CAP 10 "SUEÑO CON EL DEMONIO"

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Esa noche, una vez más Zhang Ayan se sumergió en el mundo onírico de Luan Shaoran. Ya estaba acostumbrada a no poder soñar en el sentido tradicional de la palabra y en su lugar, pasar horas enteras manteniendo conversaciones triviales con el joven mitad demonio que residía dentro de su cuerpo mientras este le ayudaba a regular la energía demoníaca que recorría sus venas espirituales.

Esta peculiar rutina se había convertido en parte de su vida cotidiana desde que tenía apenas tres años de edad. Su débil constitución la había obligado a recurrir al poder demoníaco contenido en la gema del alma, la cual albergaba el alma de Luan Shaoran. Esta reliquia invaluable había pasado de generación en generación en la familia de su madre, hasta que esta la arrebató en medio de una tumultuosa huida, motivada por ciertas "circunstancias familiares". La historia detrás de ese robo era larga y complicada, pero no valía la pena contarla en su totalidad en ese momento.

Desde el momento de su nacimiento, Liu Akame (su nombre original) encarnaba una profunda contradicción en la naturaleza de su sangre. Ambos lados de su familia, tanto el proveniente de su padre como el de su madre, habían heredado una estirpe con raíces demoníacas que, aunque debilitada y diluida a lo largo de las generaciones al mezclarse cada vez más con sangre humana, aún fluía vigorosamente por sus venas. De alguna manera, ya fuera por una extraña causalidad o una intrigante jugada del destino, después de generaciones, la influencia de la sangre demoníaca se hizo más ostensible en ella que en cualquier otro miembro de la familia. Aunque se habían documentado casos similares en la historia, en los cuales la sangre demoníaca resurgía con fuerza en individuos después de varias generaciones, la vida de estos solía ser efímera, pues la compatibilidad entre sus cuerpos humanos con la energía demoníaca a menudo se convertía en el factor determinante para su supervivencia.

Cuando Liu Akame nació, lo hizo en una condición de extrema debilidad, incluso los médicos no daban esperanzas de que sobreviviera por mucho tiempo. Pero a pesar de todas las adversidades y malas noticias, logró superar esos difíciles primeros años de vida, aunque gran parte de su infancia se vio eclipsada por problemas de salud que iban y venían, impidiéndole disfrutar de la niñez como cualquier otro niño normal de su edad. Incluso hasta el día de hoy recordaba cómo sus padres se turnaban para pasar la noche en vela a su lado, temiendo que su condición empeorara y que la perdieran para siempre.

Luego de someterla a diversas pruebas, se dieron cuenta de que su cuerpo había nacido con una energía demoniaca sobresaliente en comparación a otros miembros de su familia, por lo que se podía decir que entre todos ella era la que tenía la sangre demoniaca más pura de su linaje. Su primer paso fue sellar su poder demoníaco, aunque sabían que esta solución solo sería temporal.

Fue entonces, tras una exhaustiva "investigación", que uno de los ancianos de la familia sugirió el uso de la gema del alma, que estaba bajo el control de Nie Ju, con la intención de que funcionara como un canalizador de la energía demoníaca dentro de la niña con el propósito de acostumbrar su cuerpo y de esa manera lograr modificar su estructura, lo cual pareció funcionar al mejorar notablemente su estado de salud cuando tenía cinco años. Sin embargo, el tratamiento conllevaba un dolor constante que debía soportar.

Al principio, Nie Ju se negó rotundamente, consciente de la verdadera naturaleza de esas reliquias y cómo se utilizaban en el cultivo demoníaco. Sin embargo, al encontrarse sin otras soluciones viables y con el tiempo agotándose rápidamente, no tuvo más opción que aceptar, depositando toda su fe y sus plegarias en que este "tratamiento" funcionara. Pero no solo necesitaban que el frágil cuerpo de su hija soportara el proceso, sino también que el demonio atrapado dentro de la gema de alguna manera cooperara.

Así, cuando Liu Akame cumplió tres años de edad, la llevaron a una habitación oculta en las profundidades de la residencia principal de los Liu. Este recinto era un lugar de completa oscuridad, solo iluminado por una serie de antorchas blancas que colgaban de las paredes, dispuestas de manera alineada para formar un círculo. El suelo estaba cubierto por una formación de color rojo carmesí lo suficientemente amplia como para acomodarla en el centro de aquella estancia en penumbra.

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