CAPÍTULO 10: NO PUEDO CONTÁRTELO

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El sol entrando por la ventana me da directamente en la cara. Esta cama es bastante cómoda, aunque algo grande para mí sola, pero es imposible disfrutarla cuando las cortinas no están bien colocadas y hay un rayo de sol entrando por ellas, apuntándome directamente a los ojos.

Me incorporo de mala gana, porque no solo me han despertado en contra de mi voluntad, si no que me he despertado sola. Miro a mi alrededor y no hay rastro de Carter. Anoche no tardé en dormirme en sus brazos después de todo lo que pasó. Busco mi teléfono y según la hora que marca, son las 7 de la mañana, por lo que solo hemos dormido unas 5 horas.

Bajo con sueño las escaleras, arrastrando casi mis pies descalzos por los escalones. Busco a Carter en la sala y en el comedor y no le encuentro por ningún lado, pero cuando voy de camino a la cocina a mirar ahí, oigo unas voces que salen de la puerta que da a su despacho. No he vuelto a entrar ahí desde mi primer día aquí, y tampoco había visto a Carter ahí, pero parece que ahora está reunido.

No quiero cotillear, pero al pasar por la puerta me intriga la cantidad de voces que se oyen. ¿Cuántas personas hay ahí dentro? ¿Tan profundamente dormida estaba que no me he enterado de que ha llegado tanta gente?

Justo cuando voy a darme la vuelta para irme a esperar a la cocina, la puerta del despacho se abre y no sé cómo disimular para que no parezca que estaba espiando. Las voces, todas masculinas están ahora muy cerca, quiero correr, pero es inútil, ya me han visto.

-Vaya. -Los ojos de un hombre trajeado se posan en mí, mirándome detenidamente de arriba abajo.

Solo hace falta esa exclamación para que la cabeza de Carter se asome desde dentro del cuarto. Rápidamente se pone delante de mí, como si quisiera ocultarme con su cuerpo.

-Abby cielo, ¿qué haces aquí?

-Yo, lo siento, no estaba espiando, solo te estaba buscando y he oído voces y...

-Está bien, no pasa nada, espérame en la cocina. Y tápate, por favor. -No entiendo lo que dice hasta que con la mirada me señala hacia abajo, haciéndome ver que no llevo pantalones. He bajado con la camiseta que me presta siempre para dormir y no me he dado cuenta hasta este momento de que estoy delante de varios hombres desconocidos, en bragas. Me doy media vuelta tirando de la camiseta lo máximo posible para que no se me vea nada y voy hasta la cocina.

Pasan como unos diez minutos en los que me he quedado sentada en una de las butacas, cuando le veo entrar por la cocina con una cara no muy alegre. Llega hasta mí sentándose a mi lado, suspirando hondo como si le pesara el cuerpo.

- ¿Estás... bien?

-Sí, cariño, perdona. -Se inclina para darme un beso en la frente y se quita la americana dejándola doblada en la mesa.

-Siento lo de antes, yo solo te estaba buscando... No me he dado cuenta de que iba sin pantalones y...

-No pasa nada, solo les he tenido que obligar a que borren esa imagen de su mente. -Se me escapa una risa nasal con su broma.

-No sabía que los empresarios también tenían reuniones los domingos temprano.

-Ha sido algo excepcional, hay unos contratos que está costando cerrarlos, y esa gente son los encargados de llevar las negociaciones. Han venido de urgencia a contarme sus avances. -Asiento, aunque me sigue sonando raro que se reúna con gente un domingo.

-Cuando he oído que había gente en tu despacho, he pensado...-Respiro hondo, no quiero ni decir esas palabras. -He pensado que la policía había venido a detenerte.

-Oye. -Se levanta colocándose detrás de mí, rodeándome con sus brazos por la espalda. Ese tema ya está resuelto, nadie va a detenerme, ¿de acuerdo?

TUS BRAZOS SOBRE MIDonde viven las historias. Descúbrelo ahora