CAPÍTULO 1: HÉROE

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Otro día más sirviendo cubatas y chupitos toda la noche. Con estos tacones de mierda que me matan y con la música tan alta que cada día al llegar a casa necesito tomarme una aspirina para el dolor de cabeza, y todos estos borrachos que no paran de gritarme durante horas. Me encanta. Me encanta la vida que yo misma he elegido para mí. Es cierto que estaría mejor si me dejaran currar en deportivas pero bueno, me las apaño bien con los tacones. Miro el móvil rápidamente para mirar la hora, las 3:17 de la noche, aun me quedan más de dos horas de turno, y hoy es sábado, bueno más bien domingo, pero eso significa que hoy es el día que más gente viene a la discoteca. Trabajo en el Diábolo los viernes y los sábados desde que cumplí los 18 años. Amanda, la dueña del club, se apiadó de mí, una niña que no tenía donde caerse muerta, sin dinero, sin trabajo, ni casa... Y me contrató. Me pagaba lo suficiente para alquilar una pequeña habitación en el centro compartiendo piso con 3 personas más y para comer decentemente. Ahora, seis años después, tengo otro trabajo por las mañanas en una cafetería de lunes a viernes, lo que me deja con dos sueldos, un piso para mi sola, y los domingos libres.

Dejo de pensar en las horas que me quedan aquí, para ponerle la sexta ronda de chupitos de tequila a unas chicas de una despedida de soltera que van con coronas de penes y con tutús rosas. La novia es la que peor va, como es habitual. Por la mañana le dolerá la cabeza, pobre chica.

- ¡Abby! ¡Ponme un ron-cola! -. Natalie me tiene que gritar para que pueda oír lo que me pide ya que entre la música y los gritos de la gente, sobre todo de las chicas de la despedida, no se oye nada de lo que hablamos.

- ¡Enseguida voy! - Le devuelto el grito y le hago una señal de "ok" con la mano. Le pongo el cubata que me ha pedido mientras ella cobra a la gente. Le acerco el vaso de tubo mientras voy al otro lado de la barra a seguir atendiendo a la gente que no para de pedir alcohol y más alcohol.

El club está lleno como es habitual un sábado, aunque se llena cada día de jueves a sábado, y aunque solo este abierto tres días a la semana, sigue sacando un dineral ya que es uno de los clubs más famoso de la ciudad de Chicago. Amanda hizo una gran inversión en este local, es un edificio de tres plantas, con una terraza en el ático, y aunque no se le niega la entrada a nadie, los propios clientes han convertido el club en un sitio elitista, donde viene la gente más pija y rica de la ciudad. Como he dicho, no le negamos la entrada a nadie, a nadie que pueda pagar el precio de entrada, o que quiera pagar los doce dólares que cuesta una copa.

Voy a poner unos cubatas a unos tíos cuando me doy cuenta que no nos queda ron. Les digo a los chicos que mejor se vayan a otra de las 4 barras que hay sin contar las del ático, y aviso a Nat que me tengo que ir buscar más botellas y que la voy a dejar sola. Salgo de la barra, y me abro paso hasta las escaleras para bajar hasta la planta de abajo donde está el almacén. Cuando llego a la puerta, me doy cuenta de lo idiota que soy porque obviamente está cerrada y no tengo llave. Solo hay dos llaves, una la tiene Amara, que hoy no ha venido, y otra la tiene Brando, el encargado, que a saber dónde está. Brando se va paseando por el local durante toda la noche para asegurarse que todo está bien. Y ahora me toca darme a mí el paseo para buscarlo y que me deje las llaves. Me acerco a la barra donde están Jordan y Micky y me dicen que creen que Brando ha subido al ático a controlar al nuevo. El camarero nuevo tiene solo diecinueve años y lleva una semana, así que es normal que le ponga especial atención, aunque ahora no me hace mucha gracia tener que subir tres pisos de escalera por una llave. Sin pensármelo mucho empiezo a subir los escalones, evitando a los borrachos como puedo. Una vez arriba del todo, me recuerdo a mí misma que mañana mismo voy a apuntarme al gimnasio, me niego a quedarme sin aliento subiendo unas escaleras. No me quejo de mi cuerpo, pero sí de mi forma.

Cuando estoy arriba voy a la primera barra, pero Brando no está ahí, si no que otro de mis compañeros me señala que esta con el nuevo en la terraza.

TUS BRAZOS SOBRE MIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora