XI.- Goosebumps.

460 89 5
                                    


Lena POV.

Respiro profundamente por aire, completamente ensimismada en el inmenso azul de sus ojos qué brillan intensamente sobre los míos, sobrecogiéndome en una espesa bruma causada por su inagotable belleza; mientras ella se mantiene completamente estática en medio del umbral de la puerta principal; causando sin buscarlo qué mi sonrisa crezca infinitamente más entre mis labios por lo divinamente linda qué ella se ve hoy y sobre todo, por la alegría que me causa al fin estar frente a ella. 

Veo cómo el ceño de Kara empieza fruncirse lentamente bajo mí atenta contemplación, cómo sí ella quisiese encontrar la pieza faltante a un rompecabezas y aunque en verdad me gustaría tranquilizarla diciéndole que no quiero problemas y qué no vine aquí a discutir, ni mucho menos para hacerle un reclamo por cómo terminó tan mal todo la última vez que estuvimos tan exquisitamente juntas con nuestros cuerpos fundidos en uno sólo sobre su cama; pero no sé que tan bien le siente la idea de qué estoy aquí en Midvale y qué dejé mi trabajo y toda la vida qué había construido en Londres junto con mis fieles amigos allí, sólo para buscarla y estar con ella y nuestro hijo, con el qué estoy muriéndome por pasar tiempo con él y ver qué es todo lo que le gusta, porque vine aquí, sin detenerme ante ningún consejo de mis padres o de la mala influencia de Lex, qué no le cayó para nada bien conocer la verdad qué Kara me estuvo ocultando por tantos años; sólo para quedarme muy cerca de mi familia porque no pretendo huir nunca más, a menos que Kara se escape con Clarence de nuevo; cosa que espero no pase porque no me alejaré nunca más de ella o de nuestro hijo y de ser necesario, recorreré el mundo entero para no separarnos otra vez, porque ese es un error que no pienso volver a cometer.

Ella luce tan tierna en su desconcierto, buscando quizás la razón detrás de mí sonrisa y del porqué de mi llegada a casa de sus padre, mientras qué mi mente puede al fin descansar sabiendo qué mamá no cumplió con su severa amenaza de advertir a Kara de mi llegada a Norteamérica. Recuerdo con pesar toda la fuerte discusión qué tuvimos mamá y yo cuándo fue a interceptarme apenas aterricé esta madrugada en el Aeropuerto Internacional de Metrópolis; y ni siquiera me molesté en preguntarle cómo demonios se había enterado de qué estaba por llegar a la ciudad antes de encauzar mi camino en dirección a Midvale, porque mis divorciados padres parecen tener una comunicación más qué perfecta cuándo se trata de mis asuntos con Kara y por más autocontrol que rogué al cielo por tener, no pude contenerme en decirles que sí se les hubiera ocurrido por tan sólo un momento de todos estos años considerar que yo debería saber lo que estaba pasando con Kara y con el hijo que no sabía que teníamos hasta hace una larga semana atrás; quizás yo no me sentiría tan jodidamente desesperada por la incertidumbre que me causa el futuro qué me espera, sí es qué Kara decide no perdonarme por ser una colosal estúpida por tantos años desde mi fatal decisión de escapar de su lado, cuándo todo lo que debí hacer fue abrazarla más cerca para no soltarla nunca en la vida y es en verdad una mierda darme cuenta de qué tuve que perderlo todo, para saber que no quería perderlo nunca en primer lugar.

Papá, lucía tan apenado por la seria acusación que le hice aquel día y viéndose extremadamente culposo por ocultarme algo tan importante para mí cómo lo es mí hijo; no pudo negarse a mi petición de ayuda en cuánto llegué a Londres para enfrentarlo cómo nunca antes lo había hecho después de lo que pareció una eternidad en el viaje de Vladivostok hasta allí, pero su culpa no me importaba en lo más mínimo, y no la quería tampoco, porque yo sólo deseaba concentrarme en hacer de una buena vez lo correcto y eso era, cómo siempre debí saber, escoger a Kara, mi dulce Kara y a nuestro amor por sobre todo lo demás. Así que con nada más qué mí inquebrantable decisión de recuperar a mi hermosa novia, tomé el primer vuelo disponible a Metrópolis, sin poder pegar el ojo ni un sólo momento del extenso viaje, imaginándome las mil y una forma en las qué Kara podría correrme de su casa, sin permitirme la oportunidad de hablar; por lo que sumado a toda mi ansiedad y la frustración que aún sentía por haber sido abandonada a mi suerte en el lujoso penthouse de mi rubia; cuándo puse un pie en Metrópolis, yo no tenía las ganas y mucho menos tenía la paciencia para enfrentar a mi madre o empezar a seguir sus consejos sobre lo que tengo que jodidamente tengo que hacer para solucionar mis asuntos con Kara y nuestro hijo. Aunque no puedo evitar reconocer qué fue una verdadera suerte qué Cat estuviera con mi madre en ese momento para conciliar algunos puntos de nuestra acalorada conversación en medio del aeropuerto, porque sé qué seguramente nos habríamos dicho cosas de las qué ahora mismo estaría arrepentida, sí mi amable madrastra no hubiera estado allí para apaciguar el impetuoso carácter de mamá; más en este asunto, porque Lillian, no tenía ningún derecho a reclamarme tan sólo por no estar de acuerdo en mí idea de abordar a Kara tan pronto; mucho menos después de qué ella guardó silencio por tanto tiempo sobre todo lo que yo me estaba perdiendo al lado de la mujer que amo y del hermoso fruto de nuestro amor. 

PEYTONDonde viven las historias. Descúbrelo ahora