cap. 1

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Muerta.

Esa es la sensación que siento hace ya mucho tiempo.

Con la facultad, el trabajo, me queda poco tiempo para hacer las cosas que me gustan.

Entiendo que es una vida que yo me busque, desde que terminé el secundario y me metí en la facultad solo vivo por y para los estudios.

Se que es para tener un mejor futuro y ser alguien importante el día de mañana.

¿Pero que hay de hoy?

Mi presente es nefasto, me siento tan miserable, tan mal, tan.

Sola.

Jamás tuve pareja, nisiquiera en secundaria, cuando todas mis amigas ya estaban en pareja y yo era la única de mi grupo sola.

Yo creía que era porque tenia expectativas 'altas' con respectos a los hombres.

En parte si, pero tampoco es que haya sido el centro de atención de algún chico, siempre era 'la amiga de tal' o 'la que está al lado de'.

Así se resume mi vida amorosa en el secundario.

Aunque ahora que estoy en la facu si es verdad que hay mucha más gente y si, se puede decir que ya tuve un par de pretendientes, pero de nuevo.

No es lo que estoy buscando.

Nisiquiera yo se que es lo que estoy buscando.

—Hola Ori.

Alce la vista y le sonreí de costado al contrario.

—Hola Mateo.

Mateo era un compañero de clase, era alto, rubito y de ojos bien verdes, era todo un sueño para muchas.

Pero para mi no.

El esta hace meses tratando de salir conmigo, me invita a salir, a comer, me regala cosas.

Pero hay algo que no me convence, simplemente no quiero salir con el. Debería, es lindo, amable, caballeroso, tiene plata y estudia administración de empresas, para dentro de unos años manejar la empresa de su padre.

—¿Tenes algo que hacer hoy?— me pregunto y yo rode los ojos —no hagas eso, nisiquiera sabes que te voy a pedir.

—Me vas a pedir salir a cenar a un restaurante re costoso, donde seguramente me regales un collar de perlas o un anillo de oro— dije aburrida levantándome de mi asiento y agarrando mis cosas.

—¿Y no te gustaría?

—La verdad es que no— negué con la cabeza y salí del aula.

—¿Queres que te lleve a tu casa?— pregunto siguiendome, yo lo mire —así no vas en bondi.

Termine aceptando, no por nada, pero era viernes y no tenia ganas de ir en un colectivo lleno.

Acepte ir con el en su auto, el cual era último modelo, bastante lindo.

Llegamos a mi departamento y por amabilidad lo invite a mi subir.

—Es lindo tu departamento— dijo mirando todo.

—Si, ya se que me vas a decir o insinuar que el tuyo es mucho más grande y lujoso— dije mirándolo —pero a mi me gusta.

El rio y se acercó lentamente a mi, pasó su mano por mi cachete, pasó un mechón de pelo rebelde detrás de mi oreja.

—Ori ¿si te doy un beso te enojas?

—No se, tenes que intentar para saberlo— dije encogiendome de hombros.

Mateo se acercó a mí y unió nuestros labios.

Yo intensifique el beso y lo pegue más a mi, la diferencia de altura era bastante notable.

—Vamos a mi cuarto— le susurre cuando nos separamos y agarre su brazo, arrastrándolo.

—————

Cuando abrí mis ojos, lo primero que vi fue el rostro de mi acompañante.

Me permití observarlo por unos segundos, cada fracción de el y su piel pálida, ni un solo rasguño, marca, tatuaje o siquiera granos.

Era perfecto el chabon.

—¿Linda vista?— pregunto ronco aún con los ojos cerrados.

—Bastante— admiti yo.

—Mejor que la mía no creo— dijo al abrir los ojos.

Sonreí como una boba al escucharlo, cosa que me desconcertó, pero decidí dejarlo pasar.

—Voy a hacerme un café ¿queres uno?— le pregunte sentandome en la cama.

—Por favor— pidió el contrario, dándose la vuelta y dejándome la vista de su ancha y musculosa espalda.

Fua.

Moví mi cabeza en busca de sacar cualquier tipo de pensamiento obsceno de mi mente, aunque el me lo hacía difícil.

Finalmente salí de la habitación y me encamine a la cocina, saqué dos tazas y puse la cafetera para preparar dos cafés.

—Hola— saludo el rubio apareciendo en la cocina, yo sonrei.

—¿Cafe simple o con leche?— pregunte acercandome a la heladera.

—Sin.

—Bueno— asenti y me aleje de la helada, ja que yo tampoco tocaba con leche —¿Azúcar, edulcorante o amargo?

—Amargo— respondió seguro —¿A vos como te gusta?

—Igual.

Mateo sonrio dejándome la vista de sus perfectos dientes blancos.

Servi las dos tazas con café y le di una, el la tomó agradeciendo.

—Parece que tenemos mucho en común— dijo mirando los cafés.

—Eso parece— dije sorbiendo mi bebida —pero no te ilusiones, muchos otros toman el café igual.

El rubio sonrió nuevamente y se levantó de la silla de la mesada, se acercó a mí y pego nuestros cuerpos.

—Para tu muy mala suerte, yo no me fijo en muchos otros, sino en voz— me aseguró.

Una vez más, sonrei como tonta, algo tenía este pibe, no se porque no me había fijado en el antes.

Tal vez no era mala idea permitirme enamorar, solo, por esta vez.

Ya saben, para saber que se siente.

𝐕𝐈𝐕𝐀 | Tomás Campos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora