Visita nocturna

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— ¿Shawn? -lo llamo, abriendo la puerta para encontrarme con él. Usa un suéter azul usado, con unos vaqueros negros y tenis deportivos. Sus ojos me observan de pies a cabeza, su rubio cabello se asoma por el gorro de su sudadera. Sus mejillas están levemente rojas y sus ojos hinchados.

— ¡Alice! -dice mi nombre como un niño pequeño. Una gran sonrisa se dibuja en sus labios, extendiendo sus brazos hacia mí para luego querer acercarse para abrazarme.

— Espera, ¿que haces? -pregunto, intentando quitarmelo de encima y haciéndolo a un lado. Shawn hace un sonido extraño con su boca y como si fuera un niño berrinchudo se aleja de mí.

— Mala... -dice con voz ronca y el entrecejo fruncido, pero en seguida vuelve a sonreír— Mi mala -añade con alegría, extendiendo los brazos de nuevo, pero ahora para entrar a mi departamento.

— ¿Tú qué? -pregunto con sorpresa. Viéndolo tirarse en el sofá grande, sonriendo con alegría como si el verme le divertiera.

— Mi mala... Alice, mi mala -vuelve a decir con voz ronca, lamiéndose los labios al verme. Hecha su cabeza para atrás, descansando su espalda en el respaldo del sillón, logrando que su gorra se caiga y me mire de reojo.

— Que mierda -murmullo para mí misma.— ¿Estás borracho? -pregunto, sin creer el estado en el que se encuentra.
Shawn se estira en el sillón, sin responder a mi pregunta.

— Voy a hablarle a Brith -digo, caminando a dónde está mi cama, pues había dejado en esta mi celular, pero el me detiene.

— Nooo, estoy bien -dice, intentando levantarse.

— No lo estás -le corrijo.

— Si lo estoy -contesta retandome.

— Shawn -lo llamo molesta. Él ha dejado de sonreír, mirándome desde donde está para luego volver a tirarse en el sillón.

— Solo necesito agua y ya -contesta. El tono de su voz a cambiado al igual que su actitud. Su rostro se muestra serio y molesto, es como si cambiará de personalidad.

Antes actuaba como un niño mimado, pero ahora... ahora es como si fuera él mismo.

Dudosa lo observo de pies a cabeza. Dándome cuenta de que apesar de que usa una sudadera grande en la parte trasera de su cuello se llega a notar uno de sus tatuajes, de color negro.
Sus ojos oscuros me observan, dándose cuenta de que lo estoy mirando. Una sonrisa juguetona se dibuja en su rostro, logrando que mi corazón se detenga por un momento.

— ¿Que tanto miras? -pregunta coquetamente. No muestro ninguna reacción en mi rostro, pero si rezo para que mis mejillas u orejas no se pongan rojas. Desvió la mirada y comienzo a caminar a la cocina.

— Te traeré agua y luego te vas -digo con voz neutral, entrando a la cocina sintiendo su mirada en mí. Y estoy casi segura que me analiza de pies a cabeza como yo lo hacía antes con él.
Saco un vaso de vidrio de la alacena y abro el refrigerador, para sacar una jarra de agua fría que había puesto antes de dormir para en la mañana hacerla de algún sabor.

Sostengo el vaso con fuerza, sintiendo como se va enfriando por lo helado del agua. Escucho unos pasos acercándose lentamente, no necesito mirar por sobre mi hombro para saber que es él el que se acerca.
Dejo la jarra a un lado. Tomando el vaso para girarme y dárselo, pero una voz me detiene.

— No te gires -me dice con voz ronca y autoritaria. Siento mi sangre congelarse al escucharlo hablar así, y los vellos de mi nuca no tardan en erizarse.

Sin tener el control de mi cuerpo termino haciéndole caso. Una vez más siento su mirada detrás de mí, no entiendo el porque mi mira hasta que comprendo algo.

No te enamores. Solo tu puedes romper mi corazón. [Secuela de DNAC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora