Deseo

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A pesar de que el sol estaba en su mayor esplendor aquella tarde, no los detuvo para seguir con sus planes, solo se cargaron con el bloqueador solar.

Aquellos días eran los que mejor la pasaba, en la compañía del otro, solos, sin todas aquellas preocupaciones que les cegaban la mente todos los días. Por eso desde ya hace un tiempo que Porchay había estado planeando una salida para los dos, que les ayudará a olvidarse del estrés por un tiempo.

El césped que estaba un poco húmedo, a lo lejos aún se podía escuchar los gritos de diversión de los niños que se tiraban por los toboganes o se columpiaban en los juegos. Los padres los observanban mientras les tomaban fotos.

Kim y Porchay decidieron acomodar aquella manta que había llevado Porchay debajo de un árbol donde pegaba bien la sombra. Kim se sentó en el suelo, mirando en todo su esplendor a su novio, mirando como sus ojos se iluminaban con el sol. Sus pequeñas manos fueron sacando lo que había guardado en aquella canastita. Un poco de comida y un pequeño pastel, a Kim le gustaban mucho los postre, aunque a Porchay no, por eso solo llevó uno pequeño para Kim.

—Deja de mirarme y mejor ayúdame a acomodar eso ahí. —Porchay le extendió unos vasos, Kim los tomó y los fue acomodando en la manta sobre el césped.

Porchay y Kim terminaron de acomodar todo, Porchay se sentó frente a Kim, éste que seguía mirandolo sin despegarle la mirada. Pensaba que, si no fuera por Porchay ya estuviera totalmente perdido dentro de su mente, Kim solía ser sólo él, solía estar solo todo el tiempo pero cuando llegó Porchay a su vida todo aquello había cambiado. Fue como si uno de sus sueños se escapara de su mente para sacarlo de ahí, porque tal vez no lo descubrió hasta más tarde, pero Porchay siempre había sido aquel sueño, ese en el que tenía más de una razón para escapar de su prisión mental.

Kim se quedó mirando como Porchay jugaba con las florecitas, arrancó una con delicadeza, era un diente de león— Vamos, P’Kim. Pide un deseo. —Le extendió la pequeña planta frente a su cara.

—Mhm… —Llevó una de sus manos a su barbilla, fingiendo que pensaba en que deseo pedir— Deseo que mis sueños se hagan realidad —Y sopló, provocando que aquellas semillas al descubierto salieran volando, siendo guiadas con el aire.

—¿Y cuál es tu sueño? —Porchay se sacudió las manos, tomando una fresa para llevarla a su boca.

—No lo sé… Tal vez, mhm, —Miró a su alrededor, arrancó una pequeña flor morada, volteó a mirar a su novio— Mi sueño era que te quedaras conmigo para siempre. —Acomodo aquella florecilla en su oreja, atorandola con su cabello. Porchay sonrió, acercándose para darle un beso a Kim en la mejilla.

—Entonces tu deseo se hará realidad.

—No lo dudo. —subió su mano a la cabeza de Porchay y acaricio su cabello.

Porchay agarra una de las cucharas que estaban sobre la manta y el pastelito. —Ten. —tomó un pedazo y lo acercó a la boca de Kim, este lo aceptó. Kim sin duda jamás se habría imaginado estar aceptando que alguien le diera de comer en la boca, como si fuera un bebé. Pero ante Porchay no se podía resistir a nada— ¿Es bueno?

—Muy bueno. —Se apresuró a contestar a penas tragó el pedazo de pastel. Se lamió los labios, tomando el rostro de Porchay con una de sus manos para acercarlo a él y darle un pequeño beso en la comisura de su boca.

—¡Ey! —Porchay reclamó. Aún no estaba tan acostumbrado a este tipo de afecto en público, aunque no había tanta gente a su alrededor, solo a lo lejos, donde estaban los juegos y los niños junto a sus padres.

—Mira, tienes aquí manchado de chocolate. —le dijo Kim, fingiendo que acercaba una servilleta a su boca pero a último momento robándole otro beso.

—¡Kimhan! —Le gritó de nuevo.

Kim ahogó su carcajada para no terminar siendo regañado por Porchay, pero al final de cuentas no se aguantó y terminó intentando calmar a su pareja para que no lo regañara tanto. Lo abrazó, recostados en el césped un poco húmedo, Kim se aferró al cuerpo de Porchay, atrapó sus labios, volviendo a besarlo, en aquellos besos tranquilos, esos que lograban que todo su cuerpo se descontrolaran, sus corazones.

—Te amo, Chay. —Susurró a su oído mientras acomodaba de nuevo la flor morada.

—También te amo. —Respondió, abrazándolo hasta que se quedaron sin aliento.

Así no pudieran respirar, siempre existiría un aliento para cada uno de los dos, aquel que siempre los delataba en su debilidad. Aquel que jamás podía faltar después de un beso o un abrazo.

We Are Falling In Love - KimChayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora