Brooke

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Víctor: ¿Qué estabas haciendo en ese accidente? Puedes crear chismes entre la sociedad, ¿no lo comprendes?

Brooke: Lo siento, padre. No volverá a suceder.

Víctor: No volverá a suceder, porque a partir de ahora llevarás un guardaespaldas.

Brooke: Papá, sabes que detesto que me vigilen.

Víctor: Así aprenderás.

-Brooke narra-

He pasado toda mi vida en las cadenas de mi padre. No puedo conocer personas ni ver el mundo por mi cuenta. Íbamos en el auto cuando mi padre me comunicó que ya no podré salir a mis caminatas sola. Eso solo significa una cosa: me han cortado las alas. Miré hacia la ventana del auto y dejé de pensar en todo, solo me concentré en él, en ese chico, Eddie.

Brooke y su padre llegaron a su casa, la mansión Gates, que irradiaba lujo en cada rincón. Un amplio patio con flores exquisitas, valiosas pinturas colgando en las paredes, y una alfombra roja y brillante que parecía deslumbrar a cualquiera que pusiera un pie sobre ella. Cada detalle respiraba opulencia y refinamiento.

Víctor: Ve directo a tu habitación, estás castigada.

Brooke: (suspira) Sí, padre. Descansa.

Víctor: (simplemente la ignora)

[Brooke se dirigió a su habitación, sin decir una palabra más]

Desde el balcón de su habitación, Brooke contempló California y se sumió en sus pensamientos. Se preguntó cómo sería vivir una vida de libertad, una vida en la que pudiera encontrar la felicidad. Desde la muerte de su madre, su padre había endurecido su carácter y desahogaba su frustración con ella. Hasta ese momento, Brooke solo buscaba una manera de volver a sonreír. En el accidente, por un instante, lo logró cuando conoció a Eddie, el chico del parque al que no pudo evitar mirar.

Brooke continuó mirando hacia el horizonte, perdida en sus pensamientos mientras la brisa cálida acariciaba su rostro. En medio de la opulencia que la rodeaba, su corazón anhelaba una vida más simple y auténtica, una vida donde las decisiones no estuvieran dictadas por la influencia y el estatus.

Las memorias de su madre eran un faro de luz en medio de la oscuridad emocional que había experimentado desde su partida. Recordaba cómo su madre le contaba historias de aventuras, cómo le enseñaba a valorar la belleza de las cosas simples y a apreciar los momentos compartidos con seres queridos.

La relación con su padre se había vuelto tensa después de la pérdida. Sus interacciones ahora estaban marcadas por la distancia emocional y la falta de comprensión. Brooke sentía que su padre había perdido la capacidad de verla como la persona que realmente era, más allá de su posición social y de las expectativas que la rodeaban.

Mientras miraba el paisaje que se extendía ante ella, los recuerdos del encuentro con Eddie volvieron a su mente. Recordó cómo sus ojos se habían cruzado en el parque, un momento en el que se sintió libre de las restricciones impuestas por su posición. Su corazón latía con fuerza cada vez que pensaba en él, sintiendo que Eddie representaba una posibilidad de escapar de las cadenas que la aprisionaban.

Pero la realidad la golpeó una vez más cuando recordó las palabras de su padre sobre el guardaespaldas. Sentía que cada intento de buscar su propia felicidad estaba siendo saboteado por las decisiones de él. La presencia constante de un guardaespaldas solo serviría para aumentar su sensación de encierro y vigilancia.

En medio de sus pensamientos, Brooke tomó una decisión. Sabía que tenía que encontrar una manera de conectarse con Eddie nuevamente, de descubrir si esa chispa que había sentido en el parque podía convertirse en algo más significativo. No estaba dispuesta a dejar que su padre dictara cada aspecto de su vida, incluso si eso significaba enfrentar consecuencias.

Con determinación en su mirada, Brooke se alejó del balcón y comenzó a trazar un plan para encontrarse con Eddie una vez más. Estaba decidida a explorar su propio camino hacia la felicidad, incluso si eso significaba desafiar las reglas y expectativas que habían sido impuestas sobre ella desde siempre.


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Melodía de sueños imposiblesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora