XII

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Para cuando el tercer golpe en la puerta sonó, sus ojos se abrieron al instante y se incorporó sobre su cama de un salto.

─ Estaba a nada de lanzarte lo que quedaba de mi cerveza ─el capitán estaba de pie apoyado al lado de la puerta que acababa de tocar a propósito. Sostenía la jarra de cerveza de la noche anterior aún con líquido en una mano, mientras la otra se escondía en uno de sus bolsillos─. Tenemos que irnos.

─ ¿Y el desayuno? ─Yoongi parpadeó varias veces sin prestar atención dónde ponía los pies al bajarse de la cama. Tocar el suelo lo desorientó por un segundo, pero finalmente se puso de pie.

─ Sobre eso, debo darte las gracias ─el pirata se dirigió a la puerta, y antes de cruzarla, retrocedió─, no había tenido un desayuno doble hacía mucho tiempo.

El joven Min bufó. Seokjin lo había dejado solo en la habitación y, peor, lo había dejado sin comida. Parpadeó un par de veces apretando sus ojos por si la molestia que sentía en la sien se dispersaba aunque sea un poco. Estiró su cuello de lado a lado y cerró los ojos cuando el nudo en su nuca se hizo sentir. Presionó la zona con sus dedos buscando el punto de dolor, pero parecía que todo era el punto de dolor.

No recordaba haber dormido en mala posición, menos el haber despertado sin razón durante la noche, entonces no se explicaba por qué la incomodidad. Extendió sus brazos y sus piernas y bostezó sin dolor. Movió en círculos su cabeza, pero ni siquiera pudo completar una vuelta cuando el nudo le hizo quejarse. Maldijo por lo bajo. Al menos si no forzaba la zona, estaría bien.

Cuando bajó de la cama, notó que la luz del día entraba poco a poco por el pasillo. Se dio un último estirón luego de ponerse sus zapatos y salió.

Había menos gente en la cantina, pero no lo suficiente como para decir que estaba vacía. Ya se podía caminar con tranquilidad y algunas sillas estaban puestas boca abajo sobre las mesas. El sol aún no era potente, aunque no había ninguna vela encendida, y el aroma a arena y mar estaba más presente que la noche anterior. Hasta podría decir que el ambiente estaba menos cargado. El olor ahumado y terroso de ayer se había ido. Nadie levantaba la voz ni pisoteaba el barro que ahora estaba seco. Y no solo había hombres. Esta vez, vio jóvenes y niños, la mayoría acompañados por quienes pensó que eran sus padres. Todo se había vuelto familiar con risas infantiles y regaños sutiles. Por supuesto, había menos cerveza que ayer.

─ Y no supe cómo, pero cuando me di la vuelta, la punta de su machete me apuntaba a dos centímetros de la cara, ¡un milímetro más y quedaba ciego!

En medio de los comensales, el marinero de Saint Haul y la señora de los abalorios comían tranquilamente. Tenían enfrente un plato con dos o tres frutas que estaban rodeadas de cáscaras y semillas. El hombre contaba con mucho ánimo una de sus experiencias en el mercado, como si no se tratase del lugar más peligroso del mundo. Elevaba sus brazos y sus ojos se abrían con esmero. No había notado lo expresivo que era, casi rozando la exageración, pero esto no parecía importarle a la anciana, que lo observaba con atención.

─ Creía que los machetes estaban prohibidos en el mercado.

─ Mentira. Yo mismo he cortado cañas de azúcar con el machete de mi capataz, el mismo con el que mataban a los desertores.

El joven Min no sabía exactamente cómo acercarse. Tampoco estaba muy lejos, solo dos mesas lo separaban de ellos. Miró a su alrededor, pero no vio al capitán. Al lado de las frutas, estaba su jarra de cerveza. Sabía que era suya por lo sucia que estaba. Dio un paso más, esperando, o rogando, que notaran su presencia y así no tener que presentarse de nuevo. En ese momento, el que hacía de narrador elevó sus manos otra vez, y antes de seguir hablando, le saludó sacudiendo ambas palmas.

The Story of Tonight ─ JinSu (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora