Primer día

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Apoyado con mis brazos sobre la baranda del puente veía achicarse las siluetas de mis padres y dos compañeros del colegio, (uno de ellos me hacía gestos obscenos para hacerme reír, el otro me había dicho que tenga cuidado con las chicas) de vez en cuando agitaban las manos en el borde de la dársena. También los saludaba y se me humedecieron los ojos, pero estaba contento cuando se habían vuelto tan diminutos que consideré la etapa terminada, para así poder dedicarme a explorar los corredores y estudiar a mis compañeros de viaje. No había chicos de mi edad, eran todos grandes o muy grandes, algunos niños pequeños, los oficiales del barco que iban y venían hablando con los pasajeros y me saludaban sonriendo en italiano porque sabía que era un chico que viajaba sólo y que tenían que ocuparse un poco de mí. Por un momento me sentí terriblemente solo y tonto en ese lugar tan poco familiar, no tenía con quién hablar, iba y venía sin saber dónde ir, volvía a apoyarme sobre la baranda del puente de popa y me entretuve mirando cómo la tarde caía. Me calmé mirando las líneas blancas que dejaba el barco en el agua oscura. De la ciudad quedaba un relieve borroso e ínfimo en el horizonte y el cielo inmenso iba oscureciendo. Empecé a sentir frío, desperté de mi trance y me dirigí a mi cabina cruzando la pileta vacía, el bar y un salón. Un largo pasillo me condujo al camarote. Allí estaba mi compañero con el que compartiría el viaje, con su valija abierta, un señor de edad que tosía y carraspeaba todo el tiempo. Ocupó la cama de abajo , la que yo quería, pero él llegó primero. "Me cuesta subir" dijo sonriendo resignado con un acento raro, parecía francés. Me entretuve hablando con él mientras ordenábamos nuestras cosas hasta que me recosté y quedé dormido en la cama de arriba. Sentí que me sacudían el brazo. Era el francés que me avisaba que era la hora de comer y había que subir en cinco minutos. Me había demorado, y cuando llegué al comedor un tipo de negro me indicó la mesa que me habían asignado. Me avergoncé. Era el único que faltaba para completar la mesa de seis. Los cinco me miraban y creí haberme puesto rojo como un tomate. Me senté al lado de un hombre que parecía sólo. A mi derecha había una pareja de edad y enfrente parecían jóvenes casados en viaje de luna de miel. Todos estaban sonrientes y llovían las preguntas, tan chico y viajando sólo etcétera , odiaba aquel momento.El señor a mi izquierda se presentó como Joan, también se fueron presentando todos. Enseguida Joan me resultó un tipo simpático. Le noté un acento raro, claro, era español y bajaba en Barcelona. Todos se cruzaban comentarios, los de mi derecha parecían ser alemanes pero hablaban bien castellano. Yo permanecía callado, mirando por detrás del mechón de pelo que caía en mi cara, no entendía la mitad de las cosas que se decían, hablaban entre ellos, a mí me ignoraban. El único que advertía mi situación de perdido era Joan. Me hacía preguntas, posando su mano sobre mi antebrazo, apretándola cada vez que hacía hincapié en algún detalle. Me dió confianza, una corriente extraña que me transmitía, un lazo de simpatía entre él y yo, además mucho de sensual en ese gesto.
Los platos se sucedieron, primero pasta, luego carne, no daba más , ya aliviado iba perdiendo la timidez, atreviéndome a mirar a los ojos y luego hablar y hasta reírme sin saber de qué. Después del postre quedamos solo Joan y yo, el resto iba dejando el comedor. Se iban para el salón.
"_...Una pena que no veo niñas, te vas a aburrir así", me decía mientras miraba las otras mesas. Me encogí de hombros:
"_Yo nunca me aburro".
Nos levantamos pues nos estaban apurando para que nos fuéramos, el personal tenía que guardar y limpiar.
Pasamos por el salón, Joan prefirió ir al puente de popa para contemplar la noche. Lo acompañé, preferí hacerlo antes que sentarme sólo en algún sillón. Corría una brisa fresca bajo un cielo estrellado. Me acodé en la baranda para recibir la brisa en la cara.
"_Si mi hijo estuviera aquí te hubiera agradado conocerlo", dijo acodándose a mi lado, tan cerca que sentía su aliento.
"_Porqué no lo trajo"?
"_Es que viajo para verlo. Es también guapo como tú... aunque tú lo eres más, creo." Lo miré para ver si estaba bromeando. No me creía guapo, no soy ni alto, ni bajo, más bien delgado, cara de niño melancólico, sabía que muchos hombres me miraban, que de alguna manera les atraía. Tal vez eso era mutuo pues me sentía más cómodo con un hombre grande que con chicos de mi edad.
"_Lo debe extrañar supongo"
"_Imagínate. Casi un año que no lo veo.
Me imaginaba entonces que debía estar separado, pero no me atreví a preguntarle. En cambio yo le contaba el motivo de mi viaje.
"_Eres muy valiente de viajar sólo...yo, a tu edad no me hubiera atrevido".
Me encogí de hombros:
"_ Me gusta la aventura".
Quería preguntarle si en su camarote estaba sólo o si tenía compañía, pero no sabía cómo decirlo.
"_ En mi cabina hay un señor que tose y hace ruido con la garganta, a cada rato, y me ganó de mano porque se instaló en la cama de abajo", dije, y agregué tímido: "Con usted hay alguien?"
"_ Dime tú... Estamos? Si. Hay un compatriota mío, bastante agradable según me pareció".
"_Bueno. Tú. Ah qué bueno".
Hubiera querido que me diga " nooo, estoy sólo, ven múdate ya mismo". Mala suerte.
"_Oye... Creo que eres algo pícaro, pero está siendo un poco fresco para quedarse aquí. Me tientas...y no quiero portarme mal contigo".
Joan se incorporó y pasó su mano sobre mi cabeza sacudiéndome el pelo.
"_Me voy a dormir... Estoy muerto". Se había hecho, sin darnos cuenta, muy tarde.
Lo saludé y me quedé un buen rato más caminando por el puente, el balanceo del barco era apenas perceptible. Confundido, me quedé pensando en lo último que me dijo. El negro cielo tachonado de estrellas parecía venirse encima mío. Decidí bajar a mi camarote. Pasé por el bar frente a la piscina, crucé el salón. Había música y gente, pasé sin hacerme ver y bajé por la escalera para tomar el largo pasillo que conducía a mi camarote. El tipo roncaba, como me había imaginado.
Tardé en quedarme dormido, no dejaba de acariciarme hasta que me calmé.

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