cinco

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CINCOgod

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CINCO
god

    —¿Dios existe? —Izuku soltó en un momento de aburrimiento. Miró a La Muerte, que tenía una expresión irritada como si eso fuese lo más tonto que él le ha preguntado.

    —Digamos que sí —contestó la figura en un suspiro.

    —¿Cómo es? —volvió a preguntar.

    —Un completo dolor de cabeza —explicó. Una suave risita escapó de los labios del pecoso—. No te rías, es la verdad.

    —Entonces, ¿se conocen?

    —Llevo almas todos los días al cielo, ¿y me preguntas eso? —preguntó, rodando los ojos—. Ayer me reprochó por quedarme un rato más contigo, porque eres imbécil y no te gusta quedarte solo.

    —Lo siento —se disculpó, soltando otra risita—. ¿Y como es Dios? En apariencia, quiero decir.

    —No es como la gente lo percibe —explicó. Ambos estaban sentados en un tronco uno a un lado del otro. Bueno, el alma de Deku flotaba sobre el tronco—. Como yo. Espero que lo conozcas pronto. Tiene el cabello de dos colores.

    —Oh —murmuró, impresionado—. Genial.

    —Pero yo soy mejor que él —alardeó, mirando al cielo y sabiendo que lo estaba escuchando—. Él sólo se sienta en una gran nube y observa lo que los seres vivos hacen ya que no tiene nada más que hacer, y castiga a los pecadores. Que aburrido, al menos yo me llevo las almas de los seres vivos que mueren y hablo con inútiles almas en pena como tú.

    —Siempre me siento atacado cuando hablo contigo —habló, sonriendo nerviosamente.

    —¿En serio? Que bueno —se levantó y acomodó mejor su capucha, señal que le hizo saber que Izuku que volvería a irse—. Nos vemos luego, Deku.

    —Hasta pronto —contestó el alma. Le sonrió un poco, hasta que La Muerte terminó desvaneciéndose completamente. Quedó un rato más sobre el tronco, recordando que habían más almas como él que podría conocer para pasar el rato. A veces vagaba por su ciudad pero no veía a muchos como él. Las almas en pena se caracterizaban por verse de manera más nublada y transparente, y su apariencia cambiaba a ser una más pálida y desaliñada; las almas que murieron asesinadas incluso seguían con la sangre que había dejado su cuerpo, y los golpes o heridas que tenía antes de morir. Incluso comenzaba a pensar que habían personas que podían verlo, ya que a veces se le quedaban viendo horrorizados. Él sólo los ignoraba, comenzando a acostumbrarse a ese estado en el que se encontraba.

    Seguía con el miedo de ver cómo estaba su madre. No sabía de qué manera él podría reaccionar al ver a su madre después de morir. No quería saberlo, no quería averiguarlo.

    Caminó un poco, hasta que se encontró con alguien como él. Una chica.

    —Oh, hola —saludó la contraria. Izuku la miró, teniendo varias apuñaladas en el abdomen.

    —Hola —ella también lo miró, notando la gran cantidad de golpes y moretones, manchas de sangre y rasguños que estaban la figura de él. Hizo una mueca ante eso.

    —Me llamo Uraraka —habló, acercándose más a él al sentirse en confianza—. O bueno, me llamaba, todavía no me acostumbro a esto.

    —Yo tampoco —rio Izuku—. Yo soy... Era Midoriya. Puedes decirme Deku.

    —Deku —repitió la castaña—. ¿Cómo moriste?

    —Unos chicos me golpearon hasta que me terminé desangrando —hizo una mueca al recordarlo, viendo su propio cuerpo lleno de las heridas que habían hecho que él muriera—, ¿y tú?

    —Una chica me apuñaló hasta morir —ella, en vez de hacer una mueca como lo había hecho Midoriya, dejó mostrar una expresión triste—. Me dijo que estaba enamorada de mí y yo la rechacé por el miedo al qué dirían, pero terminó asesinándome. Me sentí traicionada, porque ella también me gustaba.

    —Eso es... —Izuku tragó saliva sin saber que decir, sin mirarla.

    —Lo tuyo también sonó mal —mencionó la castaña—. Imagino que tu caso no se hizo justicia, ¿no? En mi caso, la chica escapó y nadie la ha visto hasta ahora.

    —Los familiares de los chicos pagaron para no hacerse responsables de lo que me pasó —respondió, mirando hacia abajo—. Y me dijeron que mi madre está haciendo todo lo posible por hacer justicia, pero la gente ya no le presta atención.

    —En el mundo hay mucha injusticia, Deku —comentó la chica. Izuku asintió con la cabeza—. Cuando hagan justicia lo que nos pasó, podremos ser libres.

    Pero lo cierto era que Midoriya estaba dudando sobre aquello, ya que no quería apartarse de La Muerte. Le encantaba pasar tiempo con La Muerte.

 Le encantaba pasar tiempo con La Muerte

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