En las Canarias

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Ya en la mitad de la noche mi camiseta y mi boxer estaban en algún lado pero no más en mi cuerpo.
Las promesas están, pero para no cumplirlas o romperlas. La cumplía a medias.
El hecho de que Joan durmiera tan cerca mío me mantuvo inquieto gran parte de la noche. Me acariciaba con pensamientos sensuales, imaginaba a Ayaz y a Dino con sus manos grandes, ásperas y callosas. A Joan despertándose con hambre lobuna a centímetros de sus garras. Imaginación. No quería en todo caso que fueran sueños húmedos, mancharía la sábana, ojalá que ambos lo tuviéramos al mismo tiempo.
Joan también se movía. Tenía los mismos pensamientos? O era su forma de dormir? Así y todo traté de estarme quieto lo más posible, y en algún momento me llegó el sueño.
Me desperté cuando estaba aclarando. Había luces a través de la ventana, debíamos estar llegando, serían las luces del puerto?
Tenía que despertarlo, no sea cosa que se nos haga tarde. Busqué mi boxer que estaba en el fondo de la cama y me lo puse.
Quería que tuviese un lindo despertar, y no la musiquita estridente de su teléfono.
Levanté su manta y me tendí a su lado. Tenía puesto el boxer, y noté el prominente y durísimo bulto desplegado debajo, su cabeza casi sobresaliendo afuera que rocé por accidente.
Le di un beso en la boca, una linda sorpresa de su amiguito.
Reaccionó como no me imaginaba, aún con los ojos cerrados dejó su boca pegada a la mía sosteniéndome la nuca con su mano, se dió vuelta y quedó encima mío sin que nuestro beso se rompa. Pensé que no pararía hasta quedar preñado. Pero enseguida buscó separarse, se incorporó cayendo casi de la cama.
Quedé mirándolo preocupado, esperando que me rete.
"_Ey michino, qué haces?" dijo sorprendido.
"_Quería despertarte... para que no se nos haga tarde".
"_Qué dulce... Ojalá me despertase todos los días así... ", y me acarició la cara.
Nos levantamos de buen humor y nos vestimos. Estaba ansioso por bajar a tierra después de tantos días de navegación, mar y sólo mar. Un lugar desconocido era emocionante para mí.
Subimos a desayunar.
Me sorprendió oírle decir a Rita que quería salir sólo conmigo. Rebozaba de alegría. Me hubiera gustado decirle a Guillo que nos acompañe con su papá pero no se lo veía por ningún lado.
Nos separamos de los grupos en una plaza. Quedamos Joan y yo sólos.
"_A donde vamos"?
"_A buscar un auto y pasearnos".
"_Tenés tu auto aquí"?
El catalán se rió.
"_No, micho, pero no sé si conseguiremos".
Sí consiguió en un negocio. Uno chico.
"_Hay que cuidarlo que no es mio, y no es barato".
Me senté a su lado y salió manejando. Todo era raro, las casas raras, las calles raras, la gente hablaba de forma rara.
Salimos de la ciudad y tomamos una ruta por la costa.
Parecía conocer bien por donde íbamos.
"_Viví algunos años aquí", aclaró, "y me gustaría volver".
"_Qué país es este?"
"_España, burrito".
"_Cómo?"
"_Aunque están en África son españolas estas islas". Seguía sin entender, la geografía no era mi fuerte.
Entretanto habíamos llegado a lo alto de un cerro donde había un mirador. Estacionó el auto y bajamos. Se veía la ciudad, el mar, más islas a lo lejos.
Señalé un lugar: se veía nuestro barco en miniatura.
"_Allá! Mirá!"
"_Sí, es nuestro barco". Se había puesto detrás mío y me rodeó con sus brazos, apoyando el mentón sobre mi cabeza.
"_Ves? Es el puerto".
Me di vuelta y le planté un beso en la boca. Hubo gente que nos miraba.
"_Pícaro, me vas a hacer perder la razón, niño gai!", dijo apartándome suavemente.
"_Es lo que quiero", le dije sonriendo pero firme:"volverte loquito".
Mi corazón se aceleró al imaginar si esta noche respetaríamos o no la promesa.
"_Ahora vamos!", gruñó. "Quiero mostrarte una fortaleza antigua, espectacular ya verás".
Volvimos al auto. El camino a la fortaleza lo hicimos en silencio.
Tuvimos que cruzar una buena parte de la ciudad y subir una cuesta. Decenas de fotos sacó el catalán del fuerte, del paisaje, de los dos haciendo muecas, de mí en poses, algunas de ellas sexis y yo de él.
Volvimos al lugar donde salimos con el auto, lo entregó y fuimos caminando hasta un parque de diversiones muy grande.
Nos sentamos a tomar un helado.
"_Cansado?" Preguntó con su brazo sobre mis hombros.
"_No". Disfrutaba del helado.
"Mirá la rueda gigante!", le señalé. "¿Podemos subir? Traje plata! Te invito!"
"_No te van a aceptar eso que llevas".
Fuimos hasta la boletería y pagó dos entradas a la rueda gigante.
Desde arriba se veía todo minúsculo.
Sacó su teléfono para sacarnos una foto. Lo besé en la mejilla y lo abracé mirando la cámara, así quería que saliera la foto.
"_Qué haces michino?
"_Queda cómo recuerdo, no?"
No me respondió y me enojé. Crucé los brazos y miré para otro lado.
Sacó otra foto, está vez besando mi boca.
"_Foto con beso francés, te gusta?"
"_Si!" No pensé que iba hacer eso."¿La vas a mostrar a tus hijos?"
"_Mmnosé... pero te la pasaré para recuerdo".
"_¿Damos otra vuelta? Y seguimos con las fotos. Arriba de todo no nos ve nadie!"
"_No podemos, se nos va hacer demasiado tarde. Mejor regresemos, no sea cuestión que el barco se vaya sin nosotros".
"_Entonces... seguimos en nuestro camarote"? pregunté tímido.
"_¿'Nuestro' camarote?"
"_No, bueno, el tuyo quiero decir".
Me sacudió el pelo.
"_Vamos ya, debemos apurarnos!"
Cuando llegamos al muelle donde estaba atracado el barco, los turistas ya iban subiendo por la rampa.
"_Lo primero voy a buscar a Guillo ¡tengo unas ganas de sacudirlo en el metegol!"
Me separé de Joan y me apuré para encontrarme con el niño.
Lo busqué por infinidad de lugares y no podía hallarlo.
Más tarde tenía el motivo.
"_Il siniore Galíndez e il suo Bambino han disembarcato", fue la terrible respuesta que me dió un oficial al preguntarle.
Quedé paralizado sin querer creerlo al principio.
Corrí para contarle a Joan. No supo qué decirme.
Fui hasta el borde del puente, me apoyé sobre la baranda y empecé a llamarlo, gritando con todas mis fuerzas, tal vez me escucharía. Tres, cuatro, incontables veces. Mis últimos gritos se ahogaban en sollozos. Joan vino angustiado para atajarme con sus brazos. Nos miraban. El barco estaba soltando amarras.
Me llevó abrazado casi colgado y me sentó en un banco, él a mi lado.
Lloré en su hombro.
"_Porqué no me dijo nada!? Ni saludarlo pude!"
"_Él no sabía. El papá no le dijo nada".
"_Q'hijo de puta el papá, lo odio!"
Joan trataba de calmarme, acariciaba mi pelo, me daba palmadas. No había consuelo.
"_Quiero ir a mi camarote, quiero estar sólo hasta llegar a mi puerto!" dije llorando en su pecho.
"Vamos... no es la solución, hijo, no te hará nada bien eso... Recuerdas ese trago que te gustaba? El Alexander era?"
Asentí.
"_ Te invito a uno, o dos si quieres!"
Me dejé llevar y me hizo sentar en el sofá cómodo del bar.
"_Ya sé lo que pasó!", le dije convencido. "_Una vez me pareció verle alas en la espalda, en la piscina cuando estábamos jugando, ahí vi que no era un chico, había sido un ángel. Y así como se fue, va a venir otra vez a visitarme, en cualquier momento! Vos no creés Joa? Yo sí!"
Aún veía como a través de un vidrio mojado, pero estaba más animado.
"_Te creo Micho, totalmente. Me pasó algo parecido hace años y fue como tú dices: el ángel regresó. Te pasará lo mismo, vas a ver".
Había terminado el segundo Alexander y estaba por pedirle otro.
"_Mejor no ahora borrachín, en cualquier momento estarán llamando para cenar".
Había recuperado buena parte de mi carácter normal que iba siempre entre lo alegre y lo melancólico.
La paella de la cena me resultó rara y poco comible y no pude llegar a terminar el plato que me pusieron delante.
Y por el contrario el postre, que era una especie de budín con crema era delicioso y mi vecino me cedió el suyo.
Joan, que estaba a mi lado, me distraía con historias graciosas suyas, tal vez inventadas pero que lograban su objetivo que era el de hacerme reír.
El trío de siempre tocaba en el salón, esta vez piezas muy movidas que invitaban a bailar.
Rita y Joan no desaprovecharon la ocasión y hasta me hicieron bailar una vez con uno, una vez con otro y otra vez cada uno por su lado.
En un momento de descanso veo al oficial Ludovico que me hace señas de salir afuera. Fui a su encuentro.
"_Hola señor oficial don Lulo!"
El hombre se rió con mi saludo, desde un tiempo había una corriente de confianza entre nosotros dos.
En una mezcla de castellano con italiano le entendí que quería mostrarme las estrellas. Yo sabía a lo que se refería y lo seguí a un lugar apartado en el puente. Me di cuenta que todos los que navegan conocen las estrellas, El oficial también sabía mucho sobre ellas. Y todo lo que sé de las estrellas lo aprendí en aquel viaje. Dejé que sus manos aprovecharan para rozarme mientras me mostraba el firmamento, aunque siempre terminaba por apartarlo un poco sin decirle nada. La ilusión de que en algún momento le cedería del todo se le notaba en su voz y en lo manso que yo me le ponía.
Pero estaba en horario de servicio y no podía demorarse conmigo, sus obligaciones lo llamaban, me dejó con una palmada en la espalda y un saludo muy cariñoso y yo regresé al salón.
"_Estuve afuera con el ofi Lulo", le dije a Joan que regresaba de bailar con Rita.
"_Sí, lo vi cuando te llamaba".
"_Sabés lo que sabe de estrellas... parece un libro!"
"_Si, y como siempre, a tí te tiene mucha simpatía".
"_Claro! quiere follarme, eso lo supe siempre!"
"_Bueno... no quería llegar a decírtelo pero sí, eso creo".
"_Y qué tal, le digo que sí o que no?"
El catalán me miró risueño:
"_Allá tu, pero recuerda que eres menor de edad".
"_Eso no tiene nada que ver", le dije serio. "Tengo un amigo que es más chico que yo, como catorce tiene y sale con hombres que están dando vueltas a unas cuadras del colegio. Le pagan y les hace de todo, no te digo qué, pero se puede comprar todo lo que quiere con lo que gana, y no depende de los padres".
"_Me da pena ese chico. Va a tener problemas toda su vida".
"_Como cuáles"?
"_Después de un par de años va a sentir que lo que tiene de atractivo para los hombres se le está yendo y va a caer en un pozo oscuro".
"_Cómo?". No le entendía.
"_Tal vez no lo entiendas ahora".
No, no lo entendía. Tampoco quería que se enoje y no quería seguir con ese tema. Al mismo tiempo no pude resistir de poner mi mano en la suya. Sentí cómo me la apretaba un poco.
"_Rita te quita el sueño?" Le pregunté curioso al oído al ver que ella se levantaba para hablar con otra señora.
"_No... Son tus ojos los que me quitan el sueño, si quieres saber la verdad".
Se hizo un silencio entre nosotros dos. No podía hablar, algo se me había trabado. Su mano en la mía me dejó un cosquilleo que invadió todo mi cuerpo, y un deseo de querer abrazarlo que pude apagar apenas.
Apareció Rita de vuelta, muy alegre:
"_Vamos a bailar, hombres, no sean aburridos!"
El catalán se levantó resignado:
"_Ven! También tú!
Me negué.
Me quedé dormido en el sofá mientras la fiesta seguía.
Cuando Joan me alzó sobre su hombros abrí los ojos. Ya no había más musica. Él no quería despertarme aunque ya lo estaba y simulaba dormir.
Me llevó así por el pasillo hasta su camarote y me depositó en la cama.
"_Gracias" le dije sonriendo.
"_Ah! Estabas despierto pícaro? Quieres que te lleve a tu camarote?
"_Noo! Quiero dormir aquí con vos!"
"_Eso mismo pensé, por eso te traje aquí". Y agregó:
"_Hoy fue un día cansador, no es cierto?. Ahora una buena ducha... y a dormir!" Diciendo eso quitó su ropa y entró en el baño.
Mientras se duchaba me desnudé y busqué el boxer y la camiseta que me había puesto la noche anterior. Le pregunté dónde los había metido. Desde  la ducha me contestó:
"_Están en la lavandería, pichón! Mañana los tendrás planchaditos!"
Mejor así, pensé.
Antes de que salga puse en marcha lo que se me había ocurrido: quité las sábanas de las dos camas, junté a éstas quedando como una cama grande quedando apenas un poco de espacio entre, y volví a cubrir con una sábana, que era muy amplia y una manta encima.
Cuando salió de la ducha envuelto en la toalla yo ya me había metido y tapado.
"_Se me hace que hubo un cambio", dijo poniendo misterio en su voz.
Me reí bajo la sábana.
"_Oye michino, qué estás tramando?"
"_Nada, me parece que es más cómodo dormir así, hay más lugar".
"_Ciértamente que sí, no se me había ocurrido", dijo mientras apagaba la luz y se quitaba la toalla.
Me habré quedado dormido enseguida.

Cuando abrí los ojos no sabía qué momento de la noche era, reinaba el silencio y la oscuridad que no era total, por la ventana venía una claridad que debía ser la luz de la luna. Joan dormía a mi lado, escuchaba su respiración regular.
Me di vuelta y me acerqué a él.
"_Joa... estás durmiendo?"
Como no obtuve respuesta lo sacudí apenas.
"_Mmh... ".
"_No puedo dormir".
"_Tienes malos sueños?"
"_No sé, creo que no son malos sueños..."
"_Quieres prender la luz?"
"_No."
"_Qué pasa chiquito"? Su voz estaba tan cerca, sentía su aliento.
"_Nada..." Me pegué a él y apoyé mi mano sobre su pecho. Tenía  miedo que me rete, que me dijera que me iba a llevar a mi camarote si no duermo enseguida. En cambio puso su mano sobre la mía. Bajé por su vientre, y cuando llegué a la orilla de su espesa mata me detuvo.
"_No, michino, mejor no", susurró en mi oído.
"_Porqué no?"
No me contestó, pero extendió su brazo para que apoye la cabeza.
"_Perdoname Joa".
Me puse a llorar en su hombro.

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