Te veo y mi mundo para

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Nada podía resultar mas embarazoso que el que mi padre haya hecho un espectáculo hoy en el parque y eso me tiene molesto. Sé que él es de otra época y su formación es muy excluyente, pero¡Carajo!, estamos en otra época, una que no debería estar luchando y marchando porque sus derechos más básicos sean reconocidos y respetados, lo cuál ahora que lo pienso, esa lucha social se debe a gente con la misma ideología que mi padre.
—¿Qué te sucede muchacho?, su voz suena tan exasperantemente normal y el suspiro o tal vez fue un gruñido que escapa de mi garganta es todo lo que me delata como un humano molesto, y eso era una descripción muy vaga de mi agrio sentido del humor. 
—Nada señor, mi mandíbula de tan tensa que esta siento que va a romper mis dientes. 
Mi padre me observa detenidamente, es un tipo con colmillos tan largos que lastiman el piso y sabe que miento, —dime qué es lo que sucede, ahora su voz es fuerte e imperativa.
Yo cierro los ojos, en serio estoy tratando de controlar mi enojo, —provocaste a unos muchachos papá, él me mira como si yo exagerara, aunque sabe que si le llamo papá es porque no quiero explotar.
—No hice algo malo, no tengo la culpa de que sean unos putos afeminados, el rostro de mi padre es de total indiferencia.
—Tu hermana es lesbiana, le recuerdo de mala gana pues sé que esa es la peor carta para justificar una rara actitud, mi padre aplasta su botella de agua, ahora él está evidentemente molesto.
—¡Mi hermana murió el día que se fue a vivir con esa machorra! Mis puños se apretaron, pero a pesar de que mi padre levantaba la voz dentro del reducido espacio del jeep, yo no me asusté.
—Eres un tipo prejuicioso, mi padre se voltea para verme fijamente.
—¿Eres maricón Teodoro?, yo trago saliva, en ese momento no tengo ni jodida idea de estar seguro de ser la etiqueta que alguien me quiera poner.
—No lo soy, respondo con los dientes apretados. 
Creo que mi padre no está tan convencido, pues su mirada de depredador sabe que ha acorralado a su presa.
—¿Entonces por qué tanto alboroto?, su voz suena sospechosa, yo trago en seco.
—Porque me educaste para ser un hombre respetuoso. Sé que mi padre no se traga mi respuesta.
—Ningún hijo mío, va a ser un pinche puto o andar de amiguito con ellos, yo lo miro, de alguna forma mi padre parece saber algo que ni yo mismo me he planteado, pero que sanamente prefiere ignorar. 
Como si nada hubiera sucedido, mi padre pone el jeep en marcha, a lo lejos veo a Dorian que me observa con resentimiento y esa sensación de desasosiego se instala en mi corazón como si se tratara de un pesado bloque de concreto, la sensación es tan nueva que no puedo examinarla o admitirla. 
—Bien muchacho, vayamos por unas costillas asadas y una jarra fría de agua de jamaica. 
Yo sonrió pero sé que esa sonrisa no transmite alegría. 

Ese mismo domingo, mas tarde, salí de casa, manejé mi convertible hasta el parque deportivo con la única intención de ver a Dorian y disculparme.
Espere y espere por casi tres horas, mientras mi cerebro se reprochaba ser un cobarde, porque no fuí directamente a su casa, luego recordé que el estudiaba en otro lugar así que sería lógico que tal vez se tuviera que trasladar desde un día antes para evitar molestias.
Cuando la noche cayó es que decidí rendirme.
De regreso a la base paré a comprar una hamburguesa, en ese momento una voz desconocida me habló.
—Es el pendejo homofóbico, la voz era amanerada pero grave, yo aspiré, ahora sabía que quien sea que hablara en ese momento, había estado en el parque y a estás alturas seguro que todos sus habitantes hasta los del cementerio ya sabían del comentario de mi papá.
—No soy homofóbico, respondí entre dientes mientras volteaba a ver al mismo tipo que abrazaba a Dorian en la tarde.
El hombre era bien parecido, de una forma delicada, pero menos, mucho menos hermoso y elegante que Dirian.
—No te creo, dijo el tipo, mientras me observaba retadoramente.
Debo concederle que el hombrecito tenía pelotas para lanzarme miradas de odio.
—Frank tu cartera, Dorian llegó hasta el tipo y le dio una billetera bastante fina.
Yo estreché la mirada, el tal Frank ahora no me parecía tan bien parecido, pero exudaba dinero por donde se le mirase. Con sus caros jeans, sus tenis de marca, y creo hasta sus condones decían Gucci o alguna marca de diseñadores caros e impronunciables
Dorian me miró, —dejalo Frank, este menso es el algo de Wendy.
Frank sonrió burlón, —bonita familia que te vas a cargar.
Dorian no respondió, solo me miraba y a pesar de que el tallarín de su novio era ofensivo, por unos segundos yo me perdí en esa hermosa mirada.

Durante las siguientes cuatro semanas Wendy y yo casi no nos veíamos, entre mis prácticas, mis exámenes, el trabajo y mis clases, realmente me quedaba muy poco tiempo para verla.
Ella me llamaba frecuentemente para salir y para "cobrar" lo que le debía por no coger en aquella salida cuando conocí a Dorian, la mujer no perdonaba una deuda.
Mi vida era un sinsentido de ir y venir, de murmullos reprobatorios por lo del domingo, pero al menos estaba vivo.
—Teo, la aguda voz de Wendy sonó detrás de mi iPhone, yo suspire sobando mi frente.
—Hola Wendy, ¿qué sucede?, Wendy pareció pensárselo.
—Necesito un favor, yo me tensé, Wendy lo que necesitaba era un viejito ultra rico al que le quedaran dos minutos de vida para hacer de ella la heredera universal. Pero como eso era sensatamente imposible, suspiré.
—¿Qué clase de ayuda?, no podía esconder mi tono desconfiado que ella jamás captaba.
—Bueno es que necesito que le lleves un dinero que mi mamá le manda a mi hermano, el silencio que siguió, fue el resultado de sentirme el rey del mundo.
Ahora resultaba que yo podría saber donde vivía Dorian y trasladarme hasta ahí.
—Esta bien, paso por tu casa como a las seis.
—Mmmm, a las seis no, Dorian trabaja en una tienda de decoración y sale hasta las ocho, llegar hasta el lugar donde está Dorian te tomará una hora de ida y otra de vuelta, yo mentalmente hice una danza, ahora sabía un poquito más de Dorian.
—Esta bien, dime el nombre del lugar donde trabaja tu hermano e iré a verlo.
—Mira Teo, si te molesta, en ese momento otra patada mental golpeó en mis pelotas, había sonado muy muy frío interrumpiendo a Wendy me justifiqué.
—No, no, no... Estaba revisando un libro.
Estoy seguro de que por mentiroso mi nariz crecería mas larga que mi polla, pues yo estaba en el bufete de arquitectos dibujando un plano.
—Bien, es que mi hermano y su novio sufrieron un ataque verbal por parte de dos pendejos homofóbicos, y no es la primera vez.
La culpa y la vergüenza me carcomían.
¿Cuánto de esto pasan diariamente quienes de una u otra forma se atreven a ser diferentes? Por idiotas como mi padre y yo es que lastimábamos a gente que no tenía porque cambiar su orientación y su sexualidad.
—Tranquila, no soy homofóbico, así que paso en un rato por el dinero y se lo llevo a su trabajo.
Wendy pareció feliz mientras me dictaba la dirección del establecimiento donde trabajaba Dorian, yo lo anoté mientras mis manos temblaban de emoción.

Te convertí en gayDonde viven las historias. Descúbrelo ahora