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El chileno, atónito por la escena que acababa de presenciar, se alejó con nerviosismo hacia la puerta. Antes de que pudiera salir de la habitación, la bestia le bloqueó el paso y le miró con ira.

—Chile, cálmate —intentó tranquilizarlo el alemán.

—¿Cómo me voy a calmar con esto? ¡Literalmente estabas besándote con un monstruo!

El austrohúngaro lo tomó del cuello bruscamente, casi ahorcándolo. —Cállate. Si no quieres que te rompa el cuello y te mate, será mejor que dejes de gritar.

—Austria-Hungría, basta, no lo lastimes —intentó hacer que su contrario soltara al chico— Él no dirá nada, es prácticamente mi hermano ¿verdad Chile? —miró al de cabello marrón.

Chile asintió apresuradamente, desesperado por respirar. El monstruo dudó un par de segundos, y finalmente le soltó, haciendo que cayera al suelo. Inhaló y exhaló con prisa, recuperando poco a poco el aliento; luego de un par de minutos, miró al alemán.

—¿Por qué chuchas estás saliendo con esta bestia? —dijo ahora un poco más calmado.

—Es... una muy larga historia; te puedo explicar, pero solo si no le dices nada a mis padres.

El chileno iba a responderle, pero entonces escucharon pasos en el pasillo. Austria-Hungría rápidamente se escondió bajo la cama.

—Majestad, ¿ocurrió algo? —era una sirvienta—. Mis compañeros y yo escuchamos un grito.

—No hay de que preocuparse, todo está en orden —dijo con voz calmada.

Ella vio los libros tirados en el suelo. —¿Está seguro su majestad?

—Lo que pasa es que Chile vino a preguntarme algunas cosas, pero al entrar a mi habitación vio una araña venenosa, y se espantó ¿verdad? —volteó a ver al otro para que le siguiera la corriente.

—... Sí, me sobresalté y por impulso solté los libros, pero por suerte matamos a la araña.

—Tendremos que limpiar mejor el palacio para que no hayan más bichos de esos. Una disculpa, les dejaré solos e inmediatamente avisaré a mis autoridades —la sirvienta se fue de la habitación.

Chile recogió los libros que tiró al suelo y los dejó encima del escritorio de la habitación. El pelinegro cerró la puerta apenas se fue la sirvienta, y suspiró con alivio; después, se asomó debajo de la cama para que el pelirrojo saliera de su escondite.

El americano miró al monstruo. —... Ahora entiendo a que se refería Prusia... Realmente eres un peligro.

—Si Austria-Hungría fuera peligroso, mis padres lo hubieran mencionado desde un principio, ¿o no? —dijo el alemán.

—Posiblemente tuvieron sus razones para no decirlo, tal vez tenían miedo que ocurriese otra guerra.

—¿Por qué siguen pensando que estoy planeando una guerra solo porque me acerqué a Imperio Alemán? Pff, sus miedos son infundados —se cruzó de brazos.

—¿Y por qué estás con él entonces?

—Pues porque estoy enamorado, ¿debe existir algún otro motivo?

—Somos países, lo más común es que si va a haber un matrimonio, es porque se busca una alianza o tratado comercial que beneficie a ambas naciones.

—Si ves el matrimonio solo con esa intención, te espera una vida muy aburrida.

—Ya, dejen de discutir por favor; si hacen mucho ruido, va a venir la servidumbre como hace un momento, y descubrirán todo —interrumpió el alemán.

Unter Meinem BettDonde viven las historias. Descúbrelo ahora