25. pero él se enamoró más fuerte

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Charles trato de no pensar en lo que su madre le había dicho, en verdad. Pero Amelia no hacia las cosas sencillas.

O eso se decía él.

Esa chica no había hecho nada diferente, incluso sentía que ella estaba tardando más tiempo de lo usual en contestar sus mensajes, aunque estuvieran ambos en línea.

Pero luego de haber pasado toda una noche en vela pensando en ella y en las pocas posibilidades que había para que funcionara lo que sea que quisiera tener con la pelirroja, ya no podía solo atender sus video llamadas como si nada.

No. Charles debía asegurarse de que su cabello estaba peinado correctamente, de que su habitación no luciera como un desastre y de que su voz no sonara aguda.

—Creí que no contestarías. —dijo la chica cuando lo vio.

— ¿Por qué?

—Tardaste en atender. —respondió con simpleza.

Las mejillas de Charles se pusieron coloradas. —Ah, ¿Y que querías decirme?

— ¿Yo?

—Pues tú llamaste.

—Oh, sí, claro. —Amelia mordió su labio, si Charles no supiera que ella hace eso cada que no sabe que decir, creería que estaba tratando de provocarlo. —Es que hace mucho que no hablábamos, y no quiero que pienses que estoy tratando de evitarte, porque no estoy tratando de evitarte, así que no lo pienses.

— ¿Por qué tratarías de evitarme?

—Por ninguna razón, es por eso que no estoy tratando de hacerlo.

Charles la miro dudoso. —Está bien.

El silencio reino en ambos lugares formando, por primera vez, un incómodo momento entre ellos.

— ¿Para eso le llamaste, para estar solo en silencio? —dijo una voz en el fondo de la habitación de Amelia. —Mejor cuelga y déjame dormir.

—Uh. —Charles soltó no pidiendo evitar una sonrisa.

—Ponte tus audífonos y duerme. —le contesto la mexicana a su compañera. —Umm, ella es mi compañera de habitación, creo que te la he mencionado antes.

—Aja, dijiste que era algo amargada.

—Lo es. —ambos guardaron silencio un rato más provocándole un gruñido a la tercera en cuestión. Esto los hizo reír a la par.

No tiene que ser incómodo, es solo Amelia.

—Dijiste que habías ido a comprar cosas para los gatos, ¿Cierto? —pregunto. Como era de esperarse, la chica no podía evitar hablar durante horas cuando se trataba de sus pequeños peludos.

Y a Charles no le importaba.

Él nunca tuvo mascotas, pero amaba los animales.

Y amaba aún más el oírla a ella hablar de animales. Sus ojos se iluminaban como estrellas cuando hablaba de las cosas que le gustaban, y el escurridizo pensamiento de que algún día sus ojos también se iluminara al hablar de él le hizo temblar.

A pesar del momento tan extraño que vivieron al inicio de su llamada, las horas se fueron pasando como aire, y al ver el reloj, ya casi debían ir a dormir.

—Cuando vengas a Londres, tienes que probarlas. —le dijo haciendo mención a algún postre. —Y debes ir a un hermoso parque que hay cerca del puente de la reina. Me gusta ir ahí, a los gatos también les gusta.

No presto atención al resto de lo que dijo Amelia, no le importó.

Su mente estaba demasiado ocupada.

Pensó que así es como debía sentirse. Compartir tu tiempo con alguien, hablar de las cosas más simples y sentir como si fueran maravillas, porque te importa todo lo que le importe a la otra persona, y porque te hace feliz ver a la persona que quieres ser feliz.

Pensó que eso es parte del amor, y que tal como su madre le dijo, no toma tanto tiempo.

Tener a alguien que lo acompañe cuando le va mal, o que lo acompañe en sus festejos. Que le dé un beso, ya sea de premio o de apoyo.

Pensó que quería que esa persona fuera ella.

No le importaría si fuera desde otro país, aunque solo le enviara un mensaje diciéndole que estaba orgullosa de su desempeño, no le importaría viajar cientos de kilómetros para verla.

Porque la quería.

Y se había dado cuenta en solo segundos, cayó al vacío y no tuvo tiempo de sujetarse de algo.

𝙂𝙧𝙤𝙪𝙥 𝘾𝙝𝙖𝙩 ▰ 𝘾𝙝𝙖𝙧𝙡𝙚𝙨 𝙇𝙚𝙘𝙡𝙚𝙧𝙘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora