Bajo las estrellas

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Crucé corriendo la sala y tomé de paso una manzana que había en una canasta sobre la mesada.
Venía de mi camarote, donde me bañé y cambié. La mañana estaba ya avanzada, cálida y brillante, una de las mañanas que más alegre estaba de todo el viaje. Fui a la piscina, que era el lugar donde todos mis conocidos en algún momento nos encontrábamos. Hasta el oficial Ludovico pasaba seguido, según Joan para ver si yo estaba.
Me reía de esa suposición, pero era cierta.
Sólo Annie estaba en aquel momento, tomando sol en una reposera; me acerqué para saludarle y bromear.
"_ No vino tu novio?"
"_Para hacerte el gracioso puedes elegir a otra, borreguín prepúber.", contestó sin mirarme.
"_ Qué cosa? Bueno perdón, pensaba que..."
"_Pensabas algo propio de tu inmadurez...", me interrumpió.
Como constaté que no estaba de humor para bromas dejé a un lado mi tono de burla.
"_Puedo sacarme una foto contigo? Para recuerdo... una selfie de los dos,"
"_Bueno.. si querés brillar con tus amigos y mostrarte con la estrella del viaje... te permito".
"_Gracias!" Y nos acomodamos para que ella pueda sacar unas buenas selfies, también con unas poses sensuales simulando darnos besitos y una mano muy cerca de su seno. Es lo que esperaba para mostrárselas a mis compañeros.
En ese momento pasaba cargando un bolso pesado el turco Ayaz. Al verme sonrió guiñándome un ojo; le respondí con un 'chau!' y agitando mi mano.
"_Uau! Conocés a ese marinero?"
"_ Si, no te acordás? Es el que nos hizo de guía".
"_ Ah... por los tatuajes que tiene sí. Cómo se acuerda de vos!"
"_Si... por si no lo sabías: me gustan los hombres y anoche la pasé con él". Me miró risueña:
"_Si fuera verdad, te hubiera destrozado, pobrecito de tí", dijo con su risa burlona.
Era todo verdad pero no quise insistir, no era necesario explicarle, ni que ella supiera todo lo que pasaba por mi cabeza y por mi corazón, era como que seguía bromeando y mintiendo como de costumbre.
Nuestro diálogo se cortó en seco al llegar Guillo. Apurado por ir a jugar al tejo, el niño me fue arrastrando de la mano. Logré desviarme y al pasar por el borde de la piscina me dejé caer, junto con él y entre risas, al agua.
Descubrí a Joan que nos observaba como tirábamos los platos y lo saludé con la mano, saludo que me devolvió enseguida.
Cuando me cansé de jugar fui adónde estaba tendido el catalán y me senté a su lado, mojado por haber estado antes un rato refrescándome.
"_Estás bien? Le pregunté al notarlo callado y algo serio.
"_Claro que estoy bien, aunque no tan como tú".
Me llamó la atención el tono de du voz.
"_Te pasa algo?"
"_Oye, ayer necesitábamos un compañero de equipo para el torneo de mímica. Te busqué por todos lados, fui a tu camarote, tampoco estabas. Le pregunté al oficial, tampoco te vio".
Su voz sonaba como irritada, lo que me alegró íntimamente: mostraba preocupación por mí.
"_ Ah" le dije como si de tratara de algo sin importancia, "estuve con Ayaz".
"_Con el turco de los tatuajes? Levantó la cabeza y me miró.
"_Si... porqué?
"_No... por nada... sólo quería compartir contigo el juego... quería estar contigo, es todo".
Su voz sonaba resignada si no algo triste, y siguió: " espero que la hayas pasado bien".
"_Si, la pasé bien, me quedé toda la noche con él".
"_Okéi".
No dijo más, pero al rato se levantó sin decir nada y desapareció en el interior.
Sentí un vacío. Le hubiera explicado mejor, pues se debió imaginar que estuvimos teniendo sexo o algo parecido y no fue verdad, y si fuera verdad, qué importaba? Porqué tanta importancia a tener sexo o no tener sexo? Si es lindo tenerlo. Porqué me regala condones si después está enojado conmigo?
No quería quedarme sólo. Me levanté. En el agua estaban Guillo y su padre. Me uní a ellos pero no jugué.
Durante el almuerzo Joan conversaba animadamente con los otros comensales, pero las dos o tres veces que yo quería decirle algo, me cortaba y seguía atendiendo a los demás, hasta que quedé en silencio, y ni bien terminé el postre me levanté de la mesa sin decir nada, como nene maleducado.
Fui a mi camarote. Me tiré en la cama y dejé que me salieran las lágrimas y que mi nariz sonara como resfriada. Porqué esa tristeza? Extrañaba mi casa? No, en absoluto.
No quería quedarme en esa pequeña habitación a oscuras. Me levanté y salí afuera al aire marino. De repente la brisa en contra pegaba en mi cara y hacía que mi pelo flotara. Caminé por el puente mirando los peces voladores que sorteaban la espumosa estela blanca, iban a la par, acompañando el barco, parecían ser amigos del barco. Llegué sin darme cuenta hasta la punta de adelante deslizando una mano sobre la baranda pasando uno a uno los enormes contenedores, algunos medio oxidados, otros con caracteres tipo chinos.
Volví a sentirme feliz, de cara al viento mirando cómo avanzábamos por sobre las millares de olitas encrespadas, la brisa pegaba fuerte. Cielo y mar. No estábamos en ninguna parte, eso me creí yo al ver sólo mar y horizonte y no alguna isla o alguna tierra lejana.
Me eché sobre el suelo apoyando la cabeza sobre un manojo de cuerdas gruesas. Era bueno Ayaz, me puse a pensar, ojalá pase por acá y se quede un rato hablar conmigo, bueno, gestos y risas, la única manera de entendernos. Y si viniera el oficial? Una buena sorpresa se llevaría, más que todo porque me vería sólo y se frotaría las manos.
Joan nunca se aventuraría a venir a un sector donde los pasajeros no van, en donde está el cargamento. Sería bueno que aparezca. Estando sólos dejaría de tomarme como hijo suyo si yo jugaba a seducirlo, no faltaba mucho para eso porque sabía que lo atraía, más de una vez le había notado la erección cuando me acercaba demasiado, incluso aquella vez que me apreté contra él con sólo mi shorcito de baño, sentí su dureza y pareció gustarle, sus abrazos eran vigorosos. Tiene demasiado en su cabeza las cosas que no debería hacer aunque le sea tentador.
Voces que se acercaban me arrancaron de la contemplación. Dos marineros llegaron al lugar y se pusieron a desenrollar y ordenar unas cadenas pesadas. A uno lo conocía, era ese con cara redonda de chino, el que jugaba a los dados con Ayaz. Los saludé con la mano y el chino me dijo algo. Me levanté pensando que no podía estar allí. Pero no era eso.
"_Todo bien?", me dijo el otro con un castellano raro.
"_ Y Ayaz?", les grité.
Ambos se miraron y levantaron el pulgar riéndose, el chino meneó la cabeza y siguieron con su tarea.
Ya no tenía más por qué seguir allí y me fui por el otro lado, babor, estribor o como se llame.
Era uno de esos momentos en que extrañaba mi casa, el parque y la canchita de fútbol, el viaje se hacía demasiado largo, aquí todo el mundo me dejaba, no, claro que Guillo no.
A un costado de la sala había un rincón que estaba lleno de revistas. Me acomodé en uno de los sillones y me quedé leyendo. La sala se iba poblando a medida que se acercaba la hora de la cena, los que me conocían me saludaban y hablaban. Decía a casi todo que si, ya que no era muy hábil para mantener una conversación. Preguntaba por donde estábamos y me decían que faltaban dos o tres días para llegar a las Canarias. Sabía que eran unas islas españolas y que de ahí venían los pajaritos amarillos que viven en jaulas, mucho más no conocía; se reían de mi saber, hasta que avisaron con una campanilla para el turno de la cena.
Joan se mostraba parco y distante cuando le decía algo, mientras que con los demás hablaba animado. Lo hacía a propósito de ponerme triste, o estaría preocupado por algo, era un juego que no entendía.
Después del postre me levanté y bajé a mi camarote. Me quería bañar y cambiar, ponerme algo que no había llevado todavía, de lo poco que tenía. Lo que me quedaba era un short negro y una remera negra sin mangas, el resto tenía que ponerlo en una bolsa y llevarlo a la lavandería.
La remera era tan holgada que me llegaba por debajo del short, me veía sexi así, o follable como dirían algunos. En el pié chanclas, era lo más cómodo, me había acostumbrado a andar descalzo, pero claro no a la noche.
No fui al salón ni a otro lugar iluminado, no quería estar con gente bromeando y riéndose, a veces me parecía que ese mundo era falso, nadie decía lo que realmente sentía.
Me encaminé derecho al puente, en la noche oscura para ver las estrellas.
Me llamó la atención en el horizonte un grupo de luces, había una roja. Me quedé apoyado en la baranda observándolas, cuando y como si me hubiera olfateado, oí venir al oficial Ludovico. Me saludó con una palmada en el hombro instalándose a mi lado sin quitar su mano de encima. Le pregunté lo que significaban aquellas luces, si era una isla. Era un barco, me explicó que era una ruta y que había muchos barcos , pero que se veían mejor a la noche. Mientras, su mano fue bajando hasta la cintura. Le dejé porque no me molestaba, pero me alejé un poco, aunque al rato se había vuelto a poner pegado. Como no lo rechazaba seguía hablándome muy cerca de mi oído y apretándome un poco más. Lo debía hacer con muchos, pero conmigo estaba teniendo buen éxito. Yo seguía mirando las luces del barco y las estrellas y él avanzaba. Me susurraba en el oído lo que era una mezcla de italiano y español,   entendí que hablaba de que fuéramos allí donde estaban los  botes, un lugar tranquilo. Cuando por un altavoz lo llamaron.
"_Stai cui, adeso vengo". Que me quede, que ya volvía, dijo. Y se fue.
Aguardé un rato pero me cansé, no lo iba a esperar.
Entretanto se me había ocurrido una buena idea: ir a la proa y pasar la noche allí bajo el cielo estrellado. Sin pensar más corri a buscar mi manta.
Llevándola en el hombro salté el portón que separa el sector de carga y llegué a la proa.
Me acomodé en el suelo, no me molestaba estar sin colchón,  apoyé la cabeza sobre un rollo de cuerdas gruesas y me cubrí con la manta.
El sueño me ganó rápido y cerré los ojos.

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