En alta mar

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Éramos unos cuántos en la sala los que estábamos esperando al oficial Ludovico para que nos guíe. A pesar de lo temprano que era había decidido no perderme la visita guiada al barco. Acababa de levantarme y debía tener una cara de sueño que hacía reír a Annie.
"_Te caíste de la cama"? me preguntó risueña.
"_ No me quiero perder de ver los motores y verlo al capitán manejando el timón".
"_Te crees que es un barco de piratas y que hay un pata de palo manejando el timón"? Siguió con ese tono de burla que hizo que le mirara con cara fea.
El oficial llegó y saludó a todo el mundo. A mí  me abrazó, él no esperaba que estuviera allí.
"_ Siete i benvenuti!" , saludó alegremente y comenzó a guiar la recorrida.
Annie tenía razón, la sala del comandante era puro instrumental, ningún pirata manejando, pero abajo, donde están los motores, eso sí que me gustó.
Ella me tenía tomado de la mano, hubiera preferido que fuera la de Joan pero le dí el gusto de dejársela. Ludovico se ponía siempre muy cerca y de vez en cuando mientras explicaba dejaba su mano sobre mi hombro o en mi cintura, me agradaba eso y no me alejaba, aún cuando una vez su mano se había ido más abajo.
Un marinero reemplazó al oficial para explicar el funcionamiento de las turbinas, seguramente debía estar en eso, pero lo hacía más que todo con gestos, según oí era turco y hablaba mal lo que no era su idioma. Tenía la cabeza rapada y unos brazos gruesos llenos de tatuajes. Me atraian esos brazos y trataba de estar al lado suyo mientras explicaba. Se dió cuenta de mi curiosidad y me sonreía divertido. Le devolvía la sonrisa y cuando terminó la recorrida me puse triste al verlo irse y desaparecer por una de las puertas del fondo. 
Me fijé bien por qué puerta se había ido, quería volver a verlo.
El oficial volvió a hacerse cargo del grupo agradeciendo al marinero.
Joan estaba muy concentrado en las explicaciones y no entendería que lo que más me había gustado eran los brazos tatuados y el intercambio de sonrisas que había tenido.
Menos aún Annie que en algún momento susurró que solía estar demasiado sola en su camarote, era cuando me mostré interesado en lo que decía el guía. Echaba de menos a Guillo, le hubiera gustado la recorrida y me preguntaba porqué no vino con el padre.
La recorrida había terminado. Quedé rezagado en el grupo porque mi intención no era la de subir a cubierta, sino de quedarme apartado.
Quería explorar lo que había detrás de aquella puerta por donde había desaparecido el turco.
Apenas me aseguré que nadie prestaba atención a lo que hacía me dirigí hacia la misteriosa puerta. La abrí, daba a un largo pasillo con poca iluminación. Cerré con cuidado para no hacer ruido. Tenía miedo de que alguien viniera.
No tenía nada que hacer allí pero me obligué a no echarme atrás. Seguí avanzando hasta llegar a un sector más iluminado que se abría.
Me detuve porque de allí venían voces, dos o tres que hablaban y se reían. No quería ser descubierto y decidí pegar la vuelta, cuando desde donde había venido escuché pasos. Traté de buscar un lugar para  ocultarme pero hice un ruido pateando algo. Las voces de callaron. Los pasos se acercaron y se detuvieron donde estaba. Era un hombre grande con un overol azul que me miraba con asombro y me preguntó algo que no entendí, seguramente qué es lo que hacía allí. Me incorporé y traté de explicar que me había perdido, claro inútilmente. No parecía enojado, más bien me miraba divertido y les habló a los demás que celebraron con risas.
Ya rendido me mostré avergonzado. Uno de ellos era el turco de brazos tatuados que estaba sentado frente a una mesa baja, más otro que estaba enfrente suyo y tenía bastante el aspecto de un chino. Estaban jugando con dados. Había además papeles y billetes sobre la mesa. El turco me reconoció y abrió los brazos haciendo gestos para que me acercara.
Avancé y quedé a su lado preguntándome a qué estaban jugando. El hombre que me descubrió también se acercó, arrimó un cajón y se sentó incluyéndose al juego de dados que debía ser con apuestas. Pronto perdí totalmente el miedo y apoyé mi cuerpo en el hombro del turco, admirando de cerca los tatuajes de su brazo. Jugaban entre enojos y risas, como si yo ya no existiera y seguí el juego buscando acomodarme sobre una de sus rodillas. Me gustó cuando apoyó su mano sobre mi muslo. Me dió un poco de su calor junto con su cuerpo, ya que empezaba a sentir algo de frío, había mucha diferencia con el clima de afuera. El chino le dijo algo por lo bajo y retiró su mano. Los billetes y los dados circulaban de rincón en rincón en la mesa en medio de gruñidos de satisfacción y reclamos, hasta que el de overol azul dio por terminado el juego, juntó su parte y se levantó dando una especie de orden. Debía ser el que mandaba de los tres.
El turco también se levantó alzándome y dejándome sobre mis dos pies. De mala gana me separé de él. Me sentía tan bien como me hallaba. Tomó un pedazo de papel e hizo unos garabatos con un lápiz para después ponérmelo en la mano guiñándome un ojo. Era como un laberinto con un número: 27. Enseguida capté que me señalaba el número de su camarote y cómo llegar. Los tres dejaron el recinto y el hombre de overol me señaló el pasillo que conducía a una escalerilla. Por allí debía subir para llegar al sector que me pertenecía. Casi como un golpe recibí la diferencia de temperatura por el calor que hacía afuera.
Cuando Guillo me vio pasar me gritó desde el agua. Corrí a cambiarme y al rato estuve jugando en la piscina con el niño, que se reía como loco.
"_Te habías perdido", dijo Joan cuando salí y me senté empapado a su lado. Se refería a la excursión en el barco, claro, de repente no me vio más.
"_Fui  a explorar", le dije. " Me metí por una de las puertas y me encontré con el marinero que explicaba los motores".
"_ No se le entendía nada de lo que explicaba, señaló  catalán.
"_ Jugué a los dados con él y dos otros y gané plata", le mentí.
"Pero se la dejé a ellos, qué iba a hacer yo con esa plata... "
"_ Es verdad, acá no la necesitas... pero qué se te dio por  ir allí? preguntó curioso.
Seguí contándole: " el turco de los brazos tatuados me invitó a su camarote... a seguir jugando".
"Epa... te acompaño entonces, no quiero que te aventures sólo por allí con ese hombre".
"_Porqué? Soy grande. Tengo dieciocho".
"_ No los tienes... apenas 16 y pareces aún menos, un niño." Creí enrojecer.
"_Es mi vida", le dije simulando estar ofendido.
"_Okéi".
"_ Además no nací ayer.."agregué.
"_Claro que no, pero recuerda que estás bajo el cuidado del personal de la compañía, no le traigas dolores de cabeza".
Me levanté y volví al agua, Guillo me venía llamando desde un buen rato. No estaba yo de buen humor debido a las advertencias de Joan. Pero enseguida encontré el gusto de jugar con el niño que tenía una pelota y nadie jugaba con él.
Por la noche decidí hacerle caso al catalán. Tenía razón, era muy arriesgado ir sólo por esas partes del barco. A quién acudir si me pasara algo. Me quedé con él y su grupo en el salón jugando Bingo. No me divertía. Por suerte encontré a Guillo que tenía muchas ganas de ir a la sala de juegos y jugar al metegol, y aproveché para acribillarlo a goles y hacerlo enojar.
Cuando el papá pasó a buscarlo, comenzaba el baile en el salón de al lado. Salí a  cubierta, aunque hacía calor encontré agradable sentarme al lado de la piscina. Y enseguida volví a pensar en la invitación del marinero de los brazos tatuados. Saqué el papelito que tenía guardado en el bolsillo y lo estudié. No debería ser difícil encontrar, había que seguir por el pasillo por donde había entrado, cuando llego a la T doblar a la derecha... La cuarta puerta, la número 27.
Me decidí. Cuidando de no ser visto bajé por la escalerilla que lleva al gran espacio donde están los motores. Ya conocía la puerta por la que tenía que entrar. A pesar de la oscuridad que reinaba la encontré enseguida. El pasillo estaba apenas iluminado y cuando llegué al lugar donde habíamos estado constaté que no había nadie. Volví a mirar el papelito. Iba bien, faltaba seguir de largo, llegar a la T y doblar a la derecha. Sentí mi corazón que rebotaba, y si me volvía? No, sigamos. Me detuve para poner atención a un chirrido como de ruedas oxidadas de un carrito que se iba acercando. Volví sobre mis pasos y encontré un rincón oscuro. Aguardé allí a que el hombre que empujaba el carrito pasara muy cerca mío, y cuando estuvo lejos seguí por el pasillo hasta llegar a la T. Allí, a la derecha estaba la puerta del camarote, a unos metros, pude leer el número 27. Cuando estuve allí  vi que por debajo se filtraba luz y quedé delante sin atreverme a hacer nada, como paralizado. Se oían voces de adentro. Presté atención y pegué la oreja a la puerta. Había dos que hablaban, uno era mi amigo y el otro reconocí la voz del chino. Discutían. No me atreví a golpear, esperaba hallarlo sólo. No haría otra cosa que molestar e interrumpir sus asuntos. Pensé en golpear así y todo, los saludaría y diría que vendría en otro momento, qué podía pasar de malo? 
Pero nuevamente escuché el chirrido de aquel carrito. Se acercaba rápido, parecía que venía más liviano.
Tuve miedo de estar allí.  Y eché a correr, pero en sentido contrario al carrito que venía,  por un pasillo oscuro que no conocía. Choqué contra un hierro y el piso que cedió, no había más nada bajo los pies. Rodé por una escalerilla y golpeé mi cabeza al aterrizar. Quedé atontado un minuto y me quejé en voz alta del dolor en una rodilla.
No pasé desapercibido: dos o tres tipos me rodearon al toque. Uno se arrodilló a mi lado y me habló en un idioma raro. Dije algo en mi idioma y se acercó un hombre que parecía conocerlo. "Te lastimaste amigo"? Y le mostré la rodilla ensangrentada. Los otros dos hablaron entre ellos y se rieron.
"Ven, apóyate en mi", y me alzó pasando un brazo mío sobre sus hombros. "Vamos a la enfermería, creo que no es grave pero mejor que se te examine bien".
"_Qué coño estabas haciendo por aquí"? Me preguntó al rato el hombre mientras me pasaba una gasa con algo que quemaba por la rodilla. Me quejé.
"_ Me invitaron", dije
"_Quién?"preguntó mirándome sorprendido.
"_El hombre ese que nos guió... que tiene los brazos todo tatuados".
"_ Ah, Ayaz el turco"! "Y a qué te invitó el wey ese?"
"_ A... a jugar a los dados... Fui a su camarote, pero debía estar ocupado... Y entonces me fui, pero corrí y no vi la escalera".
"_ Oye... " dijo después de un rato,"tienes que tener cuidado. No conozco bien a ese turco pero no creo que tienes la edad para jugar a los dados con ese wey... Además no creo que te sea permitido meter las narices por estos sectores. No es para los pasajeros. Es por tu seguridad, sabes?".
"_Si señor", le contesté educado.
"_ Será mejor que te quedes asi hasta que te vea el enfermero. No creo que sea profundo el tajo pero por las dudas.
Si hay algo pega un grito y vendré. Tengo que hacer."
"_Okéi, gracias".
Me dió una pastilla para mi dolor de cabeza y se fue.
Me quedé dormido en la camilla y cuándo me desperté tenía la rodilla vendada, ni me di cuenta cuándo me lo hicieron.
Me fui de allí y seguí los letreros verdes de 'exit'. Llegué s salir al puente, caminé y pasé cerca de la piscina, aún estaba oscuro,  no se veían las estrellas debía ser  algún momento de la madrugada. Encaminé hacia mi camarote, sólo tenía ganas de dormir.
Me quité toda la ropa y subí a la cama tratando de no hacer ruido para no despertar al vecino que dormía esta vez sin roncar. Movía la pierna con cuidado para no deshacer el vendaje y antes de quedarme dormido abracé la almohada pensando en Ayaz.

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