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"Café para una vida despierta" la cafetería del pueblo era atendida por el propietario, Nicolás.

Un hombre de color, enorme, con el pelo cortado al ras, moteado de canas. Amable, se dijo la escritora al entrar al lugar.

El establecimiento estaba animado, en su mayoría camioneros que pasaban esa ruta y decidían comer algo. El local era acogedor, austero; mesas y mostrado, tras este la cocina en la que se podía ver a una mujer con otra joven cocinando, nada estrafalario en el decorado.

Y quizás no necesitaba nada publicitario o llamativo a excepción del letrero, podía intuirse que ese lugar sobrevivía gracias a los camioneros y en temporada llena de "Los Olivos" cuando Laura se acomodó en una de las mesas junto al vidrio frontal, mirando a la entrada, darían la una de la tarde.

La visita a Dennis se había extendido, pormenor que le benefició a ella, ya que a las cuatro de la tarde volvería hasta esa casa y transportaría las últimas dos bolsas de basura, luego el hombre pelirrojo llegaría a la cabaña a llevárselas.

Así que la escritora sólo estaba dejando que las horas pasarán. La idea de volver a "Los Olivos" y hacer de nuevo el camino era extenuante, además las idas y venidas podían ser sospechosas.

Nicolás fue quien le llevó el menú "no hay gran cosa, pero todo es preparado con amor, y es muy delicioso" le había dicho este, después del saludo inicial. Según dijo, cuando Laura se presentó, ya había oído de ella, Nora le había hablado al respecto.

-Dijo que usted era...,

-Escritora, soy escritora -intervino Laura. Advirtió lo imprudente de decirle a la señora del almacén sobre la taxidermia a penas haber llegado, pero el tiempo a premiaba, el infeliz de Ben debía sentirse acorralado -de seguro los debe haber muchos en los Olivos.

El hombre corpulento sonrió y asintió.

-Todo tipo de gente, yo estoy acostumbrado a tratar con -miró en redor - diversas personalidades. los camioneros no son nada fácil, pero son personas agradables, simpáticos. Quizás siendo franco, tal vez los mejores clientes, rara vez arman alboroto, después de horas de vieja en carretera seguro solo quieren comida recién hecha y un café caliente. La dificultad viene cuando algunos vienen tomados o fatigados, la fatiga trae mal humor.

En eso estaba cuando pasó una de las mujeres de la cocina, la más joven, al escuchar a Nicolás dijo; "la cascarrabias de Nora no lo ve así, papá. Dice que tu local trae gente revoltosa y... esas cosas. Ya sabes cómo es" no se detuvo y siguió de largo ya que llevaba una bandeja cargada de bebidas y se fue hasta la mesa del fondo.

El propietario, Nicolás quien quedo un instante observando a la joven al ver a Laura volvió a sonreír.

-Ella es mi hija, Elizabeth. Algo de razón tiene en decirle cascarrabias a la señora Nora, pero uno termina por aceptar su carácter. Por otro lado, su hijo John es todo lo opuesto ¿lo conoce? Propietario de las cabañas.

-No, todavía no tengo el gusto. Mi editora fue quien me arreglo este viaje. Pero si, Nora me platico algo de eso, cuando la conocí el día de mi llegada.

- ¿Qué va a ordenar?

- ¡Oh, aun no...! ¿Qué me recomienda?

-Pues hay costilla que no sabrá tan bien en ningún sitio como en este, mi mujer tiene la mejor sazón. También tenemos ensaladas si prefiere algo más ligero. O un pequeño apartado vegano también, miré, aquí en el menú, hasta el final. O las bebidas, hay variedad.

- ¡Oh, veo que hay hamburguesas!

-Claro, de hecho, esas son mis favoritas.

-Bien, una de doble carne, papas y un batido de banano con leche estaría bien.

La Escritora Donde viven las historias. Descúbrelo ahora