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Las horas pasaron tranquilamente. Los primeros rayos del sol atravesaron la ventana, e iluminaron el rostro del pelinegro; abrió los ojos un poco, y se despertó lentamente.  «¿Eso fue un sueño o fue real?» volvió a cerrar los ojos porque el sol lo lastimaba «Creo que fue un sueño. Que historia tan extraña, ¿mi aliado, un monstruo que está enamorado de mí? Ni la literatura más fantástica ha llegado a tanto».

Dio un pequeño bostezo, e intentó incorporarse; pero no pudo. Miró a un lado para saber que lo detenía, y se encontró al monstruo dormido, y abrazándolo «... No fue un sueño». No sabía que hacer. Con lentitud, quitó el brazo de su contrario; era muy fuerte, y también pesado, pero luego de alrededor de un minuto logró su cometido. Suspiró, y se levantó... pero sintió que lo tomaban de la cintura, y lo jalaron nuevamente hacia la cama.

Imperio Alemán era abrazado por su contrario otra vez, pero ahora estaba más cerca; tan cerca, que su rostro quedó casi pegado al de la criatura. El austrohúngaro abrió los ojos.

—Buenos días, querido —sonrió, mostrando sus afilados dientes.

—Buenos días —miró la boca de Austria-Hungria un tanto preocupado.

El monstruo se incorporó, sujetó al alemán de las muñecas y quedó encima de él. El imperio se puso nervioso.

—¿A dónde ibas?

—Bueno... —miró la ventana—. Es de día, es hora de levantarnos y ya sabes, seguir con la rutina diaria.

—Tienes razón. Deberíamos salir de la habitación, continuar con las negociaciones y... —le dio un par de besos en la mejilla izquierda— tener una cita.

—Gut —estaba demasiado sonrojado, y giró su cabeza hacia otro lado para no ver directamente al pelirrojo— ¿Podrías... soltarme ya, por favor?

—Falta tu besito de buenos días —le dio un pequeño beso en los labios—. Ahora si, podemos irnos a desayunar.

El Imperio Austrohúngaro se levantó de la cama y fue a su armario para buscar que ropa se pondría ese día. El alemán no había planeado quedarse a dormir allí, así que solo intentó arreglar su ropa que traía puesta el día anterior, y arreglar su cabello como pudo. El primero en salir de la habitación fue el alemán; después salió el otro imperio, ya en su forma humana, y con sus parches puestos.

—Todo listo, sígueme —sonrió.

Ambos caminaron tranquilamente por los largos pasillos, para llegar a la sala donde sería su desayuno. Adelante iba Austria-Hungría, y Second Reich lo seguía. Ya no se sentía asustado o nervioso como antes, pero si tenía curiosidad. «Ahora es más bajo que yo y da la apariencia de ser amable. Con razón, así nadie podría sospechar que él es un monstruo».

Su vista se detuvo en el cabello escarlata de su contrario. Daba la apariencia de ser esponjoso y suave; por alguna extraña razón, le dieron ganas de tocarlo. Levantó lentamente su brazo, y acercó su mano a la cabeza del austrohúngaro, pero su acción se vio interrumpida.

—¿Qué intentas hacerme, Zweites Reich? —volteó a verlo con una pequeña sonrisa.

—Eh, nada, nada —respondió «¿Cómo pudo darse cuenta si tiene los parches puestos y yo no hice ruido?»

—Hm, está bien.

Ambos siguieron caminando, y llegaron al cuarto. Esta vez, era un lugar distinto a donde se habían reunido, un poco menos adornado, pero más grande. Algunos sirvientes llegaron para colocar distintos platillos y postres para ambos imperios. Entonces comenzaron a desayunar.

El de cabello negro seguía un poco inquieto; no tanto como ayer, pero seguía procesando todo. ¿En que momento terminó firmando un acta de matrimonio en lugar de una alianza? El matrimonio por conveniencia es común, pero aún asi, todo fue demasiado apresurado.

Unter Meinem BettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora