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Dennis tomó el cenicero, apagó el cigarrillo y se lo llevó hasta la habitación.

Luego al volver descorrió una de las cortinas (de la ventana más alejada del patio frontal) se quedó un instante desde esa posición para observar la sala.

La escritora se le vio relajada, mientras daba sorbos cortos al vaso con agua. En un momento dado Laura se volvió a verlo. Él comprendió que la tensión liberada en cada encuentro, ahora llegados a ese punto era duplicada. Casi podía notarse en el aire, como un extraño magnetismo cargando de alguna manera el ambiente que ambos compartían ¿volverían a verse? Y de ser así ese aura enrarecida que emitían podían perseguirles siempre.

La primera vez que Dennis vio con detenimiento a la escritora fue en una de las fotos en la solapa de uno de sus libros. Era una mujer hermosa. Según su breve biografía; de madre latina y padre estadounidense. Creció al sur de California.

El primer libro que leyó a petición de su paciente fue el segundo que había publicado Laura. Fue una historia vertiginosa sobre un hombre que transportaba el cadáver de uno de sus mejores amigos en una casa ambulante.

Dennis sonrió ante el recuerdo de aquella historia turbia. Le fue extraño verla ahí, sentada con su aparecía frágil, bella e inofensiva ¿Qué la motivaba a escribir en ese tono siniestro?

-Están muy inquietos ¿verdad?

Por un instante, Dennis no supo de que hablaba Laura.

-Los perros, están muy inquietos.

Dennis asintió. Esa parte del plan le hacia flaquear, tanto que comenzó a notar que comía menos. Desde que piso esa casa y compró los perros, había padecido insomnio, y en las pocas horas que pudo dormir todo estuvo plagado de pesadillas relacionadas a perros, sangre y él, o a veces la escritora muriendo.

Si lograban el cometido ¿Qué tanto les afectaría después? ¿verían la vida de manera igual? Una vez en las conversaciones que tuvieron en la cafetería, Laura había dicho que, incluso frenado aquel plan desquiciado, era imposible salir ileso. Dijo; hemos avanzado, Dennis, construido una estructura sólida, tanto como en ti y en mí, hay una escenografía en nuestras cabezas que se repite una y otra vez, mientras dormimos, mientras comemos, incluso en los momentos más insólitos, en medio de un ataque de risas de un chiste cualquiera que escuchamos de alguien, y... ahí esta Dennis, nosotros dos en la cabaña, inamovibles, solidos y dispuestos a matar en nombre de quien sabe que ¿venganza? ¿justicia? Da igual, porque nuestro subconsciente ya lo ha aceptado.

-He pensado que la nota que le enviaremos a ese desgraciado, debe ser cambiada de una silueta de perro a un ave, al menos la primera. Te pasare la imagen que hice en mi portátil.

Dennis frunció el ceño. Luego se ajusto las gafas. Cambiar de gafas a lentes de contacto le traía migrañas. Se frotó los ojos.

-De acuerdo. Tu eres la...,

Vaciló y al ver que la escritura sonrió, él se relajó.

_ ¿Experta?

-Lo siento no quise decirlo en un sentido negativo, tienes una imaginación increíble.

-Algo por lo que seguro mi padre debe preocuparse - Laura se volvió a ver hacia la puerta de entrada, pensando si el otro pudo notar en ella como la expresión se le había apagado un tanto -nunca pensé practicar lo que escribo. Y...,

-Siempre estará abierta la posibilidad de irte, Laura. No lo olvides.

Ella esbozó una sonrisa solo de labios, sin sonido sin dejar de mirar la puerta. Como si, se dijo Dennis, esperara que la entrada se abriera de golpe y entrará alguien, quien sea, para señalarla "¡es ella, ella, la que planea algo horrible!"

La Escritora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora