II

151 15 0
                                    

Mientras almorzaba y miraba las noticias, su teléfono vibró. Lo revisó sin mucho interés y descubrió que era un mensaje. Al abrirlo, recordó la estúpida app de citas. Jessica Wood leyó en letras grandes, junto a una fotografía de una joven muchacha de cabello rubio con toques de rosado. El mensaje denotaba sus intenciones bastante directas. Lo saludaba e invitaba a charlar para que ambos se conocieran mejor. Por algún motivo, se sintió enfadado, borró la aplicación y guardó su teléfono. No estaba en condiciones para conocer a nadie. Esas "pesadillas", si es que eso eran, seguían atormentándolo. No podía dejar de sentirse culpable por lo sucedido con Mika, y sabía que debía regresar al trabajo. Se sorprendió a sí mismo mirando a su pequeña durmiendo en el sofá. ¿De eso se trataba todo? ¿Se sentía culpable por lo sucedido con Mika? ¿Aquello que veía por las noches era solo la representación de su culpa? No estaba seguro de nada, pero no podía olvidar que aquella criatura lo había despertado el día del accidente de Mika.

Esa noche, despertó a las 3 como todas las noches, sin molestarse en sentarse en la cama. Mika dormía a su lado, la venda rosa en su pata era claramente visible a pesar de la penumbra del cuarto. Cuando volvió a cerrar los ojos, escuchó con claridad un sonido que le evocó la imagen de un gato arañando la alfombra. Volvió a mirar a su pequeña gata en la almohada, profundamente dormida, y se sentó rápidamente en la cama. Permaneció completamente inmóvil, aunque no pudo evitar sentir una corriente eléctrica recorriendo todo su cuerpo.

A los pies de su cama, sobre la alfombra del cuarto, pudo distinguir una criatura lampiña. Sin embargo, su piel no parecía humana; más bien se asemejaba a la piel de un gato esfinge de color gris. Los huesos de su rostro estaban bien marcados al igual que en el resto de su cuerpo, y por su posición se notaba que caminaba en cuatro patas. A pesar de ello, sus brazos eran excesivamente largos en proporción a su cuerpo, y las demás extremidades.

Sus ojos brillaban intensamente, uno verde como un campo de golf y el otro celeste como el agua de una piscina en un anuncio. En lugar de una nariz, tenía un hueco triangular, y su boca sin labios mostraba unos dientes puntiagudos semejantes a los de un tiburón. Sobre su cabeza, una cresta desordenada de cabello rojizo, demasiado rojo para ser natural.

Para su sorpresa, aquella criatura de pesadilla comenzó a caminar junto a la cama, acercándose a él. Sus movimientos eran extraños, similares a los de un perro curioso o un león al acecho. Aun así, la longitud de sus brazos le daba un aspecto humanoide que no hacía más que intensificar lo inquietante que era. Con cada paso que daba acercándose a su rostro, arrastraba consigo sus afiladas y peligrosas uñas negras. Volkov no podía mover ni un solo músculo, completamente congelado. Sin embargo, mantenía una mano sobre el cuerpo de Mika como si quisiera resguardarla del peligro. Su mente se inundó de pensamientos ruidosos que le impedían tomar una decisión. Permaneció estático en su lugar, pero sin perder el contacto visual con la criatura a su lado.

La entidad se aproximó al velador, como si intentara observar al humano de más cerca. Una vez satisfecha, se movió lentamente hacia la puerta y desapareció en la oscuridad. Volkov no sabía cuánto tiempo había permanecido en estado de shock, pero cuando finalmente logró reaccionar, corrió desesperadamente hacia la puerta y la cerró con pestillo, sus manos temblaban y su respiración estaba agitada.

No pudo conciliar el sueño durante el resto de la noche y decidió callar lo sucedido. Durante el día, se ocupó de cuidar a Mika, y cuando comenzó a oscurecer, Volkov se atrincheró en su habitación. Cerró la puerta con llave, colocó una cómoda para asegurarla y se sentó en la cama con su arma en mano, esperando la aparición de la criatura que ahora conocía. Pasaron las horas y la tensión en la habitación de Volkov se tornó casi palpable. Cada pequeño sonido hacía que se sobresaltara, y su mirada permanecía fija en la puerta cerrada. El reloj avanzaba lentamente, marcando el paso del tiempo que parecía eterno, mientras tanto, Mika descansaba en su cama, inconsciente de los acontecimientos que habían sacudido la noche anterior.

AQUELLO (Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora