Observé la tela roja que reposaba en el respaldo de la silla al otro lado de mi habitación. Era extraño, parecía brillar con intensidad, a pesar de la poca luz que desprendía la lámpara de la mesita de noche.
Me acomodé mejor en la cama, tumbada de costado con la mano bajo la almohada. Aquella noche hacía un frío que calaba hasta los huesos. Ni siquiera las tres mantas que llevaba encima, además de las sábanas de invierno, me quitaban la sensación de que estaba a punto de ponerme a tiritar.
«Si es cierto que he vivido en Nueva York toda mi vida, debería estar acostumbrada a este tipo de frío, no sentir que estoy a punto de sufrir una hipotermia —suspiré, vislumbrando el vaho que salía de mi boca—. Ojalá tuviese una chimenea...»
Seguí observando la bufanda por un rato más, pensando para mis adentros si debía devolvérsela o no a su dueño. Tal vez volviera a por ella al día siguiente. Pero algo en mi interior me decía que aquel hombre, con tal de no pasar por el mal trago, optaría por olvidarse deliberadamente de ella.
Con una idea rondando mi mente, me deshice de las mantas para caminar hacia el escritorio. Agarré rápidamente el objeto y en menos de dos segundos estuve de vuelta sepultada bajo el peso de las telas.
La tela era suave al tacto. No parecía que fuera hecho para ser utilizada como una bufanda. Tenía patrones extraños que la decoraban. Por dentro era de color marrón a cuadros, como si fuera una especie de tablero de ajedrez.
—Una antigüedad, sin duda.
La inspeccioné un poco más, hasta que sentí que se deslizaba de mi mano uno de los extremos. Fruncí el ceño. Más bien, era como si hubiera serpenteando. Pasé mi mano de nuevo, algo confusa. Ahí estaba otra vez. Con un grito ahogado, la solté de golpe. Retirándome hacia el cabezal de la cama.
Me quedé muy quieta, esperando que volviera a hacer algún movimiento. Pero no lo hizo.
Despacio, me acerqué de nuevo, alcanzándola con sumo cuidado. Parpadeé varias veces. Juraría que se había movido... Pasó un buen rato y finalmente no dio señales de vida.
—Creo que mi falta de sueño me está haciendo alucinar —dejé la bufanda en la mesita a mi lado. Negué con la cabeza. Ya era hora de que durmiera un poco o no podría levantarme de la cama para trabajar por la mañana.
Apagué la luz y le di la espalda, mirando por la ventana. Mi cabeza rumiando sin parar.
«Tal vez deba ser yo la que dé el paso» —con una sonrisa pícara, finalmente me dormí. Y como había pasado desde que me desperté en el hospital, mis sueños estaban plagados de cosas extrañas, imágenes borrosas que no podía distinguir, voces distorsionadas que me hablaban en eco. Y todo aquello se desvanecía al despertar a la mañana siguiente, sin dejar rastro.
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𝐌𝐞𝐦𝐨𝐫𝐢𝐞𝐬 || 𝐃𝐫. 𝐒𝐭𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞 𝐱 𝐎𝐜 ||
Romance-No sé quién eres. Su silencio me transmitió desilusión y algo de miedo. Alcancé su mano, lo cual hizo que me mirara con sorpresa. Miré esos ojos azulados tan extraños. Unos ojos que no me dejaban pensar con claridad. No los quería olvidar jamás...