Me decidí al fin, corrí la manta destapándome, y tanteando en la oscuridad me levanté. Tenía mi short en algún lugar en el piso,lo busqué en la oscuridad ya que ni sabía adónde estaría la llave de la luz. Igualmente lo encontré gracias a la claridad que se filtraba por debajo de la puerta, estaba aún mojado. Y así sólo con mi traje de baño fui a mi camarote caminando descalzo por el pasillo desierto.
No estaba feliz. Debía ser porque me entregué con ganas, tanto así para terminar despertándome en la soledad de un cuarto extraño. Habíamos cogido tratando yo de simular experiencia y hacer lo mejor para gustarle, y sintiendo por parte de él que también se esforzaba en no lastimarme. Fue un juego intenso, hubo un largo momento en que me sentí como si fuéramos uno, acostumbrándome a sus movidas y escuchando su voz ronca en mi oído creía estar en algo parecido a un paraíso.
Bajo la lluvia de la ducha el fluido de la follada aún se escurría entre mis nalgas. Estaba dolorido, dos veces fueron, o más? Creo, pero no lo sentía tanto, menos que esa sensación de haber sido abusado, no en aquel momento, sino ahora que me estaba aseando y quitando los fluidos que habían cuajado en mi piel. Y al fin todo lo sucedido había terminado por gustarme, en qué extraña zorra en celo me habré convertido?
En vez de vestirme, después de secarme con la toalla subí a mi cama y me tapé con la manta, era el lugar para seguir gozando de lo vivido anoche hasta quedarme dormido.Me desperté cuando entró mi vecino, canturreando y haciendo ruido. Me senté en la cama y me desperecé. Se sorprendió al verme. Creyó que estaba sólo de verdad y que me había quedado en tierra. Me dijo que estaba listo el almuerzo y que si me apuraba llegaba a tiempo. Me levanté, lo saludé y me vestí rápido.
Y llegué justo. Estaban todos en la mesa y ya con el primer plato que es siempre sopa, y que no me importaba si la salteaba."_De qué te disfrazarás esta tarde?, preguntó Joan.
"_Cómo?"
Entre todos me explicaron que al cruzar el ecuador se hace una fiesta, como una especie de bautismo que le llaman y hay que disfrazarse.
"_Te eligieron para escoltar al rey y la reina del mar", siguió explicándome Joan bromeando. "Así que tendrás que disfrazarte, sí o sí".
Tenía que elegir un disfraz. Y de qué?
No quería. No me sentía bien. Tenía vergüenza de estar allí con mis compañeros de mesa, como si ellos supieran mi aventura con el cocinero. Me dolía, estaba incómodo, tenía el vientre irritado, sentía urgencias para ir al baño...
Al final, sin decir nada me levanté. Joan se fijó en mí con cara de preocupación:
"_Te pasa algo?"me preguntó.
"_No... ahora vuelvo ".
Me fui y bajé por la escalinata que da al puente donde está la piscina.
Caminé hasta la parte más delantera del barco, donde estaban los contenedores, a veces separados por pasillos estrechos. Estuve un buen rato apoyado en la baranda mirando el mar con la mente en blanco.
Quería irme. Volver a casa. Podría un helicóptero venir a buscarme y llevarme a casa? Me reí por dentro porque eso nunca sería posible, por más que le dijera al capitán que me sentía enfermo, aunque no tenía ese aspecto. Decidí volver a mi camarote, el sol era demasiado fuerte, casi de fuego.
Me crucé con dos hombres, marineros, por el estrecho pasadizo entre los contenedores y el mar. Uno de ellos me dijo algo en un idioma raro. Saludé de vuelta y percibí la risa de ellos detrás mío. Seguí, pensando en lo que habrá querido decir el tipo, y me aseguré mirando a un costado, de que no me seguían.
De quién era la culpa de lo que me estaba pasando, me dije. Sólo mía, claro.
En vez de ir con Joan en la excursión a esa montaña con una estatua gigante desde la que se veía en miniatura toda la ciudad, me colé con Bernard y sus amigos para recorrer el distrito de putas. En la playa fui yo quien tenté al belga, y el beso fue también mío, él empezó pero yo lo seguí, quedé prendido sin voluntad para separarme. En el bar él no me obligó a tomar esos tragos algo fuertes, demasiado para mí que soy de tomar coca, aunque se regocijaba de verme así.
Miré para atrás asegurándome de que no me seguían y llegué a la parte del puente dónde había algunos pasajeros, pocos debido al fuerte sol, entré a una sala para bajar y continuar por el pasillo que conducía a mi camarote, pero un llamado me detuvo.
Era el oficial Ludovico.
Se acercó, como siempre se acerca cuando me ve, esta vez con gestos y palabras sonoras (era italiano pero entendía) para recordarme que tengo que elegir el disfraz para más tarde en la ceremonia esa, la del bautismo, Neptuno... Las sirenas ...y no sé qué más.
Como soy uno de los pocos chicos que hay es importante que vaya, de pirata me sentaría bien. No tuve otro remedio que seguirle, él se encargaría de disfrazarme.
Mi humor cambió cuando habiéndome cambiado y puesto el short de baño, Ludovico me pintaba con una especie de tiza blanca un esqueleto en el cuerpo, una calavera en la cara, sobre un fondo oscuro, algo así como era Coco. Se había tomado mucho empeño, era muy minucioso en sus trazos, quedando sus manos siempre demasiado prendidas en mi cuerpo. Viejo baboso. Lo dejaba hacer, y yo, chico puto, no lo rechazaba.
Pero ya otra vez me había puesto alegre, se me olvidaron las penas, ya no quería más que me busquen con el helicóptero por lo que le quedaba agradecido sin decírselo. Con una capa negra en mi espalda estaba listo para formar parte de la escolta de los reyes del mar.No entendía nada, pero es la costumbre en los barcos cuando se cruza el Ecuador.
Ya caía la tarde, el cielo parecía de color naranja y el mar estaba calmo, el barco se balanceaba apenas, casi no se notaba. Sería aburrido describir la ceremonia, algunos al final se tiraron a la piscina, yo no, quería conservar la pintura en mi cuerpo, estaba demasiado bien hecha, y me quité la capa, que no me gustaba, aunque tenía el aspecto poco parecido a un pirata, muy tierno y melancólico con esa cara, pero a los demás les gustaba, tanto es así que me quedé así hasta la noche incluida.
Hasta entonces no había reparado en una chica, de más o menos mi misma edad, se llamaba Annie, además compatriota y vecina, llevaba una bikini y tenía lindo cuerpo. Aunque me sentía turbado más bien por el cuerpo de Joan, las manos del oficial o lo sucedido con el belga Bernard, que por la bikini de Annie. En ese viaje mi estado de turbación era constante: estaba siempre caliente, debía ser por el aire marino o por las hormonas que me circulaban? Le había caído bien a la chica aunque para ella yo era un borreguito sin físico, lampiño además, bueno sí, algo lindo. Estuvimos de a ratos junto a la piscina hablando, ella mirando a su alrededor esperando que aparezca desde cualquier rincón el Adonis de sus sueños y dejar de perder el tiempo conmigo. De todas formas pensaba en algún momento sacarnos un par de fotos juntos para mandar a mis amigos e impresionarlos.
La noche era tibia y la cena se hizo afuera, cerca de la piscina. Algunos quedaron con sus disfraces puestos, parecía que más tarde iba a tener lugar un baile de disfraces. Con la perspectiva de tener que bailar con Annie decidí que no iba a pisar el salón.
"_Vamos, no seas cabronzuelo," me decía Joan, quién también había guardado su disfraz, "_Esa niña con quién has estado no tiene pareja y estará esperando bailar contigo". Me encogí de hombros, convencido de que no era cierto. En algún momento le explicaría, pero tendríamos que estar solos, sería lo mejor, me dije.
Cuando vi a Bernard, acomodando los distintos platos fríos en la mesada larga. Sentí un nudo adentro mío, y como que se me aceleraba el corazón. No quería que me viera, aunque íntimamente deseaba que me busque, observé que paseaba su mirada alrededor de los presentes y afecté ignorarlo atendiendo con interés a lo que Joan estaba diciendo. Qué quería mostrarle con mi actitud, aún no lo sé.
"_Allí está tu amigo..." me dijo alegre Joan , interrumpiendo su charla y señalando al cocinero, claro, ignoraba todo lo que había sucedido entre él y yo el día de ayer, y ni pensaba que había estado con él durante toda la noche.
Simulé no haber escuchado y me puse a mirar para otro lado, pero así y todo percibí la mirada del belga que pesaba sobre mí. Decidí seguir entonces a Joan y su amiga Rita al salón contiguo, dónde ya había música y algunos bailando.
En la oscuridad mezclada con el juego de luces una mano se aferró a mi antebrazo y me arrastró en el medio donde estaban bailando.
"_ .. Bello pirata..." Exclamó en voz alta y me rodeó la cintura y se pegó a mí. Era el oficial Ludovico que ya debió de haber tomado unas cuantas cervezas. Me obligó a seguir el ritmo de la música junto a él (le gustaba el jovencito pintado por él con sus manos bien prendidas en su cintura). Me reí y le seguí el juego hasta que se separó y se reunió con otra gente, había pasajeros que subieron en la última escala, eran muy bulliciosos y fue a saludarlos. Aproveché para salir de allí y quedarme al margen del barullo. Vi a Annie que se estaba aburriendo en un rincón, al lado de lo que suponía ser su madre o su tía. Era linda la chica, en un momento tuve un impulso para acercarme, pero renuncié por timidez a que me rechazara. Decidí entonces irme de ese bullicio y pasear por el puente antes de regresar a mi camarote.
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El Viaje
Short StoryUn relato del primer viaje que hice solo, cruzando el océano en barco para conocer a mis abuelos. Sin la presión de mi familia, mi personalidad se desarrolló de una manera poco previsible. No hay nada que no sea mío.