cap. 6

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Nuevamente, de nuevo con mi vida de mierda.

Más de mierda se volvió estoy días, creo que estoy enferma o algo por el estilo, ya que tengo muchos dolores y sin contar estuve vomitando todo lo que comía.

—Amor, gorda...

—¿Que?

—Te estas quejando, de nuevo— dijo cansado el rubio, volteando la cabeza.

Alce un poco la cabeza, para responderle, pero en lugar de salir palabras, una arcada se apoderó de mi cuerpo.

Salí corriendo al baño del departamento, me tire en el piso y metí mi cabeza en el inodoro.

—Amor, Ori— escuche la voz cansada de mi pareja.

Seguí vomitando por unos instantes más. Por alguna razón, esta vez me dolía mucho más que las veces anteriores.

—Oriana— me llamo asustado Mateo.

Lo mire confundida, luego dirigí mi mirada al interior del inodoro, y ahí lo entendí.

Sangre.

Había vomitado sangre.

—Ay— me queje de dolor, sosteniendo mi abdomen, me dolía.

—Vamos al hospital— me dijo el rubio, pero yo negue —no te estoy preguntando Oriana, arriba.

Con su ayuda y entre todas mis quejas, Mateo me logró ayudar a salir del baño y finalmente, a llegar al auto.

—Hola, suegra, si soy yo Mateo— saludo este manejando y con el telefono en la mano —ahora mismo me estoy dirigiendo con su hija al hospital privado que esta cerca de casa.

Se quedó callado unos segundos.

—No, no hizo nada, pero creo que esta enferma— le comento —si pueden venir usted y Carlos a verla, bueno, adiós.

—¿Por qué los llamastes?— pregunte molesta apoyando mi coso en la ventanilla y sosteniendo mi frente con mi mano.

—Son tus padres ¿no los queres en el hospital?

—La verdad es que no— conteste enojada —una cosa te pido siempre, nunca llames a mis papás, para nada mío, lo último que quiero es lidiar con ellos también.

—Ori.

—Ori las bolas Mateo, dios, no se te puede pedir nada— finalize la conversación, me quedé mirando la ventana.

—————

—Ya llegamos, ¿que hiciste ahora Oriana?— llego ya molesta la mujer morocha.

Yo rode los ojos —nada ma, me estoy mueriendo seguramente— dije con una sonrisa falsa.

Ojalá fuera eso, pero no creo tener tanta suerte.

—¿Oriana Cierra?— llamo el doctor.

Yo me levante y camine hacia el consultorio.

—¿Tienen que entrar?— antes de pasar por la puerta, mire a los contrarios.

—Somos tus padres ¿que esperas?— contesto la mujer.

—Soy una adulta, no necesito-

Trate de hablar, pero mi madre me empujó y pasó ella primero.

—Simepre lo mismo con vos— renegue molesta.

Me hicieron un par de estudios, le comenté acerca de los vómitos y lo de hoy.

El médico se fue y quedé sola, en una habitación con hienas desalmadas, manipuladoras y chupavidas.

𝐕𝐈𝐕𝐀 | Tomás Campos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora