IV.- Overwhelmed.

741 152 6
                                    


Lena POV.

Me tiro pesadamente sobre el largo sofá blanco de la amplia sala de mí ático en pleno centro de National City, con mis ojos cansados de permanecer abiertos por tanto tiempo y sin siquiera poder recordar la última vez qué pude dormir decentemente después de perder a Kara a los pocos instantes de tenerla frente a mí.

Nuestro encuentro no pudo haber sido peor y las lágrimas amargas qué ambas derramamos en medio del camerino de Peyton fueron apenas una pequeña muestra del gran dolor qué habíamos mantenido oculto por tantos años y qué con la confrontación, las exigencias y todos los desafíos qué nos pusimos esa bendita noche mientras hablábamos, nos llevaron al límite.

Han sido pesadas semanas desde entonces, maldiciendo una y otra vez el momento en el qué mandé todo a la mierda aquel día en Midvale, porque aunque sabía qué había actuado cómo una tonta con Kara en el pasado; no sabía qué necesitaba que ella negara cualquier lazo conmigo, para ver la magnitud descomunal qué mi cobardía había causado, qué me da profunda vergüenza admitir pero sé qué no tengo otro nombre para llamar el hecho de alejarme y negarme a saber conscientemente de la mujer qué amo por tantos años.

Pero ahora, Kara me está cobrando todo lo qué le hice, porque aunque he estado cómo loca buscándola en todo el mundo, en la única parte en que la puedo encontrar, es en mis sueños.

Esto no podía ser todo entre nosotras, ¿Verdad? Porque tengo qué verla, ganarme su perdón y darle todo el amor qué sólo ha crecido en mi pecho por más qué todos estos años no me haya atrevido a buscarla por el tonto miedo qué sentía a su rechazo y es jodidamente irónico qué eso qué tanto temí y qué me contuvo de regresar a Midvale a buscarla; sea lo qué me esté impulsando ahora a ir detrás de ella, y absolutamente me niego a qué todo se haya acabado finalmente entre nosotras, porque un amor cómo el de Kara y mío, no debería acabarse jamás.

Una pesada voz en mi mente, me dice qué me merezco todo lo qué me está pasando porque dejé ir lo más puro qué me había dado la vida, qué sin duda es Kara y todo su amor; pero pienso qué podré remediarlo ¿Verdad? Kara, es buena, es justa y aún con todo el dolor qué me dejaron ver sus lindos ojos azules cuándo finalmente se quebró su fachada distante de Peyton, pude ver qué sobre todos los sentimientos de ira y todo el resentimiento por dejarla atrás, supe que ella todavía me ama, tanto cómo yo la amo a ella y eso definitivamente debe significar algo bueno, tiene qué serlo.

La noche se siente fría, a pesar del cobijo qué me brindan las altas y estilizadas paredes de mi ático. La opresión en mi pecho no ha dejado de hacerse más pesada con el paso de los días, hundiéndome en la absoluta soledad y entregándome a recordar esa bendita noche en la qué volví a perderla, porque de nuevo la única culpable por no tener a Kara, a mi mujer conmigo, era yo misma.

Tomo un largo trago de whisky, qué quema mi garganta a su paso, mientras pienso en cómo Kara sólo se marchó del camerino aquella noche, dejándome completamente sola sin importarle un instante lo qué pasaría conmigo o todo lo qué quería qué decirle en ese momento para obtener su perdón; con mi mejilla sensible y demasiado adolorida por la fuerte cachetada qué me propinó completamente desbordada por la inmensa frustración qué evidentemente ella sentía por las imposiciones sobre nuestro noviazgo, o las explicaciones de porqué trabajaba cómo bailarina en The Krypto Club, qué en mal momento me atreví hacerle cuándo sabía perfectamente qué no estaba en posición de tentar mi suerte, qué ya había sido bastante buena conmigo al permitirme reencontrar a Kara a través de Peyton, antes de qué totalmente ofuscada, Kara llevara sus pasos fuera del lugar, sin esperar una maldita respuesta de mí parte a su pedido de qué la dejara en paz y sin ella brindarme una sola esperanza de un futuro para las dos.

¿Así era qué terminaba finalmente nuestra historia? No, no y no, porque me niego rotundamente a aceptar este cruel destino, qué en mala hora yo misma labré; y aunque me duele cómo la mierda su indiferencia a mis disculpas y toda la férrea negativa qué mostró a mis intentos por acercarme a ella aquella bendita noche en la qué al fin dejé de ver la sensual ilusión qué era Peyton, para verla únicamente a ella, a mí Kara; también sé y acepto qué me merezco con creces qué la mujer qué tanto amo, me trate así por ser tan estúpida y bastarda con ella, y sobre todo, ser una completa cobarde para luchar por nuestro amor.

PEYTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora