—Y entonces mi novio me dijo que era una zorra. —su compañera de piso termino de contarle.
Amelia la miro con un claro cansancio. — ¿Alguna vez pensaste en terminarlo?
— ¿Por qué lo terminaría?
—Te llamo zorra.
—Se disculpó por ello.
Claro que lo hizo, se disculpó justo como las otras siete veces que la insulto, y como era la costumbre, su compañera lo perdono.
—No me agrada.
La chica de cabellos rosados la miro fijamente. —Es mi novio, es a mí a quien debe de agradarme.
—Ya sé. —suspiro. Ella había usado esa misma frase con su hermana cuando le presento a su primer novio. —Solo digo que, quizá deberías pensar que no todo se resuelve con una disculpa.
—También me dio flores.
—Que considerado. —contesto con sarcasmo.
Las dos jóvenes universitarias siguieron hablando un rato hasta que, aquel horrible novio del que hablaban antes, llamo a la puerta.
Amelia sabia su rutina, se la pasaban viendo películas unas horas hasta que ella dijera algo que lo hiciera enojar y discutirían. Por supuesto, la mexicana no quería estar presente cuando eso ocurriera.
—Estaré en mi habitación. —les hizo saber, su compañera la ignoro mientras que el chico le giño un ojo descaradamente. Una vez que cruzo la sala volteo de regreso para verlos besándose sin pudor. —Imbécil.
Aburrida, se acostó en su cama y tomo su teléfono.
Tenía distintos mensajes, uno que otro de su papá diciéndole que la extrañaba y que esperaba que lo visitara pronto, otros de parte de chicos de su clase y algunos de Tiana.
(...)
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