🤯🤯🤯Capítulo 18🤯🤯🤯

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El plan de Lord Borya era perfecto. Gracias a él, por fin alcanzaríamos la paz definitiva. La Undécima Estrella controlaría todas las mentes del país. Acabaría con el odio, con el rencor, con los prejuicios y los deseos de venganza. Todos viviríamos en un mundo perfecto donde se cumplirían todos nuestros más salvajes deseos. Para poder lograrlo, necesitaríamos de una gran cantidad de energía demoniaca, o ashé. Le pregunté a mi lord Borya si el ashé era como el rakna. Él me respondió que el ashé es la contraparte del rakna. Uno era energía positiva y el otro era negativa. Entonces, yo me pregunté si el ashé era algo maligno. Sin embargo, mi lord me explicó que la maldad ni la bondad tenían nada que ver. Simplemente eran dos energías contrapuestas. Como el ying y el yang.

Capítulo 18

Así como cuando en tu primera fiesta de disfraces descubres la más grande traición.

La fiesta de disfraces del Colegio Real era uno de los eventos más esperados. Se solía celebrar entre finales de febrero y mediados de marzo, dependiendo de las fechas del carnaval de la ciudad.

Estudiantes, profesores, funcionarios y hasta padres de familia, asistían a una noche de caras irreconocibles, colores vivos, creatividad, baile y por supuesto, maicena.

Como encargado del museo, Ezequiel era el responsable de adecuar la sala principal para la fiesta de disfraces. Sin embargo, él no era muy creativo y para ser sinceros, creo que a él no le apetecía, así que al final fueron un par de profesoras de arte las que decoraron el lugar para la ocasión.

Cuando Katy y yo entramos, quedamos boquiabiertos. Había una orquesta de músicos en una pequeña tarima, todos disfrazados como garabatos—un personaje del carnaval de Barranquilla, cuya leyenda contaba que él derrotó a la muerte con un baile—, quienes cantaban y bailaban al ritmo de salsa.

A nuestra izquierda, había un bar de Harry Potter, donde servían cerveza de mantequilla y al lado una mesa llena de grageas, esos dulces que se mencionan en los libros y en cuya caja se leía «20 sabores asquerosos originales».

¿Si como una gragea, saldrá el sabor a vomito? Me pregunté. Con mi mala suerte, a lo mejor que sí.

Al otro lado, vimos que se había levantado una pequeña escenografía que evocaba a un estudio de cine, con suelo pintado con aros negros y blancos, lleno de dummies pop de personajes de las películas de Tim Burton: Edward Manos de Tijera, Beatlejuice, Vincent, Jack Skellington, El Cadáver de la Novia y el Sombrerero.

La mitad de esos son Jonny Deep.

Muchos se tomaban fotos en la escenografía burtoniana. Haciendo caras o pretendiendo hablar con los personajes de las películas.

Y la cereza en el pastel de la decoración, era la capa de espeso humo que se arrastraba por el suelo.

¿Y cuáles disfraces llevábamos Katy y yo? Pues yo fui disfrazado de Peter Pan y Katy de Campanita. Ella se veía adorable. Con su vestido de tutú verde, su varita con estrella en la punta y sus delgadas alitas transparentes.

Mi madre no pudo asistir. O para ser más preciso, no quiso. Se supone que ella debía hacerse cargo del bar de Harry Potter. Pero según ella, no valía la pena, pues tendría que vigilar a adolescentes y no disfrutaría la fiesta. Así que ella me deseó que me divirtiera, se sacó de la manga una excusa de que estaba enferma y su jefa le creyó. Fin.

—¡Bienvenidos! —Alguien nos gritó apenas entramos. Ambos pegamos un respingo por la sorpresa.

Era la profesora Beatriz en su disfraz de Monocuco, un personaje del carnaval de Barranquilla, que usaba una capucha que cubría la cara, como verdugo. Dicho disfraz se remontaba a le época colonial de Cartagena, pues en los juicios de la Inquisición, quien hacía las veces de verdugo protegía su identidad con una indumentaria muy parecida a la se conoce como Monocucos.

El Chico Milagro [Wattys 2023]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora