ii.nos salvo la campana

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Ambos agentes se miraron en desesperación mientras los aldeanos se acercaban lentamente a ellos.Pero, Leon pareció encontrar la solución detrás de Violette.

—¡Con permiso!—el rubio tomó la muñeca de su compañera y ambos corrieron hacia la ventana más cercana.

Leon saltó, rompiendo el vidrio.Y acto seguido, Violette lo siguió por detrás.

Los adultos aterrizaron de rodillas en el barro, Violette levantó la vista hacia la ventana ya rota, vio como el aldeano bajaba el hacha ,y eventualmente fue desapareciendo de su campo de visión.

Violette se paró tan rápido como pudo, y cuando miró sus rodillas, se encontró con la desgracia de que estaban manchadas de barro húmedo.

—¿Estás bien?

—Claro que si.—Violette apretó los labios y limpió sus manos y rodillas.—Es un poco de barro... anti-higenico y asqueroso barro.—la asiática puso una mueca de asco.

Continuaron su camino por el camino marcado.

—¿Esta es la única ruta?—murmuró la mujer mientras se abrazaba a sí misma.Mirando todo el lugar a su alrededor.

—Me temo que si.—respondió de forma algo seca.

Algo que notó Violette del nuevo Leon, era serio.Miraba el mundo de forma más cautelosa y precavida.

En resumen, había madurado.Era un hombre, ya no era un niño.

No obstante, ella también sentía el cambio físico y mental que los años le habían dado, y había aprendido a ver el mundo de una manera diferente desde que tenía dieciséis.Aún así, solía tener comportamientos aniñados, cosa que le resultaba embarazosa de ella misma.

Los agentes llegaron hacia un puente, el cual estaba en muy malas condiciones y parecía que iba a soltarse en cualquier segundo.

Caminaron un poco más, una casita en deplorables condiciones aguardaba por ellos.Dentro no había más que una mesa y una vela.

—No parece que hagan mucho mantenimiento por aquí.—bromeó la pelinegra en voz baja, analizando la habitación.

Leon suspiró, no dijo nada.

—Quiero que sepas algo;si me entero que tú estás involucrada en lo que sucede aquí, no dudes que te enviaré por mucho tiempo a prisión.

La menor frunció el ceño.

—¿Me estás amenazando?, y para que lo sepas, yo no estuve involucrada en lo que sucedió en Raccoon, ¿está bien?—ella buscó la mirada del rubio, quién evadia el contacto visual por completo.

—Tómalo como quieras.Aceptaré trabajar contigo, pero esto es lo único que diré.

Violette no respondió, sabía que cualquier cosa que diga Leon lo usaría en su contra, así que se quedó callada.Él simplemente se volteó y abrió la puerta al exterior, Violette lo siguió por detrás.

Atravesaron lo que quedaba de la casa.que parecía haber sido quemada y finalmente llegaron al exterior.La luz había cambiado drasticamente, al igual que el clima.Lo que antes era una luz oscura, tétrica y fría, ahora era naranja, cálida y fresca, y aunque todavía corría el viento que hacia que Violette temblara, no se sentía tan pesado como antes lo hacía.

Atravesaron un camino de piedras, el cual los llevó hasta una gran puerta de color negro.Los adultos caminaron con precaución hasta que vieron a algunos aldeanos a lo lejos, reaccionaron rápido y se escondieron detrás de una piedra cercana.

—Carajo... no veo nada.—susurró Violette, a lo que Leon la ignoró y sacó sus propios vinoculares.—Préstame eso.—la pelinegra jaló la mano de Leon a la fuerza y tomó el objeto, logrando apreciar lo que pasaba a lo lejos.

Vieron como el oficial, con el que hace rato perdieron comunicación, era prendido en llamas por uno de los aldeanos.Los desgarradores gritos del hombre pusieron a Violette con los pelos de punta.

—Voy a suponer que aquí es bastante común esa clase de bienvenidas...—susurró Violette, devolviendo los vinoculares a su compañero.

—Debemos tomar otro camino.—sugirió el rubio, a lo que Violette asintió.

Se agacharon hasta llegar por otro camino, intentando que los aldeanos no los vean.Pero claro, fallaron en el intento.Dos aldeanos alertaron al resto, y en cuanto estos dos gritaron, todos fueron corriendo a por ambos agentes.

—Masacre de aldeanos, debería llamarlo así a partir de ahora.—bromeó en voz baja, recargando la pistola a su alcance.

Leon y Violette gastaron muchas balas y munición en matar a muchos de los aldeanos que se aproximaban.Parecia fácil, hasta que una gran puerta se abrió con brusquedad, revelando a un aldeano más particular.Su cabeza estaba cubierta por una especie de bolsa marrón, donde sólo se podían ver sus ojos.Y, claro, lo que más resaltaba;su motosierra.

A medida que ese aldeano se iba acercando, a los dos agentes se les iban acabando las opciones.Pero algo llamó la atención de la mujer;una casa que parecía estar en condiciones, y cuya puerta estaba abierta.Violette no lo pensó y tomó la muñeca de su compañero, corriendo hasta la puerta de dicha casa.

Al entrar, Leon rápidamente bloqueó la puerta y suspiró, aliviado.

—¿Estás bien?—preguntó Violette, acercándose a él.

—Si...—Leon se acercó a una apertura de la casa, donde pudo ver como los aldeanos se iban acercando junto al hombre de la motocierra.

Los dos se alarmaron aún más cuando escucharon como rompían una ventana en el piso de arriba.Ya estaban entrando.

—Rápido, ¡bloquea lo más que puedas!—exclamó Leon, subiendo al piso de arriba.Violette asintió y obedeció.

Ella miró a su alrededor, buscando algo útil.Vio que un aldeano intentaba romper la ventana que estaba a su lado, así que tiró una biblioteca que estaba a su alcance.

La tranquilidad la consumió, por lo menos por un minuto, hasta qué escuchó como la motosierra intentaba destruir la puerta.

Violette rápidamente subió.

—¡Estamos jodidos!—exclamó a su compañero.

Leon no tuvo tiempo de decir nada, ya que escucharon que la motosierra ya se encontraba dentro de la casa.

Los aldeanos comenzaron a entrar, tanto desde la ventana como por la puerta de abajo.Cada vez los fueron acorralando más y más, y por más que dispararan, las balas no parecían servir en el hombre de la motosierra.

Y cuando todo parecía perdido, una campana sonó.Todos los aldeanos se inmovilizaron por un segundo, y a paso lento, fueron saliendo de a poco de la casa, murmurando cosas -casi- inaudibles.

Los agentes se miraron confundidos, y rápidamente salieron de la casa, viendo que ninguno de los pueblerinos les hacía caso, y todos parecían dirigirse a un punto en común.

Se veían hipnotizados, embobados sería la palabra informal.Soltaban sus armas, como si sus músculos se relajaran.

—Hay que... obedecer...—murmuró una aldeana que paso por al lado de la asiática, haciendo que ésta arqueara una ceja, confundida.

El último aldeano en salir los miro, y acto seguido, cerró la puerta.La aldea había quedado en total y profundo silencio.

—¿Donde fueron todos?¿bingo?—bromeó Leon, mirando con incredulidad a su alrededor.

—Pues espero que entretengan al de la motocierra.—Violette no pudo evitar soltar una risa por el chiste malo.

SWEET,, leon s. kennedy fanfictionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora