XI

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Vanhang era solamente un trozo de tierra dentro de otro trozo de tierra insignificante, pequeño, solo y desierto, carente de sol con excedente de carbón, casi como el interior de un fogón de antaño. Con todo eso, de todas las personas posibles que podía encontrar, Seokjin no entendía por qué tenía que cruzarse con alguien que reconocía su barco, que vestía igual que él y que hablaba igual que él. Peor aún, alguien que sabía quién era.

La mujer volvió a dirigirse a él, mirándolo como quien mira a un hijo perdido, a una amistad lejana, y tragándose sus palabras, trató de guardar la calma. Sus manos se elevaron a su propio collar y acariciaron cada abalorio con un cariño tan preciado que parecía un acto íntimo. Yoongi siguió su tacto. Si eso significaba algo, sin duda era algo que pesaba, que marcaba, que importaba. Le recordó a las hermanas que bañaban sus rosarios con agua bendita en las iglesias, retocando cada perla y rezando con ella entre los dedos, besándolas después, para continuar sus plegarias con la siguiente, y la siguiente, y así hasta acabar en la cruz. Quizás tenían su propio Dios, quizás obedecían u oraban a su manera, quizás su fe estaba puesta en ese objeto y ahora necesitaba sentirlo para ser fuerte, así que apartó la mirada por respeto, pero el capitán no lo hizo. Él miraba a la anciana como si mirara a cualquier otra persona, indiferente, ignorando por completo lo nerviosa que estaba. Y ella, con el alma y el aliento en la garganta, apretó sus ojos, murmurando para sí misma una serie de palabras que ninguno de los jóvenes entendió, pero tampoco se atrevieron a interrumpirla, por más que el pirata tuviese toda la intención.

─ Yo sabía ─por fin habló, aún temblorosa y sensible, en voz alta, luchando por deshacerse del nudo que era su garganta─, yo lo sabía, no podían estar tan lejos de casa...

─ No vinimos para quedarnos ─advirtió el capitán, sin importarle su estado─. Ha sido una parada de una noche, volveremos a zarpar a primera hora en la mañana.

Seokjin ya había dado la espalda y con un gesto le exigió a Yoongi que lo siguiera, pero la anciana se interpuso y tomó al isleño del brazo. La humedad de sus mejillas se iba secando, pero sus ojos continuaban rojos y aguados. Los miró a ambos con súplicas mudas que tenía que dejar ir en algún momento. Fue casi inconsciente de tal movimiento, solo cuando Yoongi se sobresaltó supo que había actuado con brusquedad. Se aferró entonces a la falda de su grasiento vestido soltándolo a él sin más.

─ Por favor ─dio un momento de pausa, bajando la voz, más serena─, quédense unos días más, no saben cuánto tiempo...

─ Ya no tenemos nada que hacer aquí.

Seokjin continuó su camino sin mirar hacia atrás, mientras el rubio se quedó al lado de la mujer. No supo muy bien a dónde ir, pero la mirada de ella le inquietaba. Podía sentir su desesperación y su temor, pero no estaba seguro a qué se debía. Aún así, ella solo miraba al capitán.

─ Los hemos estado esperando por mucho tiempo ─ella se apresuró, casi gritando, llamando la atención de algunos hombres que pasaban por ahí─, pero no sé si el tiempo me dejará verlos otra vez.

El pirata se detuvo. La anciana recogió sus pasos y avanzó hasta él. Sus pasos eran inestables, casi haciendo notar que cojeaba. Extendió su diestra, pero no para tocarlo, sino para quitarse el collar que llevaba. Las perlas tintinearon entre sus dedos y brillaron aún en medio de la noche.

─ Déjenme... Déjenme ofrecerles mi casa y úsenla para descansar. Les daré la comida que necesiten. Puedo ofrecerles una mesa y darles bebida, pero, por favor, quédense.

Pero sus palabras no tenían efecto en el bucanero y la mujer tuvo que guardar sus abalorios con decepción. Los apretó contra su pecho, contra sus manos, los exprimió con tanta fuerza que su piel se tornó blanca. Su respiración volvió a contraerse, empezó a inhalar y a exhalar más rápido, volviendo a aguantar el llanto que se asomaba a sus ojos, pero esta vez no permitió que su voz flaqueara.

The Story of Tonight ─ JinSu (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora