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Yoongi intentaba no pensar. O, por lo menos, no pensar mucho.

Cada vez que daban cinco pasos, él se detenía sin querer, capturado por el sinfín de cosas que le impactaban en ese lugar. Algunas las admiraba con curiosidad, otras, con estupor. Era una singularidad autóctona que anhelaba comprender en el menor tiempo posible, pero, de nuevo, los demás no esperaban.

Siendo así, el centro de esa ciudad se fue alejando, el bullicio pasó a ser solo un eco y el aire se volvía más puro. Se adentraron en callejones tan estrechos que solo una persona podía caminar a la vez. Sus muros parecían querer apretar a los que pasaban, sintiéndose fríos al rozar con la piel. El suelo también era inusual. No se podía pisar con firmeza y el desnivel podía llevarlos en subida o en bajada sin saberlo. Y los pies ya le dolían.

La niña se escabullía, saltaba y corría, mientras sus largos y espesos cabellos ondeaban a su paso y su mano no soltaba al pequeño llorón. Los hombres se afligían al tener que caminar en una fila aún con todo lo que cargaban, hasta que la líder se detuvo. O, más bien, desapareció.

─ Y bueno, ¿ahora dónde está? ─el primero en renegar fue el aprendiz, claramente exasperado.

─ Lo suponía. Era imposible que conociera a Jeon ─el capitán manifestó su disgusto de inmediato, aunque a diferencia del resto, no estaba claro si lo que sentía era del todo verdad, se le notaba cierta duda y su mirada buscaba disimulada la sombra de la infante─. Hay que regresar.

─ Es extraño que dijese que estaba fuera del estuario ─Jaehyun interrumpió dando un paso hacia adelante, en contra del camino de regreso─, pero por la manera en que nos llamó… ─sus ojos se encontraron con los de su líder, y este, a su vez, miró a Taehyung, y entre los tres hubo un silencio de comprensión que el viejo Poe captó de inmediato─ No nos pudo haber mentido.

Y mientras volvían a pensar, la mencionada se asomó por una rendija tan pequeña como ella misma en lo alto de uno de los muros, aunque más estrecha, obligándola a estirar sus brazos con sobreesfuerzo, en silencio, mordiéndose los dedos con nerviosismo y entusiasmo, con sus ojos puestos en la única persona que había llamado su atención desde el encuentro.

─ Haejeog ─la niña llamó desde arriba, casi a tres metros desde el suelo, pero ella solo miraba a Seokjin, y aún babeando sus dedos, su vocecita se mantuvo clara. Luego, se escondió de nuevo, pero sus pasitos aún se oían. Bajaban y bajaban en desorden y aparente prisa, uno que otro tropiezo, hasta que una puerta que nadie había notado se abrió, dejando paso a una tenue luz que venía del interior.

El bucanero dudó, pero al ver esa tierna sombra, entró. Empezaba a causarle gracia.

─ ¿Prometes que Jeon está dentro?

─ Con el dedo meñique, haejeog.

Antes de que la pequeña levantara dicho dedo, se escuchó alboroto detrás de la puerta. Ella no giró, pero sí se encogió asustadiza por el estruendo. Un sonido metálico y las quejas de una mujer verdaderamente molesta hicieron que la niña se petrificara.

─ ¡Sisa, niña del demonio! ¡Te bañaré en sangre si no regresas en este instante!

─ ¿Es tu madre? ─él no pudo evitar reír ante los gritos que se oían incluso desde fuera, ahora acrecentándose cada que avanzaban a través de un pasadizo de adobe húmedo─ Cómo se nota que se alegra de verte.

─ Así suena siempre ─apresuró a defenderse la niña, por más que sus pasos fuesen cada vez más pausados, como si quisiera evitar llegar al final.

Pero no pudo hacer mucho. El pasadizo no era tan largo como para tardar en recorrerlo, menos cuando el primer y único ambiente al que llevaba era igual de pequeño que una cocina. El suelo terroso y húmedo se abría en un salón con una mesa, dos sillas y algo que parecía ser un almacén de madera carcomida por polillas. Al lado, una estufa despedía ese aroma a carbón que había llamado la atención del joven Min, aunque este no veía tal piedra en ninguna parte. Lo que más le impactó, en ese momento, en ese corto momento, fue la única cama que en un rincón se veía desordenada. Las sábanas rozaban el suelo y se manchaban las orillas con él. En el medio, un hueco hundido demostraba el peso que aguantaba el delgado colchón. Si ese era el hogar de la niña con su madre, era triste pensar que ambas dormían en la misma cama.

The Story of Tonight ─ JinSu (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora