4

56 17 0
                                    


Laura despertó de golpe. Transpiraban, le tomó tiempo tranquilizarse.

Había soñado que un perro negro, con ojos rojos de enorme tamaño como la sangre le mordía la mano junto al pulgar.

También recordó los fragmentos de otros sucesos como; ver a Dennis bañado en un color negro viscoso que recordaba al petróleo, además diversas figuras de animales disecados.

Sentada en el borde de la cama Laura contempló la ventana de la habitación, pese que las cortinas no estaban corridas la luz del sol ya iluminaba toda la habitación.

No obstante, consiguió encontrar un poco de calma en la frescura de la mañana, la escritora intuyó que sería un día cálido. Junto a la cama había una mesita de noche, de la cual ella tomó el móvil y vio la hora; eran casi las seis y media de la mañana.

Laura cerró los ojos, alzó un tanto el rostro e hizo un ejercido de respiración, llevándose la mano derecha al vientre "Relájate, ya has pasado una noche en este lugar, tranquila" se dijo para sí.

El olor a madera percibido en las inhalaciones a Laura le fue grato. Al abrir los ojos pudo inspeccionar con tranquilidad los extraños pedazos de la pesadilla "una buena pesadilla para estar alerta" a esto sonrió, luego buscó bajo la funda de la almohada.

Ahí encontró un trozo de papel arrugado. Era de Dennis, quien había llegado a noche por las bolsas, la nota ponía; he vuelto, todo va de acuerdo al plan, en dos días, quema la nota.

La quemaría después, ahora lo que apremiaba era ponerse algo cómodo y salir a correr "recuerda Laura, todo el tiempo desde que salgas de estas paredes debes estar en personaje" se dijo.

En la ficción había parámetros, bordes y fronteras que un escritor evitaba. La trama pasaba en un centro imaginario protegido de aquellos límites, es decir un personaje jugaba su papel en dicho centro, donde el micro mundo ficticio existía, no había un imprevisto y de haber uno, el escritor estaba cobijado por ese centro, en la vida real, no.

Lo que haría ella ahí no estaba sustentado por un centro, se dijo Laura, nada estaba protegido por los bordes, todos se movían en límites diversos por tanto era fundamental que no saliera del personaje, la ficción que Dennis y ella estaban intentando crear debía subsistir en base a ese caos que no tenía bordes ni límites.

Laura se puso unos pantalones ajustados, un sostén cómodo y una camisa sin mangas.

Se recogió el cabello en una coleta, programó su reloj inteligente para ver las pulsaciones de su corazón y las calorías que quemaría.

Luego salió hasta la pequeña sala donde aún estaban el resto de sus cosas apiladas en el suelo. De entre ese desorden dio con una botella de agua, además tomó un morral de tela, ahí guardo la botella, su móvil y..., con el último objeto lo dudo un tanto, sin embargo, decidió llevarse la navaja. Objeto que había sido un regalo de Dennis, quien le recomendó comprar otra más y llevarla dentro del zapato. Más tarde Dennis le contaría una historia de porque decidió llevar siempre una navaja oculta en su calzado.

Al salir al porche se quedó un instante contemplando el lugar. La claridad, la brisa y los cantos dispersos de las aves hizo creer que el día ya había avanzado, pero apenas darían las siete de la mañana.

A un par de metros de su auto se podía ver la carretera de tierra que seguía en línea recta de ambos extremos, tanto arriba como abajo.

La Escritora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora