II

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O no se había enterado de nada o no lo recordaba.

Al caer la noche, una fiesta en el primer piso de la residencia del Asilo se daba a todo dar. Era una celebración en honor a los jóvenes que partían al sur para unirse a las tropas de guerra. Tal vez Yoongi deseó estar ahí, pero era mentira. Ni aunque lo hubiesen mandado a primera línea haría todo el alboroto que ellos estaban haciendo. El repique de los tacones de las mujeres marcaba el ritmo mientras las palmas de los hombres seguían la melodía, interrumpida a veces por el sonido de copas rompiéndose o por carcajadas estrepitosas. Parecían animales en celo.

Y no dudaba que fuese así. La mayoría festejaba de esa indecorosa manera porque no había mujeres en la guerra y tampoco sabían si volverían a verlas. A esas alturas, no había joven en esa fiesta que no quisiera aludir sobre un acostón con un posible futuro soldado de honor. Quien menos desperdiciaría esa oportunidad era Dohee.

La puerta sonó tres veces.

— No hay espacio para otro de tus pretendientes, Doo.

— Aún no ha elegido a nadie para ese papel.

Madame Bae entró a la habitación de Yoongi con una pequeña fuente de comida. En ella, había un plato de sopa. Lo estaba consintiendo.

— No debió molestarse.

—Es un pequeño regalo para mi pequeño codorniz.

El joven no pudo evitar sonreír ante tal gesto. Recibió la bandeja y la colocó en una de las mesas redondas del ambiente. Pidió a su mayor que tomara asiento junto a él, por más que el plato fuese solo para uno.

— ¿Has visto a toda la gente que ha venido a la fiesta? Parece que no podremos dormir hoy.

— Ellos tampoco. Mañana zarpan los primeros barcos del Ejército. No deberían permitirse semejante fiesta.

Estaba resentido. Intentó no sonar como tal, pero la molestia le pesaba en el pecho. Podía esperarlo de personas mucho más jóvenes, pero el comportamiento que veía sólo le hacía pensar que no se tomaban la lucha en serio.

— No puedes culparlos por querer intentar vivir un poco más.

— Esto es parte de la vida. Madurar es entender que hay responsabilidades que tenemos que tomar.

— Esas responsabilidades no deberían ser asumidas por muchachos de tu edad. Muchos de ustedes no han vivido bien. No han tenido buenas infancias. Solo les hacen pensar en matar y servir a quienes ni siquiera ponen un pie en las trincheras —esos ojos cargados de pena regresaron, pero se sentían distinto. Era el pesar de un deber. El desgano de apoyarlo por razones que no entendía. La mujer suspiró—. Sé que has deseado unirte a la causa más que a nada en este mundo, pero si ya has recibido más de un rechazo, Dios te está queriendo decir algo. Tal vez no es tu momento, cariño, tal vez estás más seguro aquí —su palma aterrizó en la de Yoongi, suave como pluma, firme como hoja—. Tal vez te están protegiendo.

El plural no debió de ser pronunciado. No encajaba, no tenía propósito. El menor apartó su mano y trató de pensar solo en la increíble sazón de la que su mentora era dueña. Revolvió los trozos de verduras y las separó.

— Puede que tenga razón.

Nada más bastó para que aquella mujer sonriera con tranquilidad. Sabía que Yoongi entendería. Y, por un instante, así fue. Un instante donde esos viejos ojos risueños se arrugaban al curvar sus labios secos. Un instante en el que la música pareció reducir su volumen para que la conversación fuese otra y compartieran sus recuerdos, tan distintos y tan similares a la vez, con ciertas alteraciones en sus desenlaces. Porque la memoria es frágil. Esto lo sabía Madame Bae que, a sus ojos, ese joven de rubios cabellos, cuidados por ella misma, apenas era un niño ayer. Uno que tenía creencias e ilusiones, que soñaba con el mar, que escuchaba e inventaba cuentos, que solo dormía con notas de piano, que tenía el corazón colmado de sentimientos. Nunca supo cuándo se redujeron a terquedad y resentimiento. A duda, a miedo. Tal vez la culpa la tenía ella. Mostrarle el mundo en bandeja de plata solo había hecho que ese niño deseara cada vez más. Le enseñó el buen camino, pero sus ojos se abrieron. Alimentó su utopía hasta que se convirtió en desastre. Creció solo para unirse a ese caos. Quería eso y solo eso. No miró hacia atrás, no preguntó, ni siquiera se despidió. Soltó su mano y emprendió su sendero hacia lo desconocido. Y ella no podría protegerlo más.

The Story of Tonight ─ JinSu (pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora