Capítulo 9

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Me detuve frente al extraño edificio. Nueva York podía ser bastante llamativo, pero no a ese nivel. La casa, o más bien la mansión, se erguía firme y digna entre los demás edificios de alrededor. Sin dudar, destacaba bastante.  

Pero lo más raro de todo era el sentimiento de añoranza que pinchaba mi corazón cada vez que me fijaba en un detalle nuevo de la fachada. Dejé de observarla y me acerqué a la gran entrada. Apreté inconscientemente el asa de la bolsa que llevaba en las manos. 

«No, Avril. Ahora no es momento de echarse atrás». 

Hice ademán de llamar, pero antes de que mis nudillos pudiesen tocar la superficie, las puertas se abrieron para mí. Di un paso hasta entrara en lo que parecía ser el vestíbulo. Como lo aparentaba por fuera, la casa por dentro era igual o más vieja de lo que esperaba. Pero en esa vejez sentí confort. Debía ser por la chimenea, le daba un toque hogareño al lugar. 

Fruncí el ceño al darme cuenta de que nadie había salido a recibirme después de abrir. Miré por todas partes pero no encontré a nadie alrededor. 

—¿Qué haces aquí?

Di un respingo, llevándome la mano al corazón, el cual palpitaba furiosamente por el susto. En lo alto de las escaleras estaba Stephen Strange. Y no parecía muy contento de verme. 

—Vaya recibimiento —como esperaba, él no se mostraba receptivo a que compartiéramos ni el mínimo espacio juntos—. ¿Sabes? De normal, las personas saludan con un; "hola", o con un; "buenos días". Y más si es el anfitrión —lo oí bufar desde arriba. 

—Normalmente, el anfitrión invita a los que vienen a su casa. No se presentan sin ser anunciados sin más —torcí el gesto ante la acusación que me lanzó. Definitivamente, no le caía muy bien. Tenía las manos en la espalda, giró la cabeza un poco abriendo la boca para decir algo, pero se lo pensó un poco antes de hacerlo—. Buenos días —dijo a regañadientes, suavizando su tono—. Ahora, ¿me puedes decir qué haces aquí y cómo has conseguido mi dirección? —bajó las escaleras para reunirse conmigo en la planta baja. Por mera educación, seguramente. No creo que sea muy considerado hablar a la gente desde una vista tan altiva.

—Creo que tengo algo que es tuyo —no me andé con rodeos y le di la bolsa. La miró con el ceño fruncido por un momento hasta que la tomó con cuidado. Sentí un escalofrío cuando sin querer rozó sus dedos con los míos, así como un dolor leve en el costado de la cabeza. Ahí estaba la migraña de nuevo.  

Detuve mi vista en sus manos mientras sacaba el contenido de la bolsa. Largas y finas líneas blanquecinas se percibían en el dorso de ambas. Extrañas cicatrices. Al ver que me había quedado muda, carraspeé por la vergüenza cuando me miró con confusión y una ceja levantada. Al menos estaba siendo más expresivo que las veces anteriores que nos habíamos visto.  

—Te la dejaste el otro día en la cafetería. Supuse que la querrías de vuelta —dije sin más, observando su reacción con atención. Acarició la tela rojiza, luego volvió a posar sus ojos en mí. Ahí estaba de nuevo esa sensación. 

—Gracias —su tono era neutral, pero su mirada me quería decir otra cosa. Era extraño, no podía apartar la vista aunque quisiera.  

—Bueno, a la próxima no salgas corriendo de los sitios y no irás perdiendo las cosas por ahí —quise bromear, pero salió más a reproche que a otra cosa. 

—¿Salir corriendo? ¿Yo? Para nada —algo en él se crispó ligeramente, ya que bufó sonoramente y rodó los ojos. 

—Pues eso me pareció a mí —contraataqué, me dio una mirada entrecerrada, advirtiendo el pequeño desafío. Casi sonrío cuando me respondió un poco más ofuscado. 

—Tenía prisa, soy un hombre muy ocupado. 

—¡Oh, vaya! ¿Y a qué te dedicas? Si puedo preguntar —me crucé de brazos. Intenté ocultar la curiosidad que me picó. Puede que con esa conversación consiguiera algo más que sacarlo de quicio.

—Eso a ti no te interesa.

Ahora fue mi turno de callarme. No diré que no me dolió el tono medio amenazador y distante con el que me lo dijo. ¿Por qué? Si no conocía de nada a ese hombre.

—Vale, lo pillo. No te gusta conversar, parece.

«O simplemente no conmigo».

—Aunque no hacía falta ser tan grosero —sus cejas se movieron un poco, al parecer, pareció sorprendido por mi frío tono. No se movió más, con sus manos detrás de la espalda. Siempre parecía estar en una postura tensa, rígida, como si no estuviese cómo en ningún lugar—. Perdón por molestarlo, doctor. No lo haré más —respiré profundamente, tratando de tranquilizar mi enfado. Hasta ese momento no noté que tenía la respiración atascada, probablemente desde hace un buen rato—. Hasta luego —llegados a ese punto, no tenía ningún sentido que permaneciera más en ese lugar. Me hacía sentir estúpida la situación.

Me di la vuelta deprisa, agarrando mi bolso con fuerza. 

«Esto te pasa por querer saber de más, Avril» —habló mi voz interior. Reprimí un gruñido exasperado. 

Nada más poner un pie fuera, las puertas se cerraron detrás de mí, haciendo que girara rápidamente. Las miré con frustración, desilusión y algo de tristeza. Demasiadas emociones que cohesionaban sin tener sentid para mí.

Volví a casa pensando que, tal vez, aquel hombre siempre sería un enigma destinado a no resolverse nunca. Tal vez eso era lo que estaba destinado a ser.

Y, también, que nunca podría recuperar mis recuerdos y la vida que los acompañaba.   


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⏰ Última actualización: Jun 20, 2024 ⏰

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𝐌𝐞𝐦𝐨𝐫𝐢𝐞𝐬 || 𝐃𝐫. 𝐒𝐭𝐫𝐚𝐧𝐠𝐞 𝐱 𝐎𝐜 ||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora