Capítulo 6

479 59 5
                                        

"Invisible 3"

Capitulo VI: "You can't fly unless you let yourself fall"

Los ojos de Jenna se abren a más no poder y mi corazón da un vuelco, no sé si estamos en ese punto de la amistad donde nos contamos cosas tan intimas, pero si de algo estoy segura es de que ella es una de las mejores personas que he conocido y que en tan poco tiempo ha podido ganarse mi confianza de tal modo que siento poder abrirme con ella tal cual soy y mostrar lo mejor y lo peor de mí.

-_______, tú...

Asiento dos veces antes de apartar la mirada.

-Entiendo si crees que estoy loca.

-¿Qué? No. Oye, no. -Frunce el ceño-. Continúa, no voy a juzgarte.

Siento que todo lo que estoy haciendo y diciendo es lo correcto, Jenna es mi amiga y sé que no es una pequeña amistad sino que podemos llegar a ser mejores amigas en poco tiempo porque aún sin conocerme me apoya al igual que Tori y Justin.

"Una vez leí sobre Demi Lovato que decía cortarse, que decía que eso había aliviado su dolor emocional, así que me dije; hay muchas personas que lo hacen y se sienten mejor consigo, ¿por qué no? Aunque sabía que no estaba haciendo lo correcto, y que seguramente iba a arrepentirme, no perdía nada, si de todos modos ya estaba perdida, desolada y arrinconada en mi propia vida.
Entonces observé las cuchillas y pasé mis dedos por ellas a contra piel, sentí el ardor de las yemas siendo rasgadas por el filo, pero no sentí dolor alguno. Dejé que el agua se llevara la sangre y cerré los ojos para pasar las cuchillas por mi muñeca izquierda que pronto se estremeció, pero no sentí dolor más grande que el que llevaba en el pecho, no pude contener las lágrimas al ver que acababa de lastimarme por algo que no tenía la culpa. Me puse de pie tirando la rasuradora al suelo y observándola como si fuera el peor monstruo de todos, como si acabara de hacerme daño ella, como si fuera su culpa, pero muy en el fondo sabía que la culpa era mía, yo era el monstruo que se había dejado consumir por las sombras de su vida y se estaba volviendo en su contra.
Lo que pasó a continuación fue lo que describo como el peor año de mi vida. Mamá quería que festejáramos mis quince años con toda la felicidad del mundo, pero yo sólo quería hundir la cabeza en la almohada y llorar hasta que me doliera todo el cuerpo. Había prometido no volver a cortarme porque 'mis amigas' estaban preocupadas, y resulta que su preocupación había durado tan sólo tres días como mucho porque comenzaron a dejarme sola, ya no me invitaban a sus pijamadas y tenían nuevos amigos con los que yo no terminaba de encajar. Sola. Una vez más estaba sola.
Los cortes se volvieron más profundos y las noches más largas, la música mi único refugio. Ya no podía esconder los cortes con las pulseras y opté por dejar de usar mangas cortas aunque el calor me estuviera matando. Mamá no tenía idea de lo que estaba pasando, pero quiso e insistió en llevarme a una psicóloga, la cual lo único que logró fue que me sintiera peor. Hizo que me sintiera una bola de grasa diciéndome que si quería bajar de peso debía moverme y lo que ella no comprendía era que yo no tenía problemas con mi peso, mi problema era que no me aceptaba nadie de la gente que tenía a mi alrededor. Pero, ya que ella sacaba a relucir el tema de que lucía como un elefante más que como una persona, comencé a tener problemas con mi peso y la única solución que encontré para ello fue dejar de comer por días, incluso pasaba semanas en las cuales no me sentaba a la mesa a comer como corresponde, sino que picaba de vez en cuando algunas galletas de agua y tomaba té, e incluso a veces tomaba medio vaso de yogurt, pero me sentía tan débil y tan vulnerable que comencé a marearme.
El punto límite de mi mamá fue cuando una tarde de domingo caí desmayada al suelo, dura como una piedra y virando los ojos de manera repetitiva. Estaba con la presión por el subsuelo y transpirando como nunca jamás. Así que terminé sentada en el hospital esperando que algún clínico se hiciera cargo de mi situación. Rogaba para que no vieran mis piernas llenas de cortes o mis brazos rasgados por todos lados. Gracias a Dios me mandaron a hacerme análisis y estudios de todo tipo, todo indicaba que estaba bien físicamente, pero que debía comer algo más que un té con galletas. Me diagnosticaron con depresión en el momento en que se me llenaron los ojos de lágrimas sólo porque vi que el médico me decía que debía comer. Mamá no sabía qué hacer y a mí me daba exactamente lo mismo, porque de todos modos yo sólo quería que me dejaran morir".

Invisible 3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora