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Todo su mundo se había reducido a una hoja de papel. La tenía en sus manos. La acarició con sus dedos. El lacre azul parecía ser una pequeña piedra tallada a mano. Su relieve era inconfundible: era el escudo del ejército. Dos espadas tras la corona real se cruzaban y señalaban dos estrellas. Era imposible dejar de admirar los detalles de cada elemento.

Con expreso cuidado, quitó el sello. El sobre no compartía el mismo color que la carta en sí. Desplegó la hoja y de ella cayeron tres pétalos, aplastados y casi secos, que pertenecieron a una flor que alguna vez también fue azul.

Y eso era suficiente. No necesitaba más.


A Min Yoongi

13 de julio de 1721

Se recepcionó su solicitud para la admisión a la respetable tropa del Ejército de Infantería.

Se cita, entonces, la decimocuarta cláusula del Reglamento de Ingreso para esta respuesta. En dicha cláusula se especifica que, antes de que un postulante supere las pruebas de fuerza e inteligencia, deberá ser sometido a las pruebas de inmunidad y salud.

Habiéndolo citado, examinado y observado, se expresa que no se encuentra apto para la realización de las pruebas posteriores.

Las inferencias que respaldan el rechazo de su solicitud constan de, única y solamente, un punto: incapacidad por traumatismo, inadmisible para su desenvolvimiento y conducta futura dentro de esta honorable tropa.

Lamentamos no poder atender su petición.

Ejército de Infantería de la Dinastía Kim.


Tiró la carta al fuego.

No debería sentirse como se sentía. Ni siquiera debió guardar esperanzas cuando postuló al Cuerpo de Caballería y al Conjunto de Artillería y ambos le cerraron la puerta en la cara, pero no podía culparse por querer intentar una vez más. Intentar. Querer no era suficiente.

— ¿Tratas de asar codornices en la chimenea de nuevo?

Tampoco debió sorprenderse cuando la irrupción de esa voz lo hizo saltar. Sabía que a su hermana le encantaban las entradas inoportunas. Oyó sus pasos de tacón acercarse tras él, que no volteó ni estaba dispuesto a dejar de ser el único que veía la cuarta punta de la hoja desvanecerse en las flameantes llamas.

— No ingresé.

El silencio que arrastró sus palabras al humo era insípido. No supo si se debía al desinterés que tenía la menor respecto a sus vanos intentos por unirse a la revolución o si, tanto como él, trataba de ignorar los riesgos para esperar una excepción de la realidad, la que revivía cuando sus más inmundos pensamientos lo ahogaban de noche o en pleno día, cuando todo y todos plantaban dudas en él. Mas esas dudas desaparecieron cuando sintió esos pequeños brazos cruzarse en su espalda. Un abrazo.

— Te quedarás.

— Hasta hace unas horas le decías a todo el mundo lo feliz que te haría tener el piano solo para ti —llevó su diestra hacia los negros y cortos cabellos de la menor intentando peinarlos, aunque éstos no cedieran del todo.

— ¿Y quién dice que no será así? —la sonrisa de Dohee, burlona como siempre, le contagió lo risueño, aunque solo un poco— Quizás ahora puedas enseñarme esa copla que el padre tocó el domingo pasado.

— ¿Desde cuándo eres católica?

— Desde que Dios respondió a mis oraciones y no te dejó ir a la guerra.

The Story of Tonight ─ JinSu (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora