10. Karaoke en el carro de Will

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Holaa! Les aviso que ya está disponible el primer capítulo de la nueva versión, por si quieren ir a leerla, ¡Cuéntenme qué versión les gustó más!

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Me van a llevar a la cárcel.

Todo el camino hacia el consultorio del tío de Will, él me torturó reproduciendo Date la vuelta ¡UNA Y OTRA VEZ HASTA QUE LLEGAMOS!

Además de que no sé conducir, así que casi nos matamos veintitrés veces.

Y lo peor de todo: En cuanto llegamos, lo primero que dijo Will fue:

"—Tío Andrei, esta chica me metió su dedo en el ojo y después me echó perfume, sin contar que casi nos mata de camino hasta aquí. ¿Qué hago?"

Juro que casi me muero en ese momento cuando el tío oftocolnológico me mandó con Iver —para los sin-cultura, es un personaje de Etéreo— al mirarme.

No puedes culparlo, casi dejas ciego a su sobrino.

Además de que estuvimos como dos horas fuera, ya que como los lentes de contacto de Will se echaron a perder por culpa del delicioso sushi, fuimos a comprar unos nuevos, pero esta vez no de contacto.

Hasta ahí bien, pero el señorito no se decidía. Todo para que al final, escoja unos lentes negros rectangulares pero ovalados de los lados, muy grandes, que eran LOS PRIMEROS QUE VIO. Todo para tenerlos guardados en un estuche porque no le gustan.

Y lo peor de todo: Aún conduzco yo.

Literalmente le SUPLIQUÉ a Will que él lo haga, pero el pobre apenas si puede ver con el ojo izquierdo, y se ha estado quejando TODO el camino. Imbécil.

Pero admito que no se ve tan mal con lentes...

¿Cómo así?

¡Pues es la verdad! Su nariz la hace ver estúpidamente perfecta —a diferencia de la mía—, y su mandíbula ligeramente marcada. Y lo peor es que al imbécil le vale, porque no se ha puesto los lentes desde que se los compró, y no para de repetir que odia cómo se le ven.

—¡Apúrale, tortuga, que tengo sueño! —Will se queja con la capucha de su sudadera cubriéndolo hasta los ojos.

—Creo que deberías ponerte los lentes, ¿no crees? Para que te deje de doler la cabeza—ofrezco.

—No, gracias, estoy bien sin ellos.

Sí, claro, y yo soy Taylor Swift.

—Ay ajá. ¿Cuánto aumento tienen?

—Oye, Heather, no los nece...

—¿Cuánto aumento tienen? —Lo interrumpo, remarcando cada palabra.

—¿Quieres poner música? —cambia de tema.

—Will...

—Uno tiene cuatro punto cinco, y el otro cinco —admite, quitándose la capucha.

El chico que me regaló la luna | OLD VERSIONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora