III

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La semana siguiente no fue muy diferente a las anteriores en la vida de Viktor Volkov. Extrañamente, comenzaba a acostumbrarse a la criatura que lo visitaba todas las noches, aunque durante el día, la existencia de aquello parecía un sueño. Por lo tanto, había dejado de afectar su desempeño en el trabajo. Volvía a ser el comisario de siempre, realizando informes impecables y trabajando con energía.

Mientras tomaba una denuncia, la vio entrar. Antes de poder evadir la situación y dejarle el problema a Greco, la mujer ya lo había visto y se acercaba directamente a él, todo bajo la mirada atenta de su molesto amigo.

—¡Comisario! —saludó animadamente la rubia.

—Buenas, señorita Wood —saludó cordialmente.

Para su mala suerte, la chica sonrió complacida al escuchar su apellido salir de la boca del ruso—. Me alegra que recuerde mi nombre, comisario.

—¿Viene a poner una denuncia? —interrumpió el ruso, tomando una nueva hoja para anotar.

—Oh, sí —sonrió la mujer—. Esta mañana me robaron mi moto.

Volkov se mantuvo profesional mientras registraba la denuncia de la joven, mientras que su amigo no se apartaba del lugar y la chica continuaba intentando entablar una conversación en medio de las preguntas que él hacía con respeto al caso de robo.

—Bien —terminó de decir una vez subió el archivo—. Todo listo, cualquier cosa la contactaremos enseguida, señorita Wood.

—Le anoto mi número —dijo la chica mientras hacía ademán de tomar la mano del agente y escribir su número, pero el peliplata fue más rápido, alejando sus manos.

—No se preocupe, en el archivo que subí está su número. Si sucede algo, un agente le contactará enseguida. No se preocupe.

Greco soltó una risa involuntaria que rápidamente tapó con su mano y se alejó, mientras que la joven sonrió nerviosa, despidiéndose rápidamente antes de salir de la comisaría.

—¿Qué fue eso? —preguntó Greco una vez la joven cruzó la puerta de salida.

—Eso fue tu culpa.

—Disculpa?

Volkov suspiró—. Es una MS, me habló hace un tiempo por esa aplicación estúpida que bajaste en mi celular. No le contesté ni nada, pero me reconoció en el hospital y ahora cree que somos amigos o algo así...

—No creo que quiera ser tu amiga —susurró Greco mientras su amigo se alejaba.

Esa noche, mientras preparaba la cena, escuchó un ruido en el pasillo. Al voltear, se encontró con la criatura acercándose a la cocina con confianza, las luces tenues del lugar apenas delineaban la figura de la criatura, creando sombras que parecían danzar a su alrededor. Volkov sintió una extraña combinación de intriga y familiaridad al verla.

La criatura se detuvo a pocos pasos de él, su mirada intensa y curiosa fijándose en los ingredientes y utensilios que Volkov estaba usando. El ruso notó que la criatura parecía haber perdido gran parte de su aspecto aterrador. Ahora, se mostraba más como una presencia intrigante que como una amenaza.

Volkov decidió continuar con su tarea de cocinar, dejando a un lado su desconcierto por la presencia de la criatura. La extraña sensación de conexión que había desarrollado con ella en las últimas semanas parecía haberse intensificado. Siguiendo su intuición, decidió ofrecerle algo de comida. Tomó un poco de carne cocida y la colocó en un plato.

—¿Quieres un poco? —dijo Volkov, hablando hacia la criatura con voz suave y calmada.

La criatura miró el plato por un momento y luego miró a Volkov, como si estuviera evaluando la oferta. Luego, dio un paso cauteloso hacia adelante y olfateó la carne. Sin previo aviso, la criatura tomó la carne con sus manos, o al menos eso parecían ser sus apéndices, y comenzó a comerla con un comportamiento que recordaba vagamente a un ser humano.

AQUELLO (Volkacio)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora