Daddy| My Little Submissive

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"Aceptación"
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6:00AM

Dormía de lo mejor, todo estaba de maravilla en mis sueños.

Sentía algo que no me dejaba dormir, al abrir los ojos ví a T/n saltando en la cama para levantarme.

Reí leve, suspiré y le tiré una almohada haciéndola reír.

Se puso de rodillas en la cama, se inclinó levmente y comenzó a dejar muchos besitos en mi rostro.

──Ya es un nuevo día ──Dijo sonriendo.

──Es muy temprano aún ──La abrazé acariciando su espalda con mis dedos.

──Al que madruga Dios lo ayuda ──Ella rio.

──Al que madruga Dios le da más dinero ──Dije y le dejé un beso en la frente.

Ella acarició mi mejilla y sonrió.

──Es muy temprano, pastelito.

──Lo sé, pero quiero pasar todo el día contigo ──Me acarició el cuello mientras yo seguía abrazándola──. Te eh extrañado mucho, Aidy.

Reí y le acaricié la cintura.

──Bueno, no importa la hora a la que me despiertes, siempre y cuando sea de esta forma.

──¿Saltando en la cama? ──Ella rió.

──No, prefiero que saltes encima de mí.

Ella se sonrojó fuertemente y reí.

──Me refiero a despertar con tus besos en mi rostro ──Le besé la mejilla.

Ella rió y me miró a los ojos.

──Pero yo quería dar saltitos en la cama, es divertido.

──Te eh dicho que los únicos saltitos que darás serán encima de mí ──La besé callándola.

Ella correspondió al beso.

Me vió sonriendo y se alejó de mí para luego comenzar a caminar hacia el baño.

Pensé que estaba ya arreglada.

──¿Te ducharás?

──Sí ──Ella me miró──. ¿Por qué?

Es tan linda hasta recién despierta.

──Ven, ahorremos agua ──Me levanté y la abrazé de la cintura mientras caminábamos al baño.

Al entrar ella me miró nerviosa.

──Anda, desnúdate ──Dije quitándome la pijama y ella comenzó a hacer lo mismo.

La ví desnuda, con mis marcas en ella; era como una Diosa.

──Te ves... Tan... Tan impresionante....

Ella rió leve y la besé para luego llevarla a la ducha conmigo.

Al entrar, ella abrió la llave, cerré la pared de vidrio de la ducha. De pronto, las gotas de agua caían por el magnífico cuerpo de mí T/n.

Era realmente bella, perfecta para mí, y lo más importante, esa belleza era sólo mía.

En unos minutos ambos nos besábamos y yo le enjabonaba los muslos.

La cargué, ella puso sus piernas al rededor de mi cadera, lo que, inevitablemente, provocó que nuestros sexos chocaran.

Carajo, quería cogérmela, pero también quería cuidarla.