V.- Loveless.

711 149 35
                                    


Kara POV.

Habían sido semanas bastante agotadoras desde qué dejé a Lena atrás, tratando de evitar desmoronarme frente a ella y lanzarme a sus brazos para ilusionarme cómo una crédula con qué todo podría volver a estar bien entre nosotras, cómo sí no hubiéramos pasado toda una década alejadas, porque sólo una mirada de esos intensos ojos verdes, qué me han perseguido desde esa noche en qué me observaban con tanto dolor por las acusaciones dichas con tanto desafío, bastó para qué por unos instantes, mis rencorosas resoluciones sobre Lena tambalearan casi al punto de romperse.

Y pensar en ella ha sido sin duda una obsesiva constante en mi mente desde qué volví a tenerla justo frente a mí, porque definitivamente su recuerdo tan imborrable en mi memoria, no tenía chance de ganar con ella de carne y hueso, viéndose mucho más hermosa y seductora con la madurez qué sólo podría darle la edad, y absolutamente me encanté irremediablemente por ella de nuevo; por más qué hace muchos años en algún punto de todo el inmenso dolor qué sentía, desee qué Lena perdiera su delgada figura o qué se le cayera su largo y sedoso cabello negro, porque en mis momentos de mayor rabia, cuándo sentía qué todo se volvía demasiado para soportar, pensé qué el hecho de qué perdiera su extraordinaria belleza, era lo mínimo qué se merecía por todo lo qué nos hizo sufrir.

Pero aunque no pasó lo qué quería con ella cómo justicia divina por su tonta cobardía; no pude quejarme en lo absoluto de qué ella estuviera aún tan hermosa, luciendo orgullosa esa misma belleza inigualable qué me conquistó enseguida en mis cortos dieciséis años y de la cuál aún sigo profundamente pérdida, por más qué intenté borrarla para siempre de mi corazón y de mi mente, sin siquiera saber qué la vida tampoco me dejaría olvidarla tan fácilmente; pero eso sólo lo descubriría con el lento pasar del tiempo, para mi absoluta sorpresa.

Y aún con las semanas qué han pasado desde aquella noche en qué nos reencontramos, recuerdo con claridad cómo cuándo la máscara de Peyton cayó en aquella noche, supe qué sus ojos tan profundamente verde esmeralda mirándome exigentes por respuestas y tan llenos de desafío, no habían perdido a pesar de todo lo qué pasó entre las dos, ni un sólo gramo de ese enorme poder qué siempre tuvieron sobre mí y su cuerpo, qué no permití acercarse lo suficiente a mí por miedo a caer cómo una misma tonta por ella, sigue siendo el único lugar para sentirme completa, al menos en el plano romántico para mí, a pesar de todo lo idiota qué había sido conmigo, acabando en un abrir y cerrar de ojos con lo maravilloso qué solíamos tener.

Porque no la olvidé en todos esos años tan devastadores qué pasamos separadas, con todo mi amor por ella oculto debajo de varias capas de rabia; y verla en el club de Alex, tal y cómo lo habíamos planeado después de tanto pensar y considerar las consecuencias qué podría tener para mí vida, y sobre todo mi maltrecho corazón, definitivamente no me ayudó a sacarla por completo de mí; cómo sí ayudó a qué mis sentimientos pasivamente silenciosos en mi interior por Lena, explotaran hacia la superficie, creando una gruesa caparazón de indiferencia y rencor en forma de Peyton, qué debía castigarla y llevarla de regreso a mí, a su Kara, cómo tantas veces me llamó en nuestra adolescencia, para reclamarle todo lo qué hemos pasado por culpa de su enorme idiotez.

Pero aquella noche en qué la dejé verme bailando en aquel club, esperaba en verdad qué Lena me ignorara allí, prácticamente desnuda en medio del escenario de ese club nocturno de mi prima; tal cómo yo misma había estado haciendo con cada hombre y mujer que se atrevió a intentar conquistarme a lo largo de todos estos años, pero Lena para mí completa furia y mis posesivos celos, sólo babeó cómo una estúpida ante la sensualidad qué tanto derrochaba adrede cómo Peyton y me hizo olvidar por todo un largo mes de lo qué en realidad buscaba al planear un encuentro con ella después de tantos años, el mismo qué me había encargado con todas mis fuerzas de evitar en cuánto supe por el mismísimo Lionel, qué Lena no quería saber más nada de mí por miedo a que yo la odiara y aunque no lo hice totalmente cuándo me dejó sola y desnuda en mi habitación, si la odié un poco cuándo me dí cuenta de la colosal magnitud de su cobardía.

PEYTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora