Uno

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Uno.

Amelia Grindelwald de Slytherin, había empezado a mantener dudas mientras observaba el extraño comportamiento de su amigo a lo largo de los últimos meses. A pesar de que parecía orgulloso aquella tarde de septiembre en el tren mientras hacía alusiones sobre una misión misteriosa que le encomendó el que no debe ser nombrado, tres meses después, con el frió del invierno, la menor de los Grindelwald, —que aún cursaba en Hogwarts– empezaba a notar que Draco Malfoy no estaba comiendo ni durmiendo, mucho menos, asistiendo a clases. Sabía que no era la única que lo notaba, ya que Pansy Párkinson, quien no oficialmente "salía" con él desde inicios del año pasado, no dejaba de quejarse de la indiferencia que Draco le expresaba reciente, también que Theodore Nott y Braise Zabini le habían expresado su preocupación ante la lejanía que mantenía con ellos recientemente y su poco apetito demostrado en el comedor; ninguno de ellos recibieron más que frías palabras de indiferencia. Y No es que Draco fuera la persona más cálida y habladora que hubieran conocido nunca,–Incluso con sus amigos– pero era ligeramente más amigable con aquellos que compartían su círculo social. Por eso Amelia, quien a pesar de ser del grupo y mantener con moderación sutiles y controladas charlas con el platinado, se propuso intentar solo observar desde lejos la situación. Difícilmente apenas podía ignorar como a las pocas clases en las que asistía el Malfoy, no hacía mas que centrar su mirada en un punto fijo y perderse en sus pensamientos. Le importaba lo suficiente para notar como cada día parecía más callado y pequeño.

–Apuesto a que el partido de Quidditch sera una mierda. ¡Contra Gryffindor! ¡Y sin Malfoy! ¡No hay nadie que le haga frente a San Potter como buscador! ¡Y tampoco tiempo para encontrar uno! ¡Blaise y yo apenas podemos llevando en la espalda el resto del equipo! ¡¿Acaso debo ponerle un altar a Merlin para que alguno de segundo se ilumine nuestro camino a la victoria?!

–Theodore... –Amelia interrumpió mirándolo fijamente. –No has parado de hablar de Quidditch desde que llegamos, pensé que pretendías acompañarme a la biblioteca para que ambos hiciéramos el ensayo de Snape.

La azabache giró hacia los lados, viendo las miradas molestas de los estudiantes que los rodeaban en la mesa, entre ellos el par de ojos de Hermione Granger. Bufo volviendo a su amigo, con una mirada de advertencia.

–¡Juro que trato de concentrarme Grindelwald! –Gruño agudamente fuerte, llevándose una ola de "Shhs" alrededor.  No sabía si era impresión de ella misma, o los de aquella Gryffindor sonaban más fuerte que el resto. Amelia apretó los dientes con fastidio y chasqueó. Había descubierto hacía tiempo que no solía tolerar ningún clase de sonido que emanara de aquella castaña sangre sucia.

–Cállate de una puta vez, Nott.

Nott se desplomó en la silla poniendo su brazo sobre los ojos melodramáticamente, aún muy lejos de su pergamino que contenían apenas cinco palabras en el. Cinco que había copiado del pergamino de ella. Y un par de dibujos abstractos en un borde de este.

–No puedo pensar, –Se quejó el castaño. –Me duele la cabeza.

–No planeo hacer tu ensayo Nott. —Advirtió la chica sin tacto.

Nott la miro de reojo, bajo su brazo con notable decepción. Lo quito con rapidez y bufo molesto. Sospechaba que todo había sido muy extraño, a pesar de la naturaleza de su relación, Theodore nunca se invitaba a estudiar con ella. Evidentemente solo había venido a dar quejas sobre su próximo partido de Quidditch para que ella sintiera pena por el y se ofreciera a hacer su ensayo.

Ya había empleado ese método antes, ella había caído en aquel entonces.

–Eres mucho más inteligente que yo. Lo sabes. —Puso su mano sobre la mesa ocultando la huesuda mano de ella bajo la suya. —No sería nada para ti.

Pure blood. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora