23. Todo debe encajar

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Alexander Romanov

Camino altivo entre los muertos, almas perdidas, seres abominables, castigadores del pecado, arreglándome los gemelos de oro en las muñecas mientras porto un traje a mis medidas.

Disfrutando lo que representa que esté llegando a mi castillo con demonios y guardias sanguinarios a mi entera disposición.

El infierno entero tiembla solo con poner un dedo en el suelo.

Mientras voy pasando me piden clemencia, me veneran, gritan porqué pose mi mirada en ellos, pero ninguno me interesa por el momento.

Son seres insignificantes. Pienso.

Me conocen como lo negro de la noche, el mal al asecho, dolor, angustia, el gran pecador, los padres les dicen a sus hijos que soy el monstruoso debajo de sus camas y soy peor que todo eso.

¡SOY EL PUTO REY DEL INFRAMUNDO Y TODA MAFIA EN EL MUNDO TERRENAL!

Me siento en mi trono y rápido los sirvientes me tratan como lo que soy.

Me colocan la corona, traen todo tipo de mujeres, comidas, lo mejor de lo mejor pero no miro ni toco nada.

Estoy lleno de odio, el maldito perro está con ella y eso hace que todo el fuego del infierno arda más que nunca.

Provocando más terror del qué hay. La marco, el cabron ya la hizo suya.

– "Señor perdone la interrupción de su silencio, pero necesito un segundo valioso de su tiempo."

Me saca de mis pensamientos uno de mis mejores sirvientes demoniacos, Cataleya.

No tengo que saber lo asustada que está en mi presencia.

– "Habla mugrienta". – Contesto.

Salta en su lugar cuando le hablo, pero no se levanta del piso y mucho menos ve a mis ojos.

Nadie lo tiene permitido y nadie es capaz de soportar el infierno que ellos representan.

– "Se está corriendo la voz por todo el inframundo que usted encontró a su reina, y quería saber si era verdad".

Un silencio se propaga en el salón del trono entre todo los sirvientes, tanto que ni siquiera se oye sus respiraciones.

Esta maldita se cree que tiene algún derecho en preguntar algo entre dientes, solo porque me la he cogido varias veces en alguna pared del castillo.

Tiene una garganta profunda y un coño con los labios grandes, sabe matar, tortura pero es solo eso, una mugrienta.

En un micro segundo tengo su garganta en mi mano cortando su respiración. Comienza a pedir misericordia y no la tengo, la mato arrancándole la cabeza.

Mal momento para ella nadie esta por encima de mi y tampoco me es indispensable. No me arrodillo ante nadie y jamás lo haré.

Mi obsesión sigue creciendo cada ves por ella, la necesito aquí conmigo a las buenas o malas.

– "Corran la voz, la reina sangrienta del diablo llegó y quemen a esta maldita." Habló a todos provocando que griten en júbilo.

Deliciosa Agonía Donde viven las historias. Descúbrelo ahora