cap. 3

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Alce un poco la mirada, encontrándome con unos lindos ojos oscuros que me miraban atentos.

Antes de responder, termine mi copa de champaña.

—No, no suelo frecuentas estos lugares— respondí con tranquilidad.

Vi al caratatuada pasar su lengua por la hilera de dientes superiores, sonriéndome.

—¿Venis sola?

—Si.

—¿No queres seguir la fiesta conmigo?— me pregunto, acercandose a mi, posando sus manos en mi mesa, cerca de las mías.

Mire sus manos tatuadas llenas de tatuajes, trate de guardar en mi memoria cada uno de ellos.

Pase por su cuello y finalize mi vista en su cara, su pelo alborotado, su gorra cerrada, dada vuelta.

Su chaqueta de cuero negra, le quedaba muy bien, me tendría que conseguir una, ahora que lo pienso.

—Bueno— finalmente le respondí.

El sonrió de lado y me estiro su mano derecha, yo la acepte.

Guío su otra mano a mi cintura, se poso detrás mío y me guío hacia el vip del lugar.

—¿Como te llamas?— me pregunto curioso el.

—Oriana, pero decime Ori— dije yo, luego lo mire —¿vos?

—Tomás, pero vos decime mi amor si queres— me guiño un ojo.

Yo sonreí y me aleje de el, parandome frente a frente.

—No vas a tener tanta suerte— le di unas palmadas en su cachete, en modo de juego.

—¿Queres ver cuanta suerte puedo llegar a tener?— alzó una ceja.

—A ver.

En un rápido movimiento, sujeto con ambas manos mis caderas, acariciando dicha zona.

—¿Seguimos probando?— pregunto coqueto.

—Me gustaría ver hasta donde llegas...— dije distrayendome con sus gruesos labios.

Tomás acerco su cara a la mía, paso sus labios por mis cachetes, bajo a mi mandíbula y dejo un beso húmedo en mi cuello.

—¿Queres ver hasta donde llego?

—Si— dije rápidamente.

En este momento, en lo último que pensaba era en mi novio, quería, trataba de buscar una escusa para alejar a Tomás, pero, no podía.

Este hombre me podía, y mucho.

—Veni conmigo— me pidió suavemente en el oído.

No, no quiero.

Ya sabía en qué terminaría esto, sabía que estaba mal.

Pero no importa.

Por primera vez en mi vida, no me importa nada.

—————

Abrí mis ojos y estire mi mano derecha al otro lado de la cama, pero estaba vacío.

Frunci el ceño y abrí los ojos.

No había nadie.

—Estoy acá, no me busques— escuche su gruesa voz.

Me enderece y estire mis brazos, volte a ver a Tomás, quien se encontraba sentado en el sillón que había en la habitación.

Estaba en cuero, con unos pantalones cortos, sin nada arriba, una cara de dormido y una copa en su mano.

Se estaba mordiendo el labio, alce una ceja y baje la vista a mi cuerpo.

𝐕𝐈𝐕𝐀 | Tomás Campos Donde viven las historias. Descúbrelo ahora