Capítulo 7

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Forever Young - Alphaville

—Me gusta esa canción —me dijo Dagen mientras pasaba los casetes de las películas.

—Sí, ya me di cuenta de que te gusta la música de abuelos —me burlé en voz baja mientras pasaba unos casetes con portadas muy raras.

—Ya sabes lo que dicen. Lo clásico siempre es mejor.

Me reí y seguí viendo las portadas de las películas. Estábamos en una tienda a unas calles de la universidad. Había estanterías llenas de casetes de canciones y de películas independientes. Era un lugar bastante lleno de cosas, sobre todo de cuadros de películas y objetos de colección. Dagen solo me había llevado para ver unas películas de cine gay experimental.

—Esta tiene buena pinta —me dijo y después me extendió la película—. Maurice... espera, esta la conozco. Mejor otra.

—¿No te gusta? —quise saber con el ceño fruncido.

—No voy a pagar por una película que ya vi.

—Pero yo no la vi.

Me miró con una ceja enarcada y fingió dejar la película en la estantería, pero la metió en medio de las otras películas que ya había decidido llevar.

Quería decirle que no importaba, pero una mano en mi antebrazo hizo que lo olvidara.

—Hola, Dagen —le saludó Leandro a Dagen, con una sonrisa más tranquila de la que había tenido cuando creía que era mafioso.

Dagen le devolvió el saludo con un asentimiento y una sonrisa; después, volvió a revisar las estanterías con películas.

—¿Qué pasa? —le pregunté a Leandro.

—Es Eric, sigue así. No me escucha cuando le digo que Nelson no vale la pena. Que... ya sabes. Él es así y su familia igual.

—¿Su familia?

Leandro se acercó más a mí, como si estuviera por soltar una bomba o algo que podría cambiar mi vida.

—Dicen que la hermana de Nelson se practicó un... ya sabes. Eso que se practican las mujeres cuando no quieren quedar embarazadas.

Le miré poco animado y él casi se lleva las manos a la boca después de decirlo.

—Un aborto —lo soltó Leandro y se llevó las manos a la boca, con mucho dramatismo.

—Eso no debería importarte —le dijo Dagen, con la voz distendida y la mirada puesta en él—. No me gusta meterme en conversaciones ajenas, pero no está bien que hables de una mujer así. Si lo hizo o no, no debería importarte.

Leandro se sintió culpable y asintió.

—Tienes razón, yo... no sé por qué lo dije.

Dagen volvió a revisar las estanterías con películas, mientras tarareaba con su voz ronca la canción que tocaba en los parlantes. Se veía tan guapo, más después de haber defendido el nombre de una mujer. Con su piel aceitunada, los hoyuelos en sus mejillas, el cabello curvado cayendo a su frente y el brillo del amarillento sol entrando por un ventanal.

Dagen Cardi podía conmigo, incluso si fuera la primera vez que me hablara. Porque no era algo físico, era todo lo demás. Desde su forma de ser, hasta su desinterés cuando se trata de algo que no debería opinar.

—Bueno, eso pasa, Cárter. Estaría bueno que tú hables con él, porque yo solo quiero empujarlo de su silla de ruedas por sufrir así.

Asentí y le entregué mi mochila, deslizándola de mi hombro.

El sol que me dasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora