11

27 8 0
                                    

Dennis estuvo un rato en el patio trasero de la casa.

Tres perros merodeaba por el lugar y uno más estaba tendido junto a sus pies.

Había llegado a casa a eso de las once de la noche, hacía dos días que no tenía contacto con la escritora. Al día siguiente estaba previsto ir de nuevo hasta la cabaña de Ben.

El trayecto le era ahora familiar; con la motocicleta se iba hasta Los Olivos, gracias a un dispositivo GPS sabía donde detenerse, luego ocultaba la moto entre los árboles y hacia el resto del camino a pie.

Lo del GPS dio problema al inicio, sin embargo, con una batería solar adicional y cubierto de una bolsa plástica el asunto estuvo resuelto.

Esa mañana no llevaba sus gafas, sino sus lentes de contacto, sentado en una silla con un cigarrillo en la mano meditaba sobre lo que había hecho, sobre todo con las criaturas inocentes. Intentaba evadir el hecho de tener que cavar en el agujero donde había dejado las bolsas cuando Ben estuviera listo.

Sería una pesadilla decorar la cabaña de Ben con cadáveres de animales, montar una escena y luego salir a matarlo.

Sobre este último de talle, Dennis si que se permitió pensar, y lo hizo con una calada profunda de su cigarrillo. Al final tiró el cigarrillo en el suelo y lo apagó con la suela del zapato.

Antes de ponerse en pie se inclinó y acarició la cabeza del perro. Fue hasta la entrada, antes de entrar miró en redor, viendo a los perros "la peor parte ya está hecha" se dijo asqueado de sí mismo.

Dennis aparcó la moto junto al almacén de comida.

Darían las once de la mañana. Al bajar del vehículo de dos ruedas, advirtió el pickup rojo de Ben.

Para entonces, ese hijo de puta, pensó Dennis ya habría leído la nota que ponía "Los que dañan a criaturas indefensa están condenados al infierno" además de la silueta de un pájaro, en letras diminutas, Dennis había agregado lo siguiente; "sé lo que has hecho" en el almacén vio a Ben merodear por los estantes. Ni siquiera levantó la vista cuando Dennis entró, o cuando Nora lo saludo.

-Buen día Daniel, gusto de verte.

-Buenos días, Nora. El gusto es mío.

Que la anciana le llamara Daniel no era una mentira, de hecho ese era su segundo nombre. Su padre le había puesto Dennis por el abuelo materno y Daniel por el paterno. Nadie hubiera creído que era parte latino, como Laura, por su aspecto y su cabello, pero el padre de Daniel era mexicano y la madre irlandesa, se había criado gran parte en Londres.

Pero a diferencia de la escritora que tenía un contacto más cercano a la cultura latina, este apenas podía pronunciar unas cuantas palabras en español.

-Bonito día ¿no te parece? ¿Cómo esta Toby?

Dennis sonrió ante la mención de su perro Toby, había sido uno de los primeros que compró, lo tubo desde cachorro.

-Bien, Nora. Ya está enorme.

-Me alegra, una lástima no verlo por aquí, también a sus hermanos caninos -la anciana río -déjeme ver si me acuerdo de ellos, uno era Lilo, otro Mister... algo.

-Mister k.

-¡Oh, si! Y claro el bello Toby.

La anciana sin dejar de sonreír condujo la mirada tras Dennis, por el hombro izquierdo de este y dijo:

-¿Encontró todo lo que buscaba señor Ben?

Dennis se volvió. Ben a unos metros de distancia asintió en dirección a la anciana y al verse observado por el hombre pelirrojo hizo de nuevo el movimiento de cabeza en forma de saludo.

La Escritora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora