa, mi rostro sería feo.

Una de mis hermanas cercanas a Eulalia se recostó sobre los hombros de la narradora. Su posición detona un dramático quejor que me molesto un poco pero a mis demás hermanas le pareció gracioso. Sabía que un herida como la de Jacinto sanaria en nosotras con el tiempo si éramos lo suficientemente fuertes, pero no creía que era objeto de nuestras risas la desdicha del pobre mortal.

──𝐃𝐀𝐅𝐍𝐄. «Apolo»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora